Residencia
No pensaba que la Residencia de Estudiantes pudiera darme disgustos. Es una de las más nobles e ilustradas creaciones de nuestra cultura contemporánea. Nació de la Institución Libre de Enseñanza, y su papel fue decisivo en el primer tercio de siglo; hasta el punto de que sin ella no se podrían comprender la cultura, la literatura, las artes o la ciencias de ese periodo.
Ahora se ha restaurado el edificio principal. Las obras han durado años, y las actividades, realizadas con el mismo criterio intelectual y el clima de libertad de siempre, se han desarrollado en el pabellón lateral, llamado El Transatlántico.
La nueva decoración del edificio principal produce, si no disgusto (quizá haya exagerado un poco), sí una gran contrariedad. No cree uno encontrarse en la Residencia de Estudiantes. En el salón de actos, que era el más bello de Madrid, los decoradores han bajado el techo. Podían haber buscado otras soluciones para incorporar el aire acondicionado y otras instalaciones. Ya no es el sobrio espacio decorado en color blanco. No sé si podría reproducirse aquí el clima que acogió las conferencias de Marie Curie, Einstein, Ortega, Paul Valéry, Bergson, Keynes, Cajal o H. G. Wells. O los conciertos de Stravinski, Ravel o Falla. Madrid ya no tiene allí el aire 'ateniense' que veía Valle-Inclán.
En el vestíbulo han puesto, como habría dicho Ramón Gómez de la Serna, muy amigo de la casa también, unos 'sofases' en los que no se habrían sentado con gusto Lorca, Dalí, Buñuel, Bello, Severo Ochoa ni otros que vivieron en 'La Resi'. Son de estilo 'enehache', para entendernos, y de color francamente 'opus'.
En las restauradas habitaciones del edificio de al lado, ¿podría hablar hoy de 'mi sobria alcoba'? El comedor, dividido por un antepecho fijo a media altura, parece querer separar 'categorías', dejando lo mejor para el 'exclusivo', se diría hoy, restaurante público.
Por todas partes, lamparitas japonesas, cortinitas japonesas... En la Residencia se echa de menos la Residencia...
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