La vida en carretes de fotos
Ocho artistas británicos muestran su visión del mundo en el Canal de Isabel II
Una avanzadilla del vanguardismo fotográfico británico se ha asentado en un antiguo depósito del Canal de Isabel II con el propósito de enseñar su concepción del mundo. Como resultado, las paredes de la sala de exposiciones estarán, hasta el 25 de marzo, empapeladas con imágenes de artistas patéticos, carreteras solitarias, oscuridades rotas sólo por un punto de luz, ríos que se venden, árboles desvanecidos, tipos vulgares vistos a través de una ventana o jóvenes que apuran la vida a grandes sorbos de alcohol, drogas y abandono.
Aparte de inmortalizar instantes, los ocho fotógrafos británicos quieren demostrar con sus creaciones que la fotografía puede pasar de ser documental a poética gracias a La fantástica repetición de ciertas situaciones, una frase del escritor Nabokov que da título a la exposición. 'El objetivo es mostrar cómo la cámara consigue, partiendo de la descripción de la realidad, transportarnos a un mundo poético y fantástico', dice la consejera de Cultura, Alicia Moreno, en su preámbulo al catálogo de la cita.
Las técnicas y procedimientos de los artistas son muy distintos. Por ejemplo, Shizuka Yokomizo envía cartas a desconocidos para explicarles que a cierta hora de una noche concreta les aguardará con su cámara frente a su ventana y les hará una fotografía mientras miran hacia el exterior. La clave de 'la extraña y sutil fuerza psicológica' de los retratos, al decir de la experta Kate Bush, está en que el modelo y la fotógrafa establecen una 'intimidad temporal'.
Sophy Rickett, otra de las fotógrafas, también se inspira en la noche y ofrece carreteras pobladas por farolas o por un individuo solitario en la lejanía. Keith Tyson da una visión de la fotografía mucho más conceptual, abstracta, para demostrar que a golpe de obturador uno es capaz de reflejar ideas matemáticas, científicas o filosóficas.
Corinne Day se revela mucho más terrenal y pasional. En Diario, el trabajo de diez años, hace alarde de su realismo sucio exhibiendo retazos de su vida en Londres en los noventa. Aparece su novio, su mejor amiga y compañeros de farra, orgías y accidentes en una serie trágica, donde no falta la enfermedad ni la muerte. La propia artista sale fotografiada cuando recobra el conocimiento después de un operación cerebral.
Los modelos de Julie Henry, por el contrario, sí miran a la cámara, la adoran. En Concurso de talentos retrata con cariño y un punto de amargura a gente que sueña con ser famosa. Y David Shrigley se arma de ironía 'para denunciar el maltrato de los seres humanos al medio ambiente', como dice la directora de exposiciones de la Comunidad de Madrid, Pilar Navascués.
Muestra un caracol con un caparazón preparado para poner publicidad, un río en venta o una mina antipersona colocada en un parque con niños jugando al fondo. Dryden Goodwin reflexiona sobre la fotografía a base de dibujos e imágenes 'congeladas', y Steven Pippin, conocido por sus incursiones fotográficas en los aseos públicos y las lavanderías de barrio, se lo monta aquí con la televisión.
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