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Reportaje:DINERO

El 'capitalismo popular' entra en crisis

El 'crash' bursátil dispara el endeudamiento de la mayor parte de los hogares de EE UU

Enric González

CSFBdirect, una filial de Credit Suisse First Boston que antes se llamaba DLJDirect, gastó el pasado octubre cuatro millones de dólares en cambiar el nombre y el logotipo. Su actividad, la compraventa de acciones por Internet, era una de las más boyantes del grupo, y en la presentación de la nueva marca no se escatimaron superlativos: tenían entre manos el negocio del futuro. El lunes, la compañía despidió a 150 empleados, el 10% de su plantilla, por falta de actividad. Charles Schwab, uno de los brokers electrónicos más populares de Estados Unidos, ha anunciado que pronto pondrá en la calle a un número indeterminado de sus trabajadores; la clientela ha dejado de enviar órdenes electrónicas. No es extraño, ya que los 11 millones de clientes de Charles Schwab, ahorradores modestos en su gran mayoría, han perdido 83.400 millones de dólares en un año. En promedio, sale a 11.000 dólares, casi dos millones de pesetas, por cabeza.

En 1999, los ciudadanos tenían depositado más dinero en el parqué que en los bancos
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El gran traspiés del capitalismo popular

La crisis bursátil entraña un riesgo inmenso, un peligro tan paralizante que Wall Street no se atreve a mirarlo de frente: la fuga de los pequeños inversores del parqué. Es decir, el fin de la fiesta. Por el momento, eso no ha sucedido. Ya nadie compra, pero la gran masa de ahorradores se resiste a vender y, por tanto, a asumir las pérdidas. Cuanto más se prolongue la crisis, más se tensará la paciencia del accionista de a pie.

Las bolsas contemporáneas han crecido gracias al capitalismo popular, una denominación con la que Margaret Thatcher vistió su programa de privatizaciones y que ha hecho fortuna en los últimos 20 años. La cosa consistía en que todo el mundo tenía acceso a la inversión en Bolsa y todos podían beneficiarse de unas plusvalías crecientes. La inversión masiva, popular, en acciones ha llevado a las bolsas hasta alturas nunca imaginadas. Al fin y al cabo, el mecanismo de los mercados bursátiles tiene un perfil muy parecido al de la estafa de la pirámide: mientras no se interrumpa la entrada de dinero fresco, nadie pierde.

En ninguna parte ha sido el fenómeno tan espectacular como en Estados Unidos. En 1956, sólo el 5% de los estadounidenses invertía en Bolsa. En 1973, ese porcentaje ya rondaba el 15%. El año pasado, más de la mitad de los hogares de EE UU tenía sus ahorros, todos o parte de ellos, invertidos en acciones. Un dato aún más significativo: en 1999, los ciudadanos de a pie tenían depositado más dinero en los parqués de Wall Street que en cuentas bancarias. Los ahorros para los estudios de los hijos, para posibles enfermedades, para la jubilación, estaban en un lugar tan seguro como el mercado electrónico Nasdaq.

700 billones en fondos

Sólo en fondos de inversión, los ahorradores estadounidenses tienen depositados cuatro billones de dólares, unos 700 billones de pesetas. Casi exactamente esa cantidad es lo que se ha evaporado de las bolsas desde marzo del año pasado, cuando empezó la gran crisis. En un sólo día, el lunes pasado, se esfumaron 500.000 millones de dólares, unos 88 billones de pesetas.

'Los pequeños inversores están dolidos y llevará bastante tiempo atraerlos de nuevo', comenta Greg Smith, analista de JP Morgan. ¿Cuánto tiempo? Eso depende de la duración de la crisis. ¿Y cuánto durará la crisis? Eso nadie lo sabe. Si uno escucha a los analistas de Wall Street, los problemas serán breves y hacia finales de año deberían empezar a resolverse. Los economistas que trabajan en las mismas instituciones que los analistas -Goldman Sachs o Merrill Lynch, por ejemplo- ofrecen una versión totalmente distinta. No quieren ser citados, por razones obvias (trabajan en el negocio bursátil), pero los dos consultados por este periódico ofrecen un mismo argumento básico: esto no puede ser un sobresalto, sino una recesión, y de las considerables, porque los ciudadanos no pueden gastar ni un dólar más. Están endeudados hasta las cejas. Se calcula que, con los actuales precios de las acciones, la mayoría de los patrimonios familiares deben ser negativos (deuda superior a los activos). Aunque los tipos de interés bajaran al 2%, los americanos no harían otra cosa que consolidar.

