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Columna
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Quiero mentiras

Mucho se ha oído hablar sobre las ventajas de tener mascotas en casa. Según parece, son excelentes para la salud. Pero últimamente me estoy preguntando por asuntos más extraños. En mi caso yo soy la mascota de mi casa. Y el amo es el televisor. El televisor habla, no para de eructar actualidad, de arrojarme noticias a la retina, y yo no digo nada. Ni siquiera ladro. Soy una mascota silenciosa y me lo creo todo.

En esta tesitura de animal, no puedo dejar de preguntarme qué tiene esta caja que es mi amo para dominarme de tal forma. Una de las razones por las cuales miro en esta caja es, sin duda, porque deseo vivir vidas ajenas. Las noticias me muestran realidades extrañas a la mía. Me enseñan que hay otros mundos, pero que están en el televisor. Y en el televisor no paran de salir adivinos y adivinas que intentan predecir mi futuro. Por ejemplo, hoy ha salido Aramis Fuster afirmando que ella predijo el asesinato de Kennedy. Como soy una mascota crédula, me lo trago. El televisor tiene esas cosas, todo lo que muestra es verdad, porque una imagen vale más que mil palabras. Y yo soy un animal de compañía disciplinado. De todas formas, a veces necesito otro tipo de información, lejos de aquellas imágenes que me hastían, y me rebelo. Entonces apago el televisor y enciendo la radio. Me convierto en una mascota que se limita a escuchar. Escucho los sucesos. Una niña desaparecida. Otra aparece con la cara destrozada a golpes. Otra mujer degollada por su marido. Siempre igual. Los sucesos se repiten tanto que terminan por aburrir, dada su escasa originalidad.

Pero yo quiero más. Necesito más información. Así que apago la radio y cojo el diario. Me convierto en una mascota lectora. Leo que el subcomandante Marcos estuvo empleado en El Corte Inglés, que le despidieron por abaratar artículos, y la verdad es que empiezo a dudar del revolucionario. Atención, esto es un asomo de duda. La mascota, decididamente, está empezando a perder su carácter obediente. La mascota fiel necesita creer. En un álbum, tengo recortadas noticias increíbles de diversos periódicos. Lo abro, y releo la perla de mi colección. El titular reza: 'Sustituyen un pene por un dedo corazón'. En dicha noticia se dice que médicos de Georgia implantaron a un hombre de más de cincuenta años -que había perdido su pene tras un cáncer- un dedo corazón en sustitución de su miembro. Por lo visto, el director de la clínica, Iván Kusanov, aseguró en rueda de prensa en Tiflis que 'la innovadora y única operación de este tipo en el mundo' fue un éxito. Durante la operación los médicos de la clínica de cirugía estética también le pusieron un conducto urinario artificial. Apenas doce días después de la operación, el paciente ya podía orinar con normalidad. Además, desde entonces se pudo comprobar que el pene también funcionaba de manera completamente normal como órgano sexual, según afirmó Kusanov. Siempre según la noticia, los huesos del dedo fueron mantenidos en el miembro. 'Tras su utilización, puede volver a doblarlo', explicó el médico, que no quiso dar más detalles.

Ante esto, ante un hombre que puede doblar a voluntad su pene -que no es tal, sino un dedo corazón- me muestro algo más animado. Por fin tengo algo que no consigo creerme. No me bastaba con las historias de la jet-set. Necesitaba una historia que derrochase irrealidad como esta. Desgraciadamente, no feché la noticia, así que no puedo saber si fue publicada un día de los Inocentes. Pero necesitaba releerla, porque a veces la actualidad da asco. Son esos días durante los cuales se reproducen noticias repetidas de atentados, de asesinatos, de conflictos bélicos, de adivinadores imbéciles, de romances aristocráticos rotos, de rutina informativa, al fin y al cabo. Esos días en los cuales necesitas una noticia, una sola noticia que te produzca más asombro que repugnancia. Por eso recorto noticias curiosas, y las clasifico en un álbum. Después de bañarme en la realidad, después de leer el diario, escuchar la radio, o ver la tele como una mascota obediente de la actualidad, me apetece detectar aquellas noticias que yo considero falsas. Creo que esto me ocurre porque sigo siendo un animal crédulo, pero temeroso de que la realidad supere a la ficción.

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