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Columna
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Precampaña

Rafael Blasco, que es el sumo sacerdote de uno de los oráculos electorales con mayor margen de infalibilidad en el mercado, ha vaticinado que Esquerra Unida (EU) no estará en la Cortes en la VI legislatura. Es el segundo dato demoscópico que suministra en pocos días, tras haber afirmado que la intención de voto al PP había aumentado en dos puntos con la actitud contraria del PSPV a la Ley de Uniones de Hecho. Hay que suponer, por tanto, que queda inaugurada oficialmente la precampaña de 2003, en la que tantas incógnitas concurren. Y entre ellas, la amenaza de que el bipartidismo se adueñe del Parlamento después de haber contado con una variada representación de partidos en el hemicilo. Primero desaparecieron el CDS y la Unitat del Poble Valencià (UPV), que había entrado abrazada a EU; luego, Unión Valenciana (UV), y ahora EU pende de esa misma cuerda floja, según la bola de Blasco. En las autonómicas de 1999 superó en dos décimas la barrera del 5%, pero desde las pasadas elecciones generales, en las que perdió la mitad de votos respecto a los comicios de 1996, esta opción no ha hecho otra cosa que cosechar malos augurios. No es el único partido que se lo juega todo. También a la UV de José María Chiquillo se le plantea la última oportunidad para reflotar un partido nacido como escisión de Alianza Popular y cuyos votantes han decidido regresar a casa. Asimismo, el Bloc Nacionalista Valencià, que acumula los sucesivos fracasos de UPV y se apresta a morder el anzuelo lanzado por Blasco, tratará de perforar de forma casi póstuma la costra blindada del 5%, para luego iniciar quizá un proceso de catarsis en el que tendrá que optar entre la extinción o la resituación con nuevos agentes y postulados, junto a la probable atomización de UV y EU. El PP valenciano hace años que se ha zampado todas las gamas de la derecha, así como el centro y un buen bocado de la izquierda, lo que le ha conferido una notable efectividad electoral y política. En cambio, el PSPV, que todavía sangra por la herida de su falsa renovación, se limita a constatar cómo desaparecen de su entorno miles de votos que una perversa ley electoral acaba poniendo en la cuchara del PP.

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