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Elecciones en el País Vasco
Columna
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Dimensión española de la campaña vasca

Fernando Vallespín

Todos sabemos que las encuestas electorales se equivocan con una frecuencia mayor de lo deseable. Salvo casos excepcionales, quedan, sin embargo, muy próximas a los resultados efectivos; suelen ser equivocaciones pequeñas y casi anecdóticas. Los resultados de las elecciones vascas han sido anticipados ya por diversos institutos de opinión y hay una cierta coincidencia en que las posibilidades de una mayoría absoluta de los partidos constitucionalistas son verdaderamente escasas. El famoso empate técnico vuelve a presentarse como una tozuda posibilidad real y buena parte de la pre-campaña ha sido secuestrada por especulaciones sobre posibles pactos poselectorales: con éste sí, con aquél depende, con el de allá jamás, etcétera. Existe algo así como una obsesión por alcanzar votos según se muestre una mayor o menor fungibilidad para gobernar con otros y por medir los méritos de cada partido por este único rasero, por qué tan predispuesto se esté a entrar en componendas con el de enfrente. Cuál sea el programa de gobierno específico de cada cual es intrascendente, importa sólo quién entre en el Gobierno.

Ahora bien, si miramos de cerca esta estrategia veremos que no todos los partidos actúan de forma auténticamente 'racional' a la hora de intentar mejorar sus posiciones respectivas. Esto es particularmente visible en el PP, que, a mi juicio, está empleando una táctica sorprendente. Al menos si la evaluamos exclusivamente en términos de rentabilidad electoral pura y dura en las elecciones del próximo 13-M. Como ya ha sido resaltado por gran cantidad de comentaristas, sus ataques al PSOE por la predisposición de este último a entrar también en pactos con el PNV en caso de su abandono del camino de Estella no favorecen precisamente al bloque constitucionalista. Puede ganar votos del PSOE, pero difícilmente arañará ninguno del bloque contrario, que es de lo que a la postre se trata. Dado que no parece probable que pierda ninguno de sus votos españolistas, no hay razón para que, sin renunciar al camino de la firmeza, insista en demonizar rabiosamente a las posiciones nacionalistas como un todo. Haciéndolo sólo consigue cegar la única salida que le puede permitir ganar las elecciones: que se abstenga un sector importante de los votantes moderados del PNV. Pero por muy 'moderados' que éstos sean y por mucho que renieguen de la anterior política de su partido, tendrían que haber sufrido una verdadera convulsión identitaria para ofrecer ahora ventajas a quien tan enfáticamente ofende sus sentimientos. Y va de suyo que no será fácil restañar todo el tejido tan retóricamente dañado cara a las casi inevitables negociaciones poselectorales.

¿Qué explica entonces esta estrategia? Sólo se me ocurre una respuesta: que el PP está planteando estas elecciones en términos de política nacional casi tanto o más que en términos de política vasca. Y que no quiere dejar pasar esta oportunidad para rentabilizar su posición electoral futura en España. La repercusión estatal de estas elecciones y de la cuestión vasca en general es evidente. No sólo porque el problema del terrorismo sea la mayor preocupación de los españoles y este hecho haya marcado decisivamente el pacto antiterrorista entre los dos grandes partidos. También porque hay una gran sensibilidad en todo el país hacia las fracturas abiertas en el conflicto nacionalista. A lo largo del último año, el tema vasco ha monopolizado prácticamente todo el discurso político nacional y es difícil imaginar que estas elecciones vayan a enjuiciarse exclusivamente desde la perspectiva local/regional. Es muy probable que el futuro inmediato de todos los partidos de ámbito estatal se vea directamente afectado en el resto del territorio nacional por cómo actúen antes y después de estas elecciones. El papel del PP como inflexible desfacedor del entuerto del PNV es de indudable popularidad en toda España. Pero creo que la gobernabilidad y la efectiva y duradera estabilidad política del País Vasco prevalece sobre el ansia de penalizarle por ello. Y la verdadera fuerza de un partido no está en la rigidez, sino en su capacidad para conseguir resultados.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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