El funeral del joven tiroteado dispara la tensión en Cincinnati
Miles de personas eran esperadas ayer en el funeral por Timothy Thomas, el joven de 19 años abatido el sábado anterior por un policía de Cincinnati en un incidente que provocó tres jornadas de disturbios a las que sólo se pudo poner fin el jueves con un estricto toque de queda. La ciudad esperaba con aprensión el fin del funeral, previsto para última hora de la tarde (la madrugada en España). Los líderes ciudadanos pidieron tranquilidad en las horas previas a la ceremonia fúnebre, en línea con el deseo expresado por la madre de Thomas, que reclamó el fin de la violencia: 'No quiero que éste sea el legado de mi hijo'.
El toque de queda de ocho de la tarde a seis de la mañana que entró en vigor la noche del jueves ha resultado efectivo. Unas cuantas decenas de detenciones y pequeños incidentes mantuvieron tranquilas el jueves y el viernes unas calles que durante los tres primeros días de la semana fueron tomadas por bandas de jóvenes negros que asaltaron e incendiaron comercios y algunos edificios en sus barrios y en el centro para protestar contra lo que consideran constante abuso por parte de la policía.
Desde 1995, 15 negros han muerto en enfrentamientos con la policía, si bien en 10 de los casos los agentes actuaron en defensa propia y en alguna oportunidad perdieron la vida. El incidente en que pereció Thomas, que estaba desarmado, seguido de otro en noviembre, que también costó la vida a otro afroamericano, ha sido el catalizador de la explosión del malestar popular con la policía. 'La policía de Cincinnati no cumple su misión de proteger', decía ayer un joven. 'Viene a por nosotros. A mí me han parado y cacheado varias veces sin motivos'.
Policía invisible
La policía se mantuvo ayer alejada de la iglesia en la que se ofició el funeral. 'Nuestra intención es no participar ni que se nos vea', decía el comandante Gary Lewis, de la policía de carretera del Estado de Ohio, que ha reforzado con 120 hombres a los mil agentes de Cincinnati. Damon Lynch, el pastor que celebró el funeral, pidió la colaboración en tareas de seguridad del grupo Nación del Islam, con una acreditada tradición de controlar de forma efectiva largas concentraciones. Unos 40 hombres de este grupo, junto a decenas de voluntarios, llegaron a formar un cuerpo de seguridad que rondaba las 200 personas. A pesar de todo, uno de los responsables de la operación de seguridad en torno a la iglesia decía que era imposible aventurar qué iba a pasar después: 'El momento crítico será cuando la gente se disperse. No podemos saber cómo va a reaccionar'.
El pastor Lynch, que se ha convertido en uno de los portavoces de la frustración popular, dijo no esperar violencia y adelantó que su oración fúnebre iba dirigida a sanar espíritus, no a inflamar pasiones. En Over-the-Rhine, el gueto negro en que vivía y murió Thomas, se veían ayer pintadas de bandas de negros de Nueva York y Chicago, en lo que algunos veían como un preludio de incidentes.
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