Los economistas predicen una temporada de purga en la que los hogares de Estados Unidos gastarán lo menos posible y se concentrarán en reducir su endeudamiento. A eso contribuirá una oportuna ley, en trámite en el Congreso, que endurecerá las condiciones de la quiebra personal: ya no bastará, como hasta ahora, declararse en bancarrota para que en Visa, Mastercard o American Express hagan un gesto de resignación y rompan las facturas; aunque haya quiebra, la cuenta de la tarjeta de crédito seguirá pendiente.

Las subidas astronómicas de las acciones favorecieron un gasto disparatado, la exuberancia irracional, en palabras de Alan Greenspan, con que Estados Unidos se lanzó al consumo en los años noventa. Todo el mundo creía tener un tesoro en Wall Street. Y la revolución tecnológica prometía, según la mayor parte de los gurus, un desarrollo ininterrumpido e ilimitado, libre de los molestos ciclos expansión-recesión que habían caracterizado desde siempre al sistema capitalista.

Breves descensos

El capitalismo popular ha gozado de buena salud desde principios de los ochenta porque, desde entonces, no ha habido recesiones graves, y los descensos bursátiles como los de 1987 o 1990 duraron pocos meses. Bastaba un poco de paciencia, mantener la inversión, buscar incluso algunas gangas, para reengancharse en una breve temporada al tren de las plusvalías. Los pequeños capitalistas no recuerdan, o prefieren no hacerlo, la crisis de las bolsas en 1973 y 1974, cuando la bajada de las acciones se combinó con un brote de inflación para triturar las inversiones. Si sirven las comparaciones, entre 1973 y 1974, el índice Nasdaq -un mercado recién creado por entonces y aún con escaso volumen de contra-tación- cayó un 60%. En los pasados 12 meses, ese mismo índice ha caído un 62%.

Podría esperarse una reacción de pánico. El 19 de octubre de 1987, el lunes negro, el índice Dow Jones cayó 508 puntos, un 22,6%, porque hubo miedo y un sistema informático mal planteado emitía ininterrumpidamente órdenes de venta. En el martes negro del 29 de octubre de 1929, la caída fue sólo del 11,7%, y eso bastó para desatar una marea de ventas y para ahuyentar por muchas décadas a los pequeños inversores. Esta vez, el mercado resiste. Es decir, el capitalismo popular muestra nervios de acero y, a diferencia de los especuladores profesionales o aficionados, prefiere esperar y recuperar en el futuro a dar por buenas las pérdidas. El lunes pasado, con el Nasdaq bajando un 6,3% y el Dow Jones un 4,1%, se ordenaron las ventas justas para que el mercado funcionara, ni una más.

'No puedo permitirme la venta, tengo que recuperar lo perdido', comentaba el miércoles Geri Esposito, de 47 años, secretaria y madre de tres niños, residente en las afueras de Nueva York. Como casi cualquiera que entrara en Bolsa a mediados del año pasado, Esposito recuperaría ahora la mitad de lo invertido, o menos, si decidiera liquidar sus acciones. 'Son los ahorros para la universidad de mi hija; aún dispongo de un margen de un par de años que para que el Nasdaq suba de nuevo', explicó. Si fuera posible retroceder unos meses, ¿volvería a invertir en Bolsa? 'Lo dudo'.

100.000 puntos para el Dow

Los gurus de Wall Street, que ignoran en qué va a acabar el presente estropicio bursátil, han depositado toda la fe en el determinismo histórico, según el cual en las bolsas de Nueva York nunca se pierde dinero si uno tiene paciencia. 'La niebla se disipará y el sol brillará de nuevo, como siempre en América', escribe Lawrence Kudlow, uno de los más populares analistas financieros. Kudlow y otros gurus echan mano de las estadísticas. Entre 1947 y 1999, la rentabilidad media del índice S&P 500 fue del 13,4% anual. Basándose en esa frecuencia, dos economistas, Roger Ibbotson y Rex Sinquefield, calcularon en 1974 que 25 años más tarde, en noviembre de 1999, el Dow Jones llegaría a los 10.000 puntos. Y sólo erraron en unos meses: se alcanzó el 29 de marzo. Dado que la frecuencia del 13,4% parece exacta, las previsiones para el futuro son luminosas: el Dow Jones, ahora por debajo del 10.000, estará en los 100.000 puntos en 2025. Como dice Kudlow, 'hay que mantener la fe, la fe es lo más importante'.

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