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Columna
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Efectos secundarios

Juan José Millás

Los accidentes laborales aumentaron en la región un 144% en el último cuatrienio, quizá debido a la entrada en vigor de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Las leyes, como las medicinas, tienen sus efectos colaterales o asociados. Si las medicinas que quitan el dolor de cabeza provocan cefaleas, y las que curan la confusión aumentan el vértigo, ¿por qué una ley que previene los accidentes de trabajo no puede contribuir a que nos rompamos la cabeza en el andamio?

Hace un par de meses, salía yo de que me miraran la garganta en un ambulatorio, y vi a un señor mayor llorando en un banco. Me acerqué a él con miedo, la verdad, pues también la filantropía produce efectos no deseados, y me interesé por las razones de su desconsuelo. Por lo visto, se había levantado con las encías un poco inflamadas y había acudido al médico, que le recetó un antibiótico convencional y un analgésico más bien suave. Pero el hombre había cometido el error de leer los prospectos y estaba aterrado. El del antibiótico, un derivado de la penicilina que vendían sin receta, lanzaba amenazas psiquiátricas, gastrointestinales y neurológicas por doquier. Lo mismo te podías quedar tonto, en fin, que fabricarte una úlcera gastrointestinal, todo ello además del prurito, el rash, el insomnio y la anorexia. Era más peligroso ingerir aquellas píldoras que cruzar la M-40 a pie. No quise leer el prospecto del analgésico al tratarse de una marca que utilizo yo para malestares sin importancia.

-Pues tire usted todo esto a la basura y aplíquese un poco de coñac en la zona inflamada -dije con mi mejor voluntad.

No me hizo caso, porque el hombre estaba que rabiaba de dolor. Lo malo es que sólo se podía curar arriesgándose a sufrir turbación, prurito, diarrea, insomnio, anorexia, vértigo... Telefoneé a un médico amigo, le conté lo que ocurría y se echó a reír.

-Dile a ese pobre hombre que se tome las medicinas sin miedo, que esas advertencias aparecen en todos los medicamentos.

Se lo dije, pero me respondió que él era muy sugestionable, o muy sumiso, y que a los cinco minutos de tomarse una píldora empezaba a padecer los síntomas asociados. Las medicinas le funcionaban como un placebo al revés. En lugar de curarle males imaginarios, le producían enfermedades reales. Lo dejé por imposible y me fui a casa, desde donde telefoneé de nuevo a mi amigo médico. Quería saber por qué en todas las medicinas advertían de cosas que no pasaban.

-Por si acaso -dijo.

-¿Por si acaso qué?

-Por si acaso pasan.

Los laboratorios farmacéuticos tienen contratados a unos señores muy imaginativos, quizá autores de novelas de terror, cuyo trabajo consiste en sugerir efectos secundarios pavorosos que los redactores reparten arbitrariamente por los prospectos.

-En éste pon que puede producir ataques de leucopenia si se toma después del desayuno y sin cruzar los dedos.

-¿Y qué es la leucopenia?

-Da igual, tú ponlo, por si acaso. Y no te olvides de lo de la sequedad de garganta.

-¿Añado también lo de los vómitos?

-¿En qué medicamento?

-En el que sirve para evitar los vómitos.

-Naturalmente que sí. A ver si os metéis en la cabeza que todos los medicamentos tienen que producir lo mismo que quitan.

Ése es justamente el principio básico de las sociedades contemporáneas. De ahí que para producir más empleo fijo se aumente el precario. Y que para dar seguridad al trabajador se abarate el despido. Por eso también la supresión de la selectividad produce una selectividad doble, además de desinformación y miedo. Dicen que la competencia se inventó para que bajaran los precios, pero la gasolina no deja de subir desde que se desregulara el sector. Y la esclavitud no ha dejado de aumentar desde que se aboliera, lo mismo que las drogas, que cuanto más se persiguen más florecen. Por eso mismo los accidentes laborales han aumentado un 144% desde la entrada en vigor de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Se trata de un efecto secundario, como la cefalea, el prurito, el rash, la úlcera, la confusión, el vértigo, la sequedad de garganta... Creíamos que el modelo de la sociedad neoliberal estaba diseñado por unos economistas locos, pero es un invento de la industria farmacéutica. Los síntomas desaparecen al cesar el tratamiento.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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