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El Museo Picasso rehabilita la figura de Albert Gleizes con una exposición

La retrospectiva reúne 200 obras del pintor y teórico cubista

'Gleizes siempre ha tenido mala prensa', reconoce Christian Briend, comisario de la exposición y conservador de la colección del siglo XX del Museo de Bellas Artes de Lyón. En parte, afirma, ello se debió a su abundante obra teórica -'difícil de leer', confiesa- y al hecho de que desde los años treinta 'se volvió reaccionario'. También influyó la circunstancia de que no era fácil ver su pintura ya que, al estar casado con una rica heredera, no necesitaba vender su obra ni promocionarla; su evolución religiosa, que le llevó a abrazar un catolicismo de raíces casi medievales que se contraponía al laicismo de las vanguardias históricas, y, añade Briend, a la influencia que tenía el marchante Daniel Henri Kahnweiler, que 'reescribió la historia del cubismo de manera que los únicos auténticos representantes del movimiento eran los que estaban en su galería'.

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La exposición retrospectiva de Gleizes, abierta hasta el 5 de agosto, se enmarca en el proceso de revisión histórica que estudiosos estadounidenses y franceses están realizando sobre las primeras vanguardias. En el marco de estos estudios, que en España se refleja en el esfuerzo de varias galerías privadas por recuperar la figura de otros históricos artistas cubistas españoles o franceses, la retrospectiva de Gleizes tiene el aliciente de que cuenta con numerosas piezas que no se habían visto en Europa desde hacía décadas y que provienen de colecciones públicas y privadas estadounidenses.

Acontecimiento

Albert Gleizes, el cubismo en majestad tiene, en este sentido, el carácter de acontecimiento. Reúne un conjunto de 62 pinturas, 64 dibujos y 65 obras gráficas que se distribuyen en un montaje cronológico dividido en cinco grandes etapas. La primera abarca las obras realizadas entre 1901 y 1909, en las que Gleizes se inspira en el impresionismo y el simbolismo social. Entre 1910 y 1913, Gleizes produce sus obras más significativas desde el punto de vista histórico, ya que es en este momento cuando, junto a Jan Metzinger, publica el libro que les permitió entrar, siempre a contrapelo, en la historia ortodoxa del arte. Se trata de Du 'cubisme', el primer libro sobre el movimiento aparecido en 1912 y en las que intentaban dar forma científica a las experimentaciones iniciadas por Picasso y Bracque. El de Gleizes, como explica Briand, es un cubismo que nunca olvida la tradición clásica y en el que, exceptuando momentos puntuales, siempre hay una tensión entre figuración y abstracción.

Las obras realizadas durante la I Guerra Mundial, que pasó en parte en Nueva York y Barcelona, incorporan un mayor colorido y, entre 1919 y 1930, ya de vuelta en Francia, se deja llevar por una mayor abstracción de raíz geométrica y casi ornamental. En la última etapa, entre 1930 y 1953, utiliza grandes formatos para su complejo programa de renovar la pintura religiosa, para lo que, sin abandonar la técnica cubista y abstracta, se inspira en el arte románico.

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