El vuelo del ave
Las reyertas ideológicas son compatibles con los forcejeos políticos de radio corto. ¿Cómo determinar que existe un revés de la trama? Observando... el vuelo del ave. Si éste es zigzagueante, o hace extraños, es que el bicho lleva un cimbel atado a una pata.
Viene lo dicho a cuento del recurso socialista contra la Ley de Extranjería. La última, gracias a la presión de los propios socialistas, ha terminado por convertirse en una de las más abiertas de Europa. España es el país que menos requisitos exige para la regularización de ilegales. Y es, asimismo, el único país que de modo explícito reconoce el derecho subjetivo de los ilegales a recibir enseñanza básica gratis y asistencia sanitaria gratis (en Italia se contempla la enseñanza gratis, pero sólo se dispensa la asistencia sanitaria previo pago de una tasa). Cuando, por tanto, afirma Aznar que la ley es muy progresista, se está ateniendo a los hechos. ¿Por qué los socialistas, que no se ocuparon en absoluto de estas cuestiones mientras estuvieron en el poder, consideran que la ley es insuficiente?
El argumento formal es que vulnera derechos tales como el de asociación, manifestación o sindicación. El Constitucional determinará si estos derechos están universalmente amparados por la Carta Magna. De momento, el asunto es contencioso. Lo que no es contencioso es que estos derechos no ocupan un lugar destacado en el menú reivindicativo de los inmigrantes. Primero, porque ya se ejercen por la vía de hecho. Segundo, porque su importe práctico es escaso. Consideremos el derecho de sindicación. El ilegal, por definición, no existe legalmente, y no puede por tanto denunciar ante la magistratura de trabajo la violación de un contrato. El derecho de sindicación le interesa, si acaso, por razones indirectas. Por ejemplo, para alegar arraigo y promover el proceso de regularización. Pero el empadronamiento sirve a este mismo fin de modo mucho más eficaz.
Esto, en lo que se refiere a los socialistas. ¿Qué hay de los populares? El Gobierno, como cualquier Ejecutivo que en el mundo ha sido, busca afirmar su control sobre el flujo migratorio. Un camino es el de convertir en discrecionales una serie de prestaciones y actos administrativos que en los casos normales están sujetos a ley. Verbigracia: en ningún país civilizado se le negará asistencia sanitaria a un sin papeles que sufra un cólico nefrítico. Pero no se quiere elevar esta disposición humanitaria a un compromiso escrito, porque entonces se correría el riesgo de convertir la Seguridad Social, que es un recurso escaso, en un bien al alcance automático de cualquiera. Se pastelea y se trapichea. Una chapuza, sí. Aunque, a la vez, una chapuza prudente.
Lo notable es que el Gobierno, en el proceso de consensuar la ley, se comprometió, como ya he adelantado, a la prestación automática de asistencia sanitaria. Es más: se comprometió a impartir enseñanza general básica a personas que teóricamente no están en el mapa. Dejo en suspenso si la decisión fue inteligente o no. Lo que está claro es que el Gobierno ha cedido en extremos de más sustancia efectiva que los llamados derechos políticos. ¿Cómo explicarse entonces su tiesura de última hora? Ha llegado el momento de dejar la ideología y volver a la política.
El PSOE renunció a presentar enmienda a la totalidad contra el proyecto de ley. Tampoco puso pies en pared en la Comisión del Senado. Pero existía un hervor en las latitudes socialistas. Se quería que Zapatero mostrara carácter y subrayara sus diferencias con el Gobierno. Y los derechos humanos parecían una buena causa. La ley se atascó en el pleno del Senado, y al Gobierno se le subió el humo a las narices. Es conocido que Zapatero habría preferido evitar el recurso. Ahora bien, como se había puesto en marcha un mecanismo imparable, optó por sumarse a la corriente. Y al cabo hemos aterrizado donde ahora estamos.
¿Consecuencias positivas? Pase lo que pase en el Constitucional, se estimulará el debate público sobre el alcance de la protección constitucional a determinados derechos. O quizá no. Somos a veces más ágiles de cintura que de cabeza.
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