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Reportaje:

Los taxímetros corren de más

La aplicación de turnos rotatorios en el aeropuerto de Sevilla provoca la ira de los taxistas habituales de la parada

El aeropuerto de Sevilla tiene una historia oscura. Una historia con ingredientes de novela negra: abusos, clanes mafiosos, coacciones, amenazas y, últimamente, hasta detenciones.

Los protagonistas de esta historia son la treintena de taxistas que, según el Ayuntamiento, controlan la recogida de pasajeros en el aeropuerto desde hace varias décadas. Ellos son los cabecillas de un grupo de unos 120, habituales en el aeródromo, a los que la delegación municipal de Tráfico y Transportes acusa de cobrar tarifas abusivas y de impedir a otros compañeros (son más de 2.300 en la ciudad) que acudan a cargar a esa parada, la más lucrativa.

Juan Carlos Cabrera, director del municipal Instituto del Taxi, cuenta denuncias de turistas que han llegado a pagar hasta 30.000 pesetas por un traslado a la calle García de Vinuesa, en el centro histórico; un trayecto que no debería superar las 3.000. Denuncias que terminan sobreseídas en un 90% de los casos: en el momento de ratificarlas personalmente, al turista le sale más barato dejar correr el asunto que volver a Sevilla para reclamar su dinero.

'Llevo aquí 19 años y los hay que llevan más de 30. No vamos a permitir que nos impongan nada'

El instituto calcula que cada uno de estos conductores puede hacer unas 10 carreras al día. A 3.000 pesetas por viajero, son 30.000. Con que dos de ellos sufran un cobro abusivo, los ingresos diarios pueden subir a 50.000. 'Al mes, salen, mínimo, a un millón de pesetas cada uno', afirma Cabrera.

El delegado de Tráfico y Transportes, Blas Ballesteros, se propuso acabar con esa situación al llegar al cargo y asegura que cuenta con el respaldo de todos los sectores implicados. La solución adoptada ha sido disolver el grupo estable de taxistas que trabajaban en el aeropuerto mediante la instauración de unos turnos rotatorios para aquella parada. Los taxistas han sido divididos en siete grupos y cada día sólo pueden acudir al aeropuerto los adscritos a uno de esos grupos.

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La decisión fue aprobada por el Instituto del Taxi en octubre de 2000 con el voto a favor de todos sus miembros (partidos, sindicatos y patronal del sector) excepto el PP, que se abstuvo. Ballesteros se enorgullece de haber sido el primero en tomar esta decisión, que ya fue propuesta por otros gobiernos locales en 1993 y 1997, pero que ninguno llegó a aplicar.

La nueva regulación se puso en marcha el 1 de marzo y, de entonces para acá, el aeropuerto parece una ciudad sin ley. El grupo de taxistas que controla la parada ha impedido que otros compañeros pudiesen cargar pasajeros. De las amenazas, que incluyen llamadas telefónicas a los domicilios de los taxistas, se ha pasado incluso a sembrar de tachuelas la zona de recogida de viajeros.

Esta semana ha sido relativamente tranquila, gracias a la presencia policial. Un grupo de entre 40 y 50 taxistas de los asiduos mata el tiempo leyendo prensa local y deportiva, vigilados de cerca por dos policías locales que se encargan de organizar la llegada y salida de los taxis desde que estalló el conflicto.

Hace un par de semanas, el número de agentes era muy superior. Entre sus tareas se encontraba, incluso, la de custodiar a los autobuses que cubren el trayecto entre Sevilla y el aeropuerto. La empresa Los Amarillos tiene destinados habitualmente dos vehículos para este servicio pero ha tenido que sumar uno más debido al 'incremento espectacular' de viajeros que se viene produciendo desde que los taxistas iniciaron su peculiar paro.

Los dos autobuses de línea que realizan siempre esta ruta han sufrido sendos ataques en los últimos días, aunque los taxistas aseguran que los agresores 'no pertenecen al gremio'. Lo cierto es que uno de los vehículos tiene la luna delantera rota por dos enormes pedradas que le lanzaron desde una parada a la salida de Sevilla el pasado 6 de marzo, mientras que en los cristales delanteros y laterales del otro se aprecian los efectos de múltiples golpes de menores dimensiones.

A los policías locales se ha sumado una dotación de cuatro, y hasta seis, agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Los incidentes han provocado tres detenciones de taxistas. La última, el pasado jueves, fue la de un conductor buscado por pinchar las ruedas de otros compañeros. Identificado por la Policía Local en el aeropuerto, y con una turista montada en su vehículo, huyó hacia Sevilla a más de 160 kilómetros por hora, según los agentes. El detenido quedó en libertad con cargos.

Aunque, según la nueva norma municipal, en la parada tendría que haber taxis libres de la letra correspondiente a ese día, las horas pasan sin que llegue ninguno. Si algún viajero reclama este servicio, los policías avisan a un radiotaxi. 'Eso sí que es un robo. Cuando llegan aquí el taxímetro marca ya un mínimo de 700 pesetas', aseguran los taxistas que hacen guardia en el aeródromo. Sólo el fin de semana, que no hay autobuses, se da un servicio normalizado.

'El taxi no está en huelga, el Ayuntamiento no nos deja prestar servicio', reza una de las pancartas que han colgado frente a la puerta de llegadas del aeropuerto. 'Si llegamos al aeropuerto cargados desde Sevilla, nos tenemos que volver vacíos aunque haya viajeros esperando', protesta uno de ellos, que asegura que acude habitualmente a esta parada desde 1982. 'Llevo aquí 19 años y los hay que llevan más de 30. No vamos a permitir que nos impongan nada', afirma exaltado y levantando la vista de las páginas de un periódico local que ese día informa de que el Ayuntamiento va a expedientar a siete de ellos, información que ellos se apresuran a desmentir.

Tráfico asegura, por contra, que citará mañana a los siete taxistas expedientados para comunicarles que se arriesgan a una retirada del permiso de entre seis meses y definitiva. De momento, el particular enfrentamiento ya se cobra a diario un número considerable de víctimas: los viajeros que aterrizan en Sevilla con total desconocimiento de la existencia del conflicto. Pasado el desconcierto, algunos viajeros se muestran indignados, pero la mayoría reacciona sumisamente y espera el autobús, que llega cada media hora. Ballesteros asegura que la medida no tiene vuelta atrás y que los habituales del aeropuerto tendrán que ir buscando otras zonas para trabajar.

Los conductores de Los Amarillos también se sienten víctimas. Aseguran que están haciendo horas extras por las que no cobrarán más. Desde que empezó el conflicto trabajan 10 horas diarias, algunos días hasta las dos de la madrugada.

Aunque ya no van escoltados, los autobuses tienen prohibido realizar las paradas intermedias en el trayecto del aeropuerto a Sevilla. Van directamente al centro. Muchos taxistas, que conocen esta circunstancia, les siguen durante el recorrido para recoger a los turistas cuando bajen del autobús y llevarlos a su hotel.

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