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Un pulso entre Serbia y Yugoslavia

La satisfacción y el alivio por el encarcelamiento del déspota de Belgrado, Slobodan Milosevic, podría durar poco. Milosevic se encuentra donde le corresponde, entre rejas, pero su detención ha desencadenado una serie de consecuencias no queridas y ha producido un cierto efecto catalizador sobre la lucha sorda en el seno de las filas de las nuevas autoridades de Serbia y Yugoslvia.

Los dos gallos de pelea de esta pugna son el héroe de la rebelión popular, el presidente de Yugoslavia, Vojislav Kostunica, y el cerebro de la operación política que llevó a la derrota de Milosevic en las urnas el 24 de septiembre, el primer ministro de Serbia, Zoran Djindjic. Frente a Milosevic, el enemigo común, Kostunica y Djindjic hicieron de tripas corazón y olvidaron viejas rencillas, alimentadas por años de estéril oposición. Ahora, a menos de medio año de la caída del régimen, la lucha definitiva por el poder está abierta. Las circunstancias del encarcelamiento de Milosevic la han acelerado.

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La chapucera actuación policial en el primer intento de detención obligó a las autoridades del Gobierno de Serbia, que preside Djindjic, a buscar un chivo expiatorio. Lo encontraron en el Ejército de Yugoslavia, a las órdenes de Kostunica. Dispararon contra el Ejército y, por elevación, contra Kostunica.

Críticas a Kostunica

Desde un primer momento, el sector de la Oposición Democrática de Serbia (DOS) próximo a Djindjic criticó a Kostunica por no haber purgado el Ejército de elementos adictos a Milosevic, como el jefe del Estado mayor, general Nebojsa Pavkovic. Todo parece indicar que Kostunica ha pagado a Pavkovic su abstención a recurrir a la fuerza militar el 5 de octubre. Tampoco eliminó Kostunica de su cargo al siniestro jefe de los servicios secretos, Rade Markovic, quien salió catapultado de su cargo, en cuanto Djindjic asumió en enero la jefatura del Gobierno de Serbia. Ahora, Markovic hace compañía a Milosevic en prisión.

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Kostunica respondió ayer a las acusaciones contra el Ejército por su papel en la detención de Milosevic y sostiene que los críticos no tienen ni idea de las competencias de cada institución en un sistema democrático.

El presidente de Yugoslavia insiste en pulir su imagen de nacionalista serbio democrático, porque sabe que eso constituye su mejor acervo cara al pueblo serbio y lo cuida al máximo. Djindjic ha puesto de manifiesto su talento político, pero carece del carisma y de la popularidad de Kostunica a la hora de ganar votos. Hasta ahora, la presencia del enemigo común les había obligado a barrer debajo de la alfombra las diferencias. Con Milosevic en la cárcel, las discrepancias y rencillas en las filas de la DOS han salido a flote con una fuerza especial, que pronto podría convertires en virulencia.

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