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Tribuna:UNA CAMPAÑA DEL PP
Tribuna
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La A-92: destruir para ganar

La ofensiva sostenida por el PP de Andalucía contra la autovía conocida por A-92 es un ejemplo extraordinario de la estrategia de los populares, que convierten la destrucción de cualquiera de los símbolos del Gobierno socialista andaluz o español en una pieza básica para llegar al poder. Siguen un viejo axioma -algunos, afortunadamente no todos- de que es preciso arrebatar al adversario cualquier resto de bondad, de eficacia o de resultados. La Historia de España está repleta de acontecimientos históricos donde los resultados de la controversia se saldan con la eliminación del otro, sea física (no es el caso), sea política.

Haber decidido convertir una carretera en el centro de la crítica al Gobierno andaluz supone que la oposición no espera que su proyecto global para Andalucía sea capaz de aglutinar una mayoría a su alrededor y manifiesta una tenacidad de la derecha española digna de anotar y en la que no existen límites: si es preciso se acusa al presidente de la Junta de 'asesino' por responsabilidad directa en los accidentes de tráfico que puedan sucederse.

No es la primera vez que se utilizan estos métodos: ya se decidió en su momento descalificar la construcción del tren de alta velocidad Madrid-Sevilla. Fue la primera vez que un Gobierno apostaba decididamente por el Sur peninsular con la obra de infraestructura de transporte más importante nunca construida en nuestro país. Fue una apuesta por razones políticas con mayúsculas: la articulación de Andalucía con el resto de España precisaba de una infraestructura rápida y prestigiosa, antes que ningún otro lugar.

Sólo así se puede explicar que el AVE comunicara antes Sevilla con Madrid que Barcelona o Bilbao. Esto no era reconocido, ni apoyado, sino que era respondido con insultos y descalificaciones por el hoy presidente del Gobierno señor Aznar, quien demostró ser un visionario cuando le denominó el rapidillo. Esto fue continuado por otros dirigentes populares con más descalificaciones y mofas sobre la importancia estratégica de esa obra. Los usuarios del tren han colocado a cada uno en su sitio y hoy es un medio de transporte que enorgullece a todos.

Más tarde comenzó el intento de destrucción de la imagen de la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Los dirigentes populares iniciaban la demolición de la preparación de la muestra, más tarde la celebración y, por último, los resultados. No hubo tregua para el mejor escaparate de la Andalucía del siglo XX. Más recientemente, la instalación de un cable eléctrico entre Tarifa y el norte de Marruecos fue convertido en un elemento de destrucción, en el que algunos dirigentes muy importantes del PP llegaron a afirmar que provocaría 'cánceres masivos' en la población. Ya con el Gobierno del señor Aznar en la Moncloa, el cable se convertía milagrosamente en 'inocuo' y lo irresponsable era oponerse a su instalación. Hoy, el Ayuntamiento de Tarifa, gobernado por el Partido Popular, es una fuente permanente de escándalos. Si algunos dirigentes tuviesen la capacidad de ruborizarse podrían comprobar lo que afirmaban en 1995 cuando se discutía el convenio de pesca con Marruecos.

No pretendo solicitar comprensión, ni ocultación de errores, ni correr un tupido velo sobre lo que fue objeto de denuncia, pero sí poner de manifiesto la ceguera y el egoísmo de la derecha española que, lamentablemente, no ha aportado grandeza, generosidad y altura de miras a la construcción de España, ni de sus autonomías. Salvo, naturalmente, los periodos del presidente Suárez, al que los españoles debemos gratitud permanente. Pero será imposible que los dirigentes populares admitan eso mismo para los gobiernos de Felipe González.

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La construcción de una vía de comunicación que complete y permita la conexión mediante autovía desde Huelva a Almería es un proyecto de los gobiernos socialistas, pero hubiera sido de cualquier gobierno. Hace pocos días se hizo público un estudio que establecía el beneficio de esa carretera, ni siquiera pretendo insistir en ese punto. Me parece suficiente que se me permita decir que no es una decisión limpia criticar la construcción y situación de la A-92.

En otros lugares nos dan lecciones: ni la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona, ni la Generalitat (Pujol, adversario político de Maragall) utilizaron nunca como destrucción contra el Ayuntamiento el desprestigio de los Juegos Olímpicos de 1992; en Cataluña se antepuso el interés general y la altura de miras se colocó por encima de los intereses políticos.

La tenacidad del PP en la destrucción no se puede despreciar, cree que es necesario destruir para ganar, cree que es más eficaz este sistema que el de proponer grandes iniciativas. Así se ha comportado la derecha en otras ocasiones. No pueden ser premiados por esa estrategia, ni debiera ser asumida por otros que le siguen el juego cargados de buena voluntad.

Alfonso Perales Pizarro es consejero de Gobernación.

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