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Elecciones en el País Vasco
Columna
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Achique de espacios

Durante años se dio por supuesto en Euskadi que la arribada de la paz y la subsiguiente participación normalizada en las instituciones de HB ampliaría el terreno de juego político. Porque en el País Vasco se juega sólo en la mitad del campo. El debate casi teológico sobre la identidad y la soberanía, azuzado por la violencia, absorbe el esfuerzo de todos los jugadores y el balón apenas cruza la línea de la otra mitad del campo, en la que debería regir la dialéctica izquierda-derecha. Pero el modo parcial y condicionado en que la paz asomó por Lizarra, y EH por el Parlamento, han arrumbado otra suposición. Van ya unas cuantas desde la aprobación del Estatuto.

Lejos de alargarse, el terreno ha menguado drásticamente en sus dimensiones, al igual que se ha recortado el margen de maniobra de los jugadores; por lo pronto, dos de ellos, EA y UA, han tenido que arrimarse al banquillo de donde salieron (el PNV y el PP). El más afectado por este achique de espacios ha sido el partido de Arzalluz, que había hecho del pacto virguería. En la anterior legislatura mantuvo acuerdos con su adversario nacional (el PP) e ideológico (PSE e IU), su antítesis (UA) y su escisión (EA). Al traspasar la puerta de Lizarra perdió el centro del campo y se le cerraron las demás. En la clave de Lizarra, su única opción posible se redujo a EH. La brutalidad de ETA se ha encargado de cegarla, anulando de paso la acreditada capacidad de EH para condicionar el juego político a su gusto, y el empecinamiento de la cúpula peneuvista le ha impedido salirse del banderín de córner.

Pese a situarse en la parcela central, apremiado por los populares y requerido con torpeza por el PNV, el PSE no tiene ni la comodidad ni la libertad de movimientos atribuibles a su posición, y se nota en su juego. Por su parte, IU se regatea a sí misma y resulta difícil asignarle una ubicación. El PP es el único que ha elegido su zona en el campo y su táctica de juego. Pero su hándicap es que se lo juega todo a una carta y no depende sólo de sí mismo. De modo que no deja de ser un acto de voluntad encontrar una semejanza entre las elecciones vascas y un partido de fútbol. Aunque sea virtual.

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