_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tradición

Andalucía es una tierra en permanente peligro de complacencia en la tradición. Muchos entienden la facilidad para mirarse y gustarse que tiene Andalucía como elemento paralizante que impide toda capacidad crítica y, por tanto, condiciona un cierto carácter conformista. En la medida en que los tópicos son verdades sin matices y lugares comunes repetidos cuando da pereza el análisis, me resisto a creer ese, tan utilizado por quienes consiguen con su aparente denuncia, entronizar lo banal como elemento decisivo. Viene esto a cuento de los días que vivimos, de la potencia de la tradición, contra la que muchos tienen la necesidad de situarse, en un ejercicio de autodefensa de lo que entienden como triunfo del pasado. Naturalmente hablo de la Semana Santa y su discurrir por una Andalucía en plena orgía de sol y derroche de oros y oropeles. Que es pasado está claro, porque del pasado viene; pero no tiene por qué renunciar a estar en un futuro perfecto, siempre que sepamos construírnoslo.

Escribo desde Sevilla, donde es imposible dar un paso en esta semana de todos los excesos sin encontrarse con ellos en la esquina por la que se decida escapar, si es que se decide. No es posible. En una sucesión de ráfagas, apenas vistas ya desaparecidas; en un juego en el que la belleza se burla de la espera, desapareciendo casi al instante de haber llegado, todo parece suceder para encender el ansia de más, el deseo de poder volver otra vez cada año, y estar en el instante preciso de la maravilla, para seguir creyendo en lo que no se ve, de puro breve y fugaz que es su paso. Así lo vivo y así siento que lo viven miles de personas, con las que me rozo y comparto unas emociones difíciles de transmitir a quienes las niegan, manteniéndose en actitud militante de rechazo a la tradición. Ni la historia, ni la falta de ella, garantizan la felicidad de los pueblos. El peso de la tradición sí los ha aplastado muchas veces. Pero Andalucía es hoy un lugar en el que viven ciudadanos libres, mayores de edad democrática, que pueden mantener sus tradiciones y disfrutar de toda su belleza, su fuerza y su importancia, mientras miran al futuro y exigen vida después de la tradición. Quererlo todo y saber hacer convivir tradición y modernidad, si no es la perfección, se le debe parecer.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_