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Crítica:LITERATURA POPULAR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Niña que riegas las albahacas...

Quedamos la semana pasada en que hoy hablaríamos del agridulce cuento de La niña que riega las albahacas. Cuento atípico y prodigioso, en verdad, por innumerables motivos. Los más relevantes, sin duda, se refieren al significado, pues ninguno como él constituye -constituía- el centro de gravedad de la tertulia campesina, cuando llegaba la hora del jolgorio colectivo a expensas de las instituciones más sagradas: la realeza, con sus príncipes abusadores; la educación pasiva de las niñas en edad de merecer; y hasta la obligada boda final, que aquí era también vapuleada, con la singular pedorreta que Mariquilla, la menor y más lista de la tres hijas de una familia modesta, le hace al príncipe engañador.

Es cuento, por descontado, que podemos encontrar en otras muchas culturas europeas y mediterráneas, pero que en Andalucía adquiere sabores peculiares, y muy especialmente en su segunda parte, hoy casi perdida; tal vez porque es la más chusca y escapó casi siempre a la mirada impertinente del erudito y a la de las clases medias.

Dos variantes principales conviven en nuestro territorio, aunque con un cierto predominio de la que comienza simplemente describiendo la proximidad casual de dos viviendas: la de una familia pobre que tiene tres hijas muy guapas; y la de la mismísima familia real, el palacio donde vive el príncipe heredero. Éste acosa a las tres muchachas por la azotea, cuando suben, una tras otra, a regar una maceta de albahaca (de claro contenido erótico en la simbología de las plantas).

Una versión recogida por Alberto Alonso, del Centro de Profesorado de Córdoba, en Arjonilla (Jaén), insiste en que 'todas las tardes el príncipe salía a cazar palomas', cuyo contenido simbólico es también harto evidente. El acoso del príncipe reviste la forma de una célebre pregunta: 'Niña que riegas las albahacas, ¿cuántas hojitas tiene la mata?'. Las dos hermanas mayores, avergonzadas, no acertarán qué responder, pero sí la tercera, la despabilada Mariquilla. Aquí ya aparecen numerosas subvariantes. En nuestra versión de Galaroza (Huelva), recogida en 1983 a Catalina Tejera, una anciana iletrada pero extraordinariamente culta en estos saberes, la respuesta es: 'Usté que sabrá de leé y escribí y de contá, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo y arenitas tiene el ?'.

La versión gaditana, publicada por Arcadio Larrea en 1952, va buscando otra rima no menos sorprendente: 'Escribanito del rey, que sabes leé y escribí en griego, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo?'. De otro pueblo de Jaén, Santisteban del Puerto, recogida el mes pasado por un profesor del equipo de trabajo que acabamos de poner en marcha por esas tierras, es: 'Y tú, rey pinturero, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo?'. La perla, sin embargo, la hallaremos en la versión de Arjonilla: 'Y usté, rey sabirutero, ¿cuántas estrellitas tiene el cielo?'; con ese precioso neologismo popular, que significa 'sabelotodo'.

Este debate lírico (del que Lorca sacó un delicado juguete y que pasó, también hermoseado, a una célebre zarzuela) seguirá desarrollándose y complicándose por rumbos insospechados, conforme se enreda la acción. El príncipe, no conforme con la burla de que ha sido objeto por parte de Mariquilla, trama su primera venganza, que es disfrazarse de encajero y embaucar a las tres doncellas con su mercancía. (En la versión de Galaroza, única en este punto de las estudiadas, lo hará de sardinero). Una vez logrado su propósito, que es intercambiar con Mariquilla una pieza de encaje por un beso, el dialoguillo aumentará de esta guisa: 'Y el encaje que te vendí, ¿te salió malo o te salió bueno?'. En otra versión del Valle del Guadalbullón: 'Y el beso del encajero, ¿cómo fue, bonito o feo?'. Nos queda ahora la venganza de Mariquilla, que es la más divertida. Y la segunda parte del cuento, sencillamente genial. El próximo día.

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