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Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

Las ruinas de la revolución industrial

El colectivo ciudadano Proyecto Arrayanes intenta salvar el viejo paisaje minero de Linares

En las estribaciones de la Sierra Morena jiennense se conserva lo que un periódico británico denominó 'el secreto mejor guardado de Europa'. En las tierras de lo que fue el distrito minero de Linares, uno de los más importantes del continente, aún se mantienen en pie muchas de las instalaciones que hicieron posible la llegada de la revolución industrial a España. En torno a esta localidad, y a las vecinas de Bailén, Guarromán, Baños de la Encina, Carboneros, Santa Elena o Vilches, las tradicionales dehesas mediterráneas se ven salpicadas de chimeneas y otros tinglados mineros, llamativa amalgama que dibuja un paisaje singular.

Empresas de media Europa, lideradas por las inglesas, explotaron a conciencia los yacimientos de plomo de esta comarca, en un proceso que tuvo su punto álgido en la segunda mitad del siglo XIX. Hasta 11.000 mineros llegaron a trabajar en los 700 kilómetros que ocupaban las galerías de los numerosos pozos, a los que habría que sumar los operarios que se empleaban en la manipulación y transporte del mineral. Una actividad que transformó profundamente este territorio, hasta convertirse en su principal seña de identidad.

Algunas minas llegaron a constituirse como auténticos pueblos, con dotaciones completas de servicios, zonas de viviendas y su propia línea de ferrocarril. En los filones más importantes, como el de la Tortilla o el de Arrayanes, aún se conservan las centrales térmicas que suministraban electricidad, los caminos de herradura, las escombreras de estériles, los edificios que albergaban las máquinas de vapor empleadas en el desagüe de los pozos, las cabrias o castilletes desde los que colgaban las jaulas que conducían a los mineros hasta las galerías, los lavaderos de mineral o los comedores de los obreros. En total se han identificado una docena de pozos de gran valor histórico, a los que se unen, como construcciones de interés, un buen número de fundiciones, trazados ferroviarios y chimeneas.

'Este legado', sostiene Emilio Molero, técnico de la Diputación de Jaén y miembro del colectivo Proyecto Arrayanes, 'es de difícil clasificación, porque cuenta con elementos arquitectónicos, artísticos, tecnológicos, botánicos, faunísticos, urbanísticos, artesanos y hasta lingüísticos'. 'Mientras que algunos espacios protegidos, como los parques naturales, son testigos de la Edad Ecológica de la Humanidad, este tipo de paisajes mineros nos devuelven a los albores de la Edad Industrial y, por tanto, son también una valiosa referencia ambiental de nuestra cultura y nuestra historia', añade Molero.

Las alteraciones que introdujo la minería en todos los recursos naturales de esta zona han terminado por crear un nuevo modelo ecológico, en el que aparecen formaciones vegetales especializadas, adaptadas, por ejemplo, a los suelos de las escombreras, o una comunidad faunística igualmente peculiar, en la que abundan las rapaces, pequeños mamíferos o reptiles, que se han acomodado en las antiguas fábricas.

Proyecto Arrayanes nació en Linares hace 10 años, precisamente con el objetivo de recuperar este legado, de evitar su desaparición. Un colectivo al que se han ido sumando todo tipo de profesionales. Ellos son los que han alertado a las distintas administraciones del abandono y el expolio sistemático que viene sufriendo este patrimonio único, para el que reclaman, de manera urgente, la declaración de Bien de Interés Cultural. Mientras que la respuesta de las autoridades andaluzas no deja de ser tímida, el proyecto es el único que representa a España en la Red Europea del Patrimonio Minero, una iniciativa de la Comisión Europea con la que se pretende impulsar el valor didáctico y turístico de este tipo de enclaves.

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Una vez que se logre detener el proceso de deterioro que viene sufriendo, este paisaje minero-industrial, aseguran los miembros de Proyecto Arrayanes, ayudará a los vecinos de Linares a comprender quienes son, les servirá para reconocerse en unas señas de identidad de comunes, para recuperar su memoria histórica, aún cuando la última explotación minera se cerró hace tan sólo una década. Y a partir de ahí, proponen, debería diseñarse un producto turístico original y de calidad, con infraestructuras de uso público, centros de interpretación e itinerarios educativos y recreativos.

Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es

Residuos industriales de las antiguas explotaciones mineras de Nerva.
Residuos industriales de las antiguas explotaciones mineras de Nerva.GARCÍA CORDERO

Yacimientos abandonados

En Andalucía, la historia del aprovechamiento de los yacimientos mineros se remonta a varios miles de años. El cobre, el hierro, el plomo y los metales preciosos estuvieron presentes en la cultura tartésica, en la época romana y también en la árabe. Pero la explotación a gran escala no llegaría hasta el siglo XIX, de la mano de las tecnologías industriales e impulsada por la creciente demanda de metales y combustibles. Aún siendo una actividad que puede causar un grave impacto ambiental, hasta 1982 no se dictaron normas relativas a la restauración de las zonas en las que se dan este tipo de aprovechamientos. Las evaluaciones de impacto ambiental solo comenzaron a ser obligatorias a partir de 1988 y, en Andalucía, no se legisló específicamente al respecto hasta que en 1994 se aprobó la Ley de Protección Ambiental. De esta manera, se cuentan por miles los yacimientos abandonados, en los que no cabe exigir responsabilidades por daños al medio ambiente, y por millones las toneladas de residuos generados y no siempre depositados correctamente. Entre 1991 y 1995, la Consejería de Medio Ambiente llevó a cabo un inventario de canteras, graveras y yacimientos mineros. En total se localizaron más de 5.000 explotaciones, de las que 959 se encontraban en funcionamiento y 4.129 no registraban actividad. Por provincias, los yacimientos abandonados, que suelen ser los más problemáticos, se concentran en Córdoba (1.040), Sevilla (617) y Jaén (530), mientras que los activos abundan en Almería (157) y Granada (156). Los técnicos de este organismo han calculado en casi 50.000 millones de toneladas el volumen de residuos generados por estas explotaciones, desechos que se concentran en Granada (más de 15.000 millones de toneladas), Sevilla (alrededor de 10.000 millones) y Almería (casi 8.500 millones).

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