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El triunfo de la sofisticación

Que el rigor científico de la economía financiera ha registrado importantes avances en las dos últimas décadas viene avalado por la media docena de premios Nobel que en dicho periodo han ido a parar a profesores e investigadores en la citada disciplina. Por otra parte, es ampliamente reconocido que los avances teóricos en finanzas son en muchas ocasiones la punta de lanza para innovaciones financieras que gradualmente van siendo generalizadas por los mercados financieros: inicialmente en un ámbito restringido a los segmentos mayoristas, para luego ir extendiéndose a la operativa con clientes.

Las teorías en torno a la valoración de opciones, que valieron el último Nobel 'financiero' a Robert Merton y Myron Scholes en 1997, constituyen probablemente el más claro ejemplo de avance teórico seguido de utilización práctica. Esas teorías aportan modelos