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Reportaje:MARÍA LUISA DE MARILLAC | PLAZA MENOR

Lujo oriental

No hace falta que sea domingo ni festivo. Basta con tener unas horas, curiosidad y buenas piernas para subir -en Jaén todo es subida o bajada- a la Plaza de María Luisa de Marillac, más conocida por la Plaza de los Baños Árabes.

El porqué del nombre lo sabrá aquel que se anime a emprender el paseo que desde la Plaza de la Constitución, ahora en obras, y que don Ricardo Villegas Méndez de Vigo, buen conocedor de estos andurriales titula: Monumento a la Tinaja. Y no le falta razón, porque esta plaza, junto con otra más pequeña dedicada a un deán, fue la antigua Plaza del Mercado, donde estaba la Casa de las Comedias, ahora dividida por el edificio de Hacienda que también partió el Palacio de los Vinuesa. Vale más ser ignorada y seguir adelante dejando a la derecha el Palacio Renacentista de los Vilches hasta la Plaza de San Francisco, a la sombra de la catedral.

'Rey Fernando, te emplazamos a que dentro de 40 días te presentes con nosotros ante el juicio de Dios'

Calle La Parra, Arco del Consuelo, hasta la Calle Maestra. Allí si se desvía a la izquierda dará con el Arco de San Lorenzo, Monumento Nacional, único y magnifico resto que queda de la antigua iglesia de estilo gótico-mudéjar del mismo nombre y que alberga en uno de sus laterales una hermosísima capilla mudéjar con bóveda de ladrillo, al igual que lo son los azulejos de cerámica que adornan las paredes.

Un Cristo gótico es la imagen que se venera. Pero no pregunte a los vecinos que Cristo es. 'Yo soy de aquí de toda la vida y no he entrado nunca', dice Luisa, una vecina que habla con otra desconocedora de la advocación al igual que la señora de los pollos asados.

Dice la leyenda que aquí estuvo sepultado Fernando IV El Emplazado. La verdad es que en este sitio velaron su cadáver después de que se cumpliese el deseo de los hermanos Carvajal.

Estos dos, de Martos, fueron acusados de un asesinato y por ese crimen conducidos a la presencia del Rey que a pesar de sus protestas de inocencia y sus juramentos, les condenó a la máxima pena. Y no a una muerte cualquiera: ordenó que fuesen despeñados.

Cuando se iba a cumplir la sentencia, uno de los dos condenados se adelantó hacia el rey y dijo: 'Rey Fernando te emplazamos a que dentro de 40 días te presentes con nosotros ante el juicio de Dios'.

No impresionarían las palabras al rey, que dio la orden de empujarlos. Se arrepentiría, sin duda, porque a los 40 días murió.

Con el regusto de lo medieval y el aliento recuperado en esta parada, suba por Aguilar, pase por la Plaza de San Juan y en dos zancadas se plantará en la bonita Plaza de María Luisa de Marillac.

Merece la pena detenerse a la entrada del recinto y saborear la perspectiva antes de poner el pie en el empedrado suelo de cantos rodados sobre el que reposan varios bancos de hierro colado frente a un centro de la tercera edad que ostenta, curiosamente, una cruz roja a la izquierda del letrero.

Haciendo ángulo, los Baños Árabes de Jaén-Palacio de Villardompardo, a cuyo frente hay tres cuidadas y gruesas palmeras.

Si se anda un poco por la suave y empinada plaza en forma de trapecio y si los chavales que están jugando al fútbol se lo permiten, podrá admirar una preciosa fuente más que antigua donde un cisne mordido y estrangulado por una serpiente emite su último canto al cielo en forma de manso y grueso chorro, que, por lo corto, no llegará jamás a mojar los cuatro enormes árboles que dan sombra a esta parte del recinto.

A la izquierda, subiendo un murete, la calle Santo Domingo y a la derecha, bajando, la de la Cuna.

La noble puerta de Palacio está abierta al visitante, pase por ella apoyándose en la gruesa madera y tras un vestibulillo entre al patio de orden toscano donde verá arcos de medio punto rebajado sobre columnas. Arriba, una galería superior con arcos del mismo orden pero más rebajados.

Como lo que se quiere visitar hoy son los Baños vaya al fondo a la izquierda, como los servicios de los bares y pase por una sala cubierta de estera hasta una puerta. Venza el vértigo, pues al terminar la estera, el suelo es absolutamente transparente para que se pueda observar la estructura de éste Monumento Nacional descubierto por Romero de Torres y restaurado por Borges Roldán.

Anden por el vestíbulo fijándose en la bóveda de medio cañón con sus dieciocho luceras estrelladas y alcoba en ambos lados. Luego, paralela a la anterior, la Sala Fría, aún con más luceras por ser más importante. Esta Sala da paso a la Templada, grande, cuadrada, que contiene otro cuadrado central, techada por una bóveda que se apoya sobre columnas y bóvedas de medio cañón. También tiene alcobas a los lados.

Al final la Sala Caliente, donde estaban las calderas.

A los lados hay dos alcobas cubiertas con bóvedas de medio cañón con cinco luceras. La sala central, una bóveda de medio cañón corrido en la que se abren otras cuatro luceras.

Las paredes están estucadas sobre pequeñas tuberías por donde circulaba el agua caliente y el suelo con las losas separadas para que el aire, también caliente, subiera a esta sofisticada sauna, hamman para los árabes del siglo XI ó XII quizá el mayor y mejor conservado de España.

No sólo el Palacio guarda esta reliquia. Pueden dejar otros días para visitar el Museo de Arte Naif o el de Artes y Costumbres Populares. Ambos merecen un lugar por separado en la agenda, donde no tenía sitio el Hogar de la Tercera Edad que le puede acoger-60 pesetas cerveza con tapa-sin que le pidan documento alguno a juzgar por la cantidad de gente joven que ocupa la barra contrastando con los más ancianos que juegan al dominó.

Vicente Milla, carpintero engañado por el encargado, sirve la barra donde Manuel Cruz, camionero, le recordará al Lenteja, dueño de una taberna en la misma plaza, que cuando se iba a los toros muy puesto de sombrero, chaqueta y puro, era devuelto a su casa inevitablemente beodo en un carrillo de manos, entre el general pitorreo de sus vecinos y clientes.

Ahora, ya cuesta abajo, procure no tropezar porque entre la paz de los Baños, la rusticidad de los cacharros, el Museo de Arte Naif con sus colorines y las dos cervezas, puede que tenga el espíritu y la vista un poquito alterados.

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