Eterno retorno
En mi pueblo tenemos un método para comprobar la llegada del buen tiempo que es más fiable que el trino de los jilgueros o el estallido del azahar: la aparición de los borjas. Los lugareños llamamos así a esas parejas en los treintaitantos que suelen proceder de Madrid, gastan un aire triunfador y apresurado y acostumbran a tener un hijo llamado Borja.
El papá de Borja acostumbra a lucir en estas fechas unos pantalones bermudas que dejan entrever unas pantorrillas tristes y pálidas que permiten identificarlos fácilmente, ahora que ya han desaparecido las matrículas provinciales para desgracia de la sociología recreativa.
Conocer, gracias a los jilgueros, el azahar o los borjas, que se ha completado otro ciclo y estamos en medio de una nueva primavera da ese punto de nostalgia que acompaña a los acontecimientos que se repiten cíclicamente.
Una fatalidad casi tan exacta como la que hace aparecer a los jilgueros, el azahar o los borjas es la que, de tiempo en tiempo, vincula el nombre de Jaime Montaner a un nuevo asunto urbanístico de esos que no están muy claros.
De Jaime Montaner dependió durante más de una década el Urbanismo y las Obras Públicas de Andalucía. Hace cuatro años fue juzgado, y absuelto por prescripción, de los delitos de prevaricación y cohecho después de que Jesús Gil le acusara de concederle el aumento de la edificabilidad de un solar a cambio de varios cheques que sumaban 85 millones. La prescripción impidió conocer a fondo el asunto, pero lo cierto es que los cheques fueron cobrados -algunos por el tesorero del PSOE-, y los terrenos, recalificados.
A comienzos de esta primavera, a muy pocos metros de esos terrenos, en las dependencias de Urbanismo del Ayuntamiento de Gil, Jaime Montaner -que desde hace dos años dejó de desempeñar cargos públicos por primera vez desde 1979- negociaba que un solar que había sido del Ayuntamiento y estaba destinado a equipamiento cultural fuera recalificado para construir en él un hotel de gran lujo.
No resulta demasiado edificante que quien fue responsable del Urbanismo en Andalucía se dedique a estos asuntos. Aunque quizá esta vocación recalificadora le venga de antes, lo que explicaría muchos desaguisados urbanísticos del pasado. Será porque ya no hay ideologías o por la amputación de la vergüenza que provoca en algunos el paso por el poder, pero es curioso que quienes se jactan de su entrega al servicio público, no tienen ninguna duda en cuanto abandonan el despacho. No se van con las discípulas de la Madre Teresa ni con el subcomandante Marcos: se ponen a ganar pasta como locos.
Y no lo hacen poniendo en práctica esas artes emprendedoras que se vienen predicando desde el PSOE: se limitan a trabajar en actividades netamente especulativas, como las relacionadas con la construcción, para las que se necesita, sobre todo, tener buena mano con las autoridades.
Será una ingenuidad, pero yo he echado de menos que algún dirigente del PSOE criticara públicamente las nuevas actividades de Montaner en Marbella.
Quizá, simplemente, es que les parece muy bien.
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