El divorcio como atenuante de la pena
Un juez rebaja la condena a un hombre que se convirtió en atracador múltiple cuando le abandonó su mujer
Un juez de Barcelona ha rebajado la condena a un hombre de clase media que cometió nueve atracos a mano armada en dos meses, al entender que actuó así sumido en una depresión tras ser abandonado por la mujer y los hijos. El fiscal pidió en el juicio penas que sumaban 43 años de cárcel, la sentencia las ha reducido a 29 y la condena final es de 10 años, 6 meses y 3 días, en aplicación del Código Penal, que señala que en estos casos se aplica el triple de la pena mayor.
'El abandono de su mujer e hijos, para los que había trabajado durante toda su vida adulta, lo llevó a un estado depresivo que sólo supo superar demostrándose a sí mismo que era capaz de hacer cosas importantes; cosas que lo convertían momentáneamente en el centro de atención', afirma la sentencia dictada ayer por el magistrado del Juzgado de lo Penal número 3 de Barcelona, Santiago Vidal.
'Otros sujetos en su caso han optado frecuentemente por intentos de suicidio (...) Él optó por cometer un alud de atracos, impensables en el curso de su vida anterior, bajo el estímulo pasional de la crisis matrimonial que no sabía superar', matiza el juez.
Enrique Vicente Grueso, de 49 años, era 'un padre de familia normal', dice el juez, casado y con dos hijos de 16 y 20 años. Su profesión era la de agente de la propiedad inmobiliaria y sus recursos económicos, elevados. A mediados de 1999 su esposa logró la separación y al hombre se le prohibió acercarse a ella porque la había amenazado. El esposo acabó hospitalizado por depresión y cuando salió empezó una insólita actividad delictiva.
El primer golpe fue el 14 de enero de 2000 en una tienda de ropa de Barcelona. Allí entró revólver en mano y se llevó más de 500.000 pesetas. Cinco días después, repitió en una peletería del mismo barrio, el Poblenou, y después acudió a una sucursal bancaria a solicitar información para un préstamo. Al día siguiente regresó al banco, pero para atracarlo. El botín fue de 1,5 millones, también obtenido con arma de fuego, y antes de marcharse exigió la cinta de vídeo del circuito cerrado que graba las oficinas. Después siguieron otros seis atracos más, dos de ellos a bancos, siempre a mano armada y en varias poblaciones catalanas. En ninguna acción hubo heridos porque el atracador jamás disparó. El último palo lo pegó el 8 de marzo en una caja de ahorros de Sitges y al día siguiente le detuvo la policía en un hotel de Granollers con dos escopetas, un rifle, el revólver, decenas de cartuchos y más de dos millones de pesetas en metálico.
El acusado explicó en el juicio que no recordaba lo ocurrido aquellas cuatro semanas porque tomaba mucho alcohol mezclado con medicamentos. El juez afirma que una cosa es que se trate de 'una persona afectada por un cuadro depresivo procedente de la separación conyugal' y otra muy distinta que se le aplique la eximente incompleta de alienación mental, como pedía su abogado. La sentencia recuerda que todos los atracos, especialmente los de los bancos, estaban 'minuciosamente' calculados y estudiados, algo impensable en una persona desequilibrada.
El juez constata también la evidencia cuando dice que el acusado 'se aparta del prototipo de atracador de bancos y tiendas' que suele sentarse en el banquillo, y añade: 'No hay duda que alguna cosa grave pasó en su vida cotidiana que lo transportó de ser un padre de familia normal a convertirse en un desarraigado infractor reiterativo de la ley'.
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