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Columna
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Apariciones que son armas

Mi amigo Joxe Mari me envía un correo electrónico en el que muestra su preocupación por el papel que los intelectuales y los comunicadores estamos jugando en este país: 'Cada uno tenemos nuestros medios preferidos', escribe, 'es normal; pero es que creo que todos ellos, sin excluir a nadie, hacen mucho daño. En lugar de tender puentes, parece que lo que les interesa es contentar a su propio electorado, pero así no avanzamos. Muchas veces apago la radio por no poder soportar algunas opiniones que se vierten, pero supongo que lo mismo les ocurrirá a los que escuchan otras versiones. Y lo que más me duele y extraña es que los que andan en esas tertulias y comentarios, son gente bien preparada, con muchos datos...' Leo estas sentidas palabras y recuerdo el libro de Alessandro Baricco titulado City, donde uno de sus personajes, el profesor Kilroy, desarrolla una acerada reflexión sobre la degradación de las ideas.

Tesis 1: los hombres tienen ideas. Estas ideas son, en un principio, 'apariciones provisionales de infinito'. En su status nascendi las ideas no pueden ser otra cosa que confusa profusión, abiertas al cambio y esencialmente inútiles para todo fin práctico, totalmente alejadas del enunciado cartesiano sobre las ideas claras y distintas; con otras palabras, 'un maravilloso follón'.

Ahora bien (tesis 2), las personas no pueden dejar de expresar sus ideas, y es entonces cuando empiezan los problemas. Expresar una idea exige ordenarla, simplificarla con objeto de hacerla inteligible, limando para ello aristas, llenando vacíos, renunciando a algunos de sus desarrollos posibles. En palabras de Kilroy/Baricco, 'lo que estás haciendo en ese momento es perder el contacto poco a poco, pero con una velocidad impresionante, con el origen de tu idea, con el maravilloso e infinito embrollo intuitivo que era tu idea, y eso con el único y miserable propósito de expresarla, es decir, de fijarla de un modo lo suficientemente fuerte y coherente y refinado para resistir la honda expansiva del mundo que te rodea, las objeciones de la gente, el rostro obtuso de los que no se han enterado muy bien...'

De esta manera, las ideas dejan de ser ideas para convertirse en 'objetos solidísimos, mecanismos perfectos, máquinas de guerra'. Y es así (tesis 3) como las ideas dejan de ser lo que eran, peor aún, dejan de ser lo que podían ser, un maravilloso caos creativo, para convertirse en criaturas autónomas cuyo único objetivo es sobrevivir en competencia con otras ideas. Es entonces cuando ocurre su metamorfosis final: 'El hombre las mira, descubre el placer de esgrimirlas, de utilizarlas, de verlas en acción. Antes o después, es algo inevitable, aprende que pueden utilizarse para pelear. Nunca antes lo había pensado. Eran apariciones. Sólo había pensado en hacer que los demás las vieran, eso era todo. Pero, con el tiempo, nada de ese deseo originario se salva. Eran apariciones: el hombre las ha transformado en armas'.

Apariciones transformadas en armas: ¿eso estamos haciendo con nuestras ideas? El combate cultural está siempre en la base de la transformación social, también en el caso del denominado problema vasco y de su apéndice terrorista. En este sentido, nunca será suficiente el intercambio de ideas. Pero en demasiadas ocasiones quienes encontramos espacio en los medios de comunicación en virtud de nuestra condición de 'gente de ideas' mostramos un encarnizamiento infinitamente mayor que los propios adversarios políticos en el terreno electoral. Escribió hace tiempo el sociólogo Pierre Bourdieu que en muchos intelectuales existe una cierta propensión al terrorismo, pues si de ellos dependiera trasladarían al campo social y político las guerras de verdades que tienen lugar en el campo intelectual ('yo tengo razón, luego tú sólo puedes estar equivocado') sin tener en cuenta que estas guerras tienen consecuencias muy distintas cuando lo que está en juego no es la vida o la muerte simbólicas, sino la vida real. Creo que esta posibilidad es la que preocupa a Joxe Mari. Y por lo que me toca, a mí también.

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