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Columna
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¿Otra vez la A-92?

Este artículo se repite hoy debido a los numerosos errores informáticos con que apareció en la edición de ayer.

Confieso que siento vergüenza. Confieso que el otro día, cuando en los telediarios nacionales empezaron a hablar de la A-92, no pude evitar una sensación de sonrojo, a pesar de estar sentado en el salón de casa. La obra emblemática del PSOE en Andalucía, la vía de comunicación que iba a vertebrar transversalmente Andalucía, la infraestructura viaria que iba a ser el motor del desarrollo económico y social de Andalucía, era una vez más noticia de primera plana en los telediarios de mayor audiencia. Y no precisamente para orgullo de los andaluces: un corrimiento de tierras en Diezma (Granada) ha sepultado parte de la A-92 y la ha dejado fuera de juego y sin posibilidad de utilización por un período de tiempo que los técnicos aún no se atreven a pronosticar (y subrayo la palabra pronosticar, porque visto lo visto no pueden hablar de 'fijar', ni siquiera de 'estimar').

Una vez más se confirma que la obra emblemática del PSOE en Andalucía, la A-92, se ha convertido en el mayor 'emblema de la chapuza'. Se ha puesto de manifiesto, otra vez, el modo de operar de una Administración pública (socialista), que hizo de la chapuza su norte, su modus operandi y, en muchos casos, también una suculenta fuente de ingresos. La A-92 se ha caído por mil sitios, pero a nadie en el PSOE de Andalucía, empezando por Chaves, se le ha caído todavía la cara de vergüenza; llevo, como el resto de los andaluces, más de diez años circulando -con grave riesgo de mi vida- por la A-92, y reto a quien quiera a responder la siguiente pregunta: ¿recuerda alguien haber transitado por una A-92 sin obras? Jamás, en más de diez años de vida, ha dejado de haber máquinas en la A-92, reparando los socavones, los baches, los hundimientos, los defectos de trazado...

Una vez más se barrunta -lo siento por los almerienses- que seguirá sin ha-ber dinero suficiente para que la A-92 llegue hasta Almería. La 'gran obra vertebradora de Andalucía' -decían en el PSOE- que iba a unir Huelva con Almería en 1992, sigue sin unir Huelva con Almería en el 2001. Poco falta para que el retraso socialista alcance una década (la Década Prodigiosa... socialista). Además, mientras el dinero de la A-92 se vaya en echar las capas de asfalto que algunos distrajeron cuando se construyó, o en recuperar los muchos cientos (¿miles?) de millones que se 'perdieron' en comisiones, o en reconstruir la vía en los trazados por los que la lógica decía que no podía discurrir la carretera, pocas esperanzas tendrán los almerienses de ver llegar la A-92 al puente de Rioja.

Una vez más tendrán que seguir esperando los que creyeron de buena fe a los que prometieron que la A-92 se convertiría en 'el motor del desarrollo económico y social de Andalucía'. La A-92 iba a ser el instrumento (¿mágico?) que propiciara que Andalucía dejaría de ser la última comunidad autónoma española (en el 2001 seguimos estando a la cola de España) en renta, en crecimiento, en gasto social... Diez años después, no se puede negar que la A-92 ha sido, desde luego, el motor de crecimiento económico... de unos pocos. ¿En cuánto estaba presupuestada la A-92 originariamente? ¿Cuánto ha costado hasta la fecha? ¿Cuántos hospitales, cuántos centros escolares, cuántas residencias de mayores se podrían haber hecho con el dinero perdido en la A-92?

Claro que si uno recuerda historias no muy lejanas en el tiempo de maletines volantes (¡con las manos en la masa se cogió a más de uno de los intermediarios!), de comisiones multimillonarias, etcétera, puede explicarse por qué resultó tan defectuoso el diseño y la construcción de la A-92. Aún tenemos fresca en la memoria la sentencia del caso Ollero (por cierto: ¿puede alguien explicar por qué se condenó a los empresarios por pagar una comisión, y no se condenó a ningún alto cargo por recibir la comisión que aquellos pagaron?), que es la punta del iceberg de la corrupción socialista de la A-92. Podemos ahora saber por qué los trazados eran tan chapuceros que discurrían por terrenos que se sabía que se hundirían; podemos saber por qué las calzadas tenían menos de la mitad del asfalto que necesitaban (volatilizándose el resto misteriosamente); podemos saber por qué había tanta prisa en adjudicar las obras, aunque los 'expedientes administrativos' fueran tan chapuceros como la obra que se construía... e incluso podemos saber en un caso concreto (e imaginar en el resto) a quién enriqueció la A-92. Y ¡ojo!: bien hará la oposición en no dejar de vigilar las perpetuas obras de reparación, de nuevos trazados y, en definitiva, de reconstrucción de la A-92.

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Confieso que siento vergüenza de la A-92. Confieso que el otro día, sentado ante el televisor viendo los telediarios, se me puso la carne de gallina al recordar en toda su magnitud la vergüenza que ha supuesto para Andalucía la Gran Chapuza: la A-92. ¿Dimisión? ¿Quién ha dicho dimisión? ¡Prietas las filas -dicen en San Vicente-, silbad y mirad para otro lado! Y ¡a vivir, que son dos días...!

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