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Columna
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Cosas

Juan José Millás

Entiendo que haya individuos empeñados en demostrar la existencia de los marcianos. Lo que no entiendo es que haya gente empeñada en probar que no existen. Y la hay. El otro día, por la noche, llamó un señor a la radio y dijo que tenía pruebas de que los extraterrestres no existían. '¿Son pruebas de carácter científico?', preguntó la locutora. 'Sí, señora, tengo documentos que certifican lo que digo'. Acto seguido leyó un par de esos papeles que evidentemente había redactado él, aunque estaban llenos de expresiones marcianas. Quizá por eso, otro oyente dijo al poco rato que la lectura de aquellos escritos era la demostración palpable de que los alienígenas, además de existir, estaban entre nosotros. A partir de ese instante, la audiencia se dividió entre quienes decían que sí y quienes decían que no. Parecían las dos Españas. Durante media hora asistimos, pues, a una guerra civil en la que los contendientes estaban dispuestos a matar o morir defendiendo la existencia o la inexistencia de los extraterrestres, ya ves tú.

La gente necesita creer en esto o en lo otro para levantarse todos los días de la cama. La historia de la humanidad está hecha de individuos que creían en cosas absurdas. Pero gracias a esas creencias tenemos las pirámides de Egipto y el Partenón de Atenas y las cataratas del Niágara (es un decir), y la cúpula de San Pedro. Entiendo, pues, que alguien desayune haciendo planes para descubrir la existencia de los artibos, que son una cosa que me acabo de inventar. Lo único que pido a estos señores tan encantadores e imaginativos es que después de descubrirlos no maten a nadie en nombre de la artibosis. La artibosis, como la teología, debería servir principalmente para escribir historias de miedo.

Lo que me parece completamente improductivo es que alguien se levante de la cama proponiéndose demostrar la inexistencia de los artibos o de los nitrantes, que tampoco existen. ¿A usted qué más le da que haya seguidores de la artibosis mientras no se metan con nadie? Además, dado que el número de las cosas inexistentes es mucho mayor que el de las existentes, su tarea no tendría fin. Claro, que tiene que haber gente para todo, así que hagan lo que quieran.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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