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El alcalde retirará los 'chirimbolos' de la Gran Vía, a los seis años de ponerlos

El municipio los colocó en 1995 y los ha mantenido pese a las críticas de la oposición

Antonio Jiménez Barca

A mediados de marzo de 1995, la capital apareció sembrada de 1.500 artefactos que servían de soporte para carteles publicitarios y que, a falta de otro nombre, la ciudadanía dio en llamarlos chirimbolos. Algunos medían más de tres metros y presentaban como adornos réplicas del oso que figura en el escudo de Madrid. La oposición y diversas asociaciones vecinales y sociales criticaron estos objetos cilíndricos desde el punto de vista estético y porque, a su juicio, estorbaban en la acera y molestaban a los viandantes.

A pesar de las críticas, el alcalde, José María Álvarez del Manzano, del PP, mantuvo estos artefactos. En la campaña electoral de mayo de 1995, el por entonces presidente regional, Joaquín Leguina, del PSOE, prometió que si volvía a ganar los comicios eliminaría ese tipo de mobiliario urbano. Álvarez del Manzano respondió a Leguina un día después que 'iba listo' y que él, si ganaba a su vez las elecciones como alcalde, iba a mantener los chirimbolos. Así ha sido... hasta ahora.

La concejal de Obras, Elena Utrilla, presentó ayer la reforma de la Gran Vía, que comenzará a ejecutarse en mayo y terminará, según los planes de los técnicos municipales, en septiembre del 2002, tras 16 meses de trabajos.

En la rehabilitación de esta, según el alcalde, 'arteria emblemática' de la capital, se va a despejar la acera de manera que 'nada estorbe al peatón', en palabras de Elena Utrilla, concejal de Obras, del PP. Esto implica que todos los objetos que pueblan ahora la vía pública serán colocados en una banda de la acera, de unos dos metros de ancho como máximo, pegada al borde de la calzada. Allí se pondrán bancos, quioscos de prensa, árboles y papeleras. Los objetos que no quepan en esa banda serán eliminados. 'Así que la práctica totalidad de los chirimbolos de la Gran Vía, que por sus dimensiones no caben en esa banda, se eliminarán', confirmó ayer un técnico municipal del área de Obras.

Granito

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En los 16 meses que durarán los trabajos, los operarios de las empresas adjudicatarias, Portillo Constructora, SA, y J. Quijano, levantarán por entero las aceras de la Gran Vía al objeto de renovar el pavimento. Se colocará en su lugar granito (de color claro en la parte de acera libre de mobiliario urbano y más oscuro en la banda destinada a albergar los bancos y papeleras). El Ayuntamiento ha elegido granito por 'su nobleza y porque casa mejor con la base de los edificios de la Gran Vía', según Utrilla.

Serán eliminadas también las jardineras que protegen a los peatones de los coches en esta céntrica calle de la capital. El Ayuntamiento busca con esto lo mismo que con los chirimbolos: ganar espacio para los peatones. En su lugar se instalará una barandilla de aliento moderno. El alcalde insistió ayer en que la remodelación que emprenderá el Ayuntamiento en la Gran Vía 'es la primera reforma integral que se lleva a cabo de esta calle en sus 90 años de existencia'.

Las obras afectarán a cerca de 50.000 metros cuadrados de superficie y supondrán la instalación de 75 bancos, 127 nuevas farolas de diseño más vanguardista, 221 papeleras y 135 alcorques. Los trabajos discurrirán desde la plaza de España hasta el cruce de la Gran Vía con la calle de Alcalá, cuyo pavimento también ha sido reformado en los últimos años.

El edil socialista Eugenio Morales denunció 'que el equipo de gobierno del PP ponga un tipo de mobiliario urbano distinto para cada tramo de la ciudad'. Y también criticó que el diseño de la reforma 'contraviene el Pacto por la Movilidad'. 'Es una reforma que no facilita ni el paso de peatones ni el de los muchos autobuses que discurren por esa calle, que siguen sin disponer de un carril exclusivo que funcione con efectividad', añadió.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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