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Reportaje:

La utopía de una prensa libre en Rusia

El pluralismo informativo sufre un golpe mortal tras tomar una compañía estatal el único grupo crítico con el poder

El semanario Itogui ha salido esta semana a la calle con una portada dedicada al fútbol como fenómeno socio-político y sin su habitual leyenda que explica que se publica 'junto con Newsweek'. La revista norteamericana ha roto su acuerdo de colaboración al considerar que éste es 'otro Itogui', una vez que la redacción en pleno fue despedida tras la toma del poder por parte de Gazprom, hace unos días, de los medios de comunicación dominados hasta entonces por Vladímir Gusinski.

La suerte del semanario Itogui, del diario Segodnia y, sobre todo, de la cadena de televisión NTV ilustra muy claramente que el pluralismo informativo en Rusia ha recibido un durísimo golpe mortal. Y probablemente no sea el último.

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El desmoronamiento de Media Most, el imperio periodístico de Gusinski, se ha debido en buena parte a la debilidad financiera del grupo, endeudado hasta las cejas y con un garante (el monopolio del gas), controlado por el Estado, aunque éste tiene sólo el 38% de las acciones. Que Gazprom, en el momento crítico, haya dado la puntilla a unos medios que se habían desmarcado del apoyo generalizado a Vladímir Putin, el nuevo líder del Kremlin, no tiene nada de sorprendente. Para los observadores, se trata de una situación que se veía venir.

El grupo Most ya no existe en la práctica. La NTV, la auténtica joya de la corona, está ya bajo el control total de la gente de Gazprom. El anterior director, Yevgueni Kiseliov, y un grupo de incondicionales han encontrado refugio en un canal de menor audiencia y prestigio, TV-6, propiedad en un 75% del oligarca Borís Berezovski, hace apenas un año enemigo declarado de Gusinski, con el que ahora comparte trinchera. El diario Segodnia ha sido cerrado y el espíritu del viejo Itogui agoniza en una edición en Internet de dudosa legitimidad.

¿Qué queda de Media Most? Lo más significativo es una emisora de radio (Eco de Moscú, la de mayor prestigio de Rusia) y otro canal de televisión (TNT, básicamente de entretenimiento). Gazprom tomará el control de ambos medios dentro de tres meses si Gusinski no paga un crédito de casi 50.000 millones de pesetas que vencerá entonces.

En cuanto a Eco de Moscú, su director, Alexéi Benedíktov, y la redacción intentan comprar sus acciones al monopolio del gas para controlar la emisora. Resulta casi inverosímil que lo consigan. Tampoco es probable que el personal logre una licencia para crear otra emisora. Primero porque es cara, y segundo porque, como dice Benedíktov, 'el Estado no permitirá que se cree un nuevo medio de comunicación independiente'.

Sobre la tumba del imperio Media Most se ha puesto ya el RIP. ¿Cómo queda entonces el actual panorama informativo en Rusia? En televisión, con dos cadenas de cobertura nacional y controladas directamente por el Estado (ORT y RTR) y con una formalmente privada y de cobertura en casi todo el país (la NTV) que ha dejado de ser un clavo en el zapato del presidente Vladímir Putin, aunque mantiene de momento una imagen de marca menos oficialista.

Aparte las tres grandes, y a enorme distancia, con mucho menor alcance e influencia, se sitúa TV-6. Y, más allá, las cadenas locales, entre las que destaca la moscovita TV Tsentr, cuya fachada de oposición se deshace al ritmo del progresivo alineamiento con el Kremlin del alcalde de la capital, Yuri Luzhkov, y de su aliado el ex primer ministro Yevgueni Primakov.

En la radio, además de la emisora nacional y estatal Mayak, hay un sinfín de emisoras de entretenimiento y otra básicamente informativa y con fama de objetiva, Eco de Moscú, amenazada de muerte inminente, al menos en su actual orientación.

Berezovski sigue siendo un peso pesado en la prensa escrita, aunque a veces se discuta que ejerza un control total sobre los diarios Nóviye Izvestia, Kommersant y Nezavísimaya Gazeta, de gran prestigio (sobre todo los dos últimos) pero escasas tiradas, inferiores a los 100.000 ejemplares. En cualquier caso, aunque el oligarca se defina como un exiliado político y no pise Rusia desde el año pasado, sus medios están lejos de plantar cara al Kremlin.

Komsomólskaya Pravda y Moskovski Komsomólets, ambos con más de un millón de ejemplares de difusión diaria, son oficialmente independientes, aunque en el primero tiene una gran influencia el oligarca Vladímir Potanin, y en el segundo Yuri Luzhkov, hoy en la órbita del poder. Potanin controla además Izvestia (con 500.000 ejemplares de tirada), y el alcalde de Moscú hace otro tanto con Vechérnaya Moskva y Moskóvskaya Pravda (300.000 ejemplares cada uno).

El grupo de Gazprom incluye también a Trud, el antiguo diario de los sindicatos (600.000 ejemplares) y a Prófil, semanario prestigioso pero de escasa tirada. Los periódicos comunistas, con Soviétskaya Rossia a la cabeza (300.000), tienen una influencia reducida a su clientela política.

Lo más parecido a periódicos independientes son los semanales Óbshaya Gazeta y Novedades de Moscú y el bisemanal Nóvaya Gazeta, así como los diarios Védomosti (económico) y The Moscow Times (en inglés).

Sobre la editora de ambos, Independent Media, dominada por accionistas extranjeros, pende una espada de Damocles: la ley a debate en la Duma que pretende impedir que accionistas no rusos controlen medios de comunicación.

Otro medio en peligro es la emisora norteamericana Radio Liberty, cuya cobertura de la guerra de Chechenia levanta chispas en el seno político del Kremlin y uno de cuyos reporteros, Andréi Babitski, fue detenido por las tropas federales, objeto de un extraño canje con un supuesto grupo rebelde y, para colmo, procesado y condenado por posesión de documentos falsos tras ser puesto en libertad.

En definitiva, la dispersión de medios no garantiza el futuro de la libertad de expresión en Rusia. Primero, por el práctico monopolio televisivo del Estado. Segundo, por la destrucción del grupo Most, que pronto puede ser total. Tercero, por las amenazas que se ciernen sobre el imperio del magnate Berezovski. Y cuarto, porque el Kremlin ha aprobado ya una nueva doctrina de la seguridad informativa que, a falta de ser regulada en detalle, amenaza con aumentar los controles estatales.

El destituido director del semanario <i>Itogui</i>, Sergéi Parkhomenko, con gran parte de la redacción en la puerta del edificio, en Moscú.
El destituido director del semanario Itogui, Sergéi Parkhomenko, con gran parte de la redacción en la puerta del edificio, en Moscú.AP

El turno de Berezovski

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