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Entrevista:MOHAMED DARIF | PROFESOR MARROQUÍ EXPERTO EN ISLAMISMO

'Los islamistas ganarían si participaran en las elecciones marroquíes'

Mohamed Darif, de 42 años, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Mohamedia, es uno de los principales expertos marroquíes en islamismo, sobre el que ha escrito 17 libros.

Pregunta. ¿Cuantos grupos islamistas hay en Marruecos?

Respuesta. Muchos, pero el 90% está integrado en Justicia y Caridad, que dirige el jeque Yassin. Hay otros grupos pequeños: algunos moderados y otros más radicales como los llamados Afganos Marroquíes, que pelearon en Afganistán y en Bosnia, o el Movimiento Islámico Combatiente, que perpetró en 1994 el atentado contra los turistas españoles en Marraquech. Si estos grupúsculos no practican la violencia, no es porque no quieran; es porque no pueden.

P. ¿Qué papel ostentan los islamistas en Marruecos?

R. Son la oposición, la auténtica oposición, aunque no estén en el Parlamento. Encauzan el descontento popular.

P. ¿Cuál es la fuerza de Justicia y Caridad?

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R. Su fuerza no son sus militantes, sino su capacidad de movilización. En octubre del año pasado la manifestación legal pro Palestina de Rabat congregó a casi dos millones de personas, de las cuales me atrevería a decir que el 80% eran islamistas. Están muy implantados en los suburbios urbanos y en los ambientes universitarios. Yassin dirige el movimiento con mayor capacidad de movilización de Marruecos.

P. ¿Por qué no dan el salto a la política?

R. Justicia y Caridad lo intentó en dos ocasiones a principios de los ochenta. Presentó sus estatutos, pero no fueron aprobados porque, según el Ministerio del Interior, pretendía utilizar la religión para fines políticos y se niega a reconocer al rey como Comendador de los Creyentes. Es un movimiento no legalizado pero tolerado, lo que permite a las autoridades prohibir las actividades que les disgustan. Aunque lo quisiera, no podría presentarse legalmente a las elecciones.

P. ¿Lo querrá algún día?

R. Justicia y Caridad es ante todo un movimiento social, no político. Ahora bien, Yassin está modificando sus ideas. Evoluciona hacia el modelo iraní, en el que los religiosos guían a los políticos para que gestionen el día a día. Así se explica la creación, en 1998, de los llamados círculos políticos de Justicia y Caridad, que tienen su propio secretario general. Son la antesala de un partido político y también una escuela de formación de cuadros. Yassin se lamenta a veces de poder contar con las masas pero de carecer de cuadros.

P. ¿Cuál sería la fuerza de ese partido en las urnas?

R. Para que acudan a las elecciones deben cumplirse ciertos requisitos: que los círculos se conviertan en partido y reconozcan al monarca su papel de jefe religiso y que las autoridades legalicen a la nueva formación. Entonces, si los comicios son limpios, los islamistas serán los vencerores.

P. ¿Quiénes son los seguidores de Justicia y Caridad?

R. Desde 1983, el Estado marroquí ha dejado de estar presente en muchos ámbitos sociales. Justicia y Caridad está empeñada en reforzar su legitimidad religiosa a través la acción social, ayudando a los desheredados, que en este país, que atraviesa una mala racha económica, son muchos. Mohamed VI compite con los islamistas cuando intenta ser el rey de los pobres.

P. Los islamistas reparten medicinas u otorgan pequeñas ayudas económicas. ¿De dónde sacan el dinero?

R. Cada militante entrega el 2,5% de su sueldo al movimiento. Hay además en este país algunos ricachones con sensibilidad islamista que hacen donaciones. Poseen también pequeños negocios como librerías y cobran por participar en sus actividades culturales o de recreo como sus colonias de vacaciones. Su principal fuente de ingresos es, sin embargo, la inmigración marroquí en Europa. De ahí que hayan constituido redes para ayudar a emigrar a sus simpatizantes.

P. ¿Qué relación tiene Yassin con otros islamistas árabes?

R. Prácticamente ninguna, aunque ahora empieza a abrirse un poco. Además, a diferencia de Argelia, no están tentados por la violencia.

Mohamed Darif, en Rabat.
Mohamed Darif, en Rabat.EL PAÍS

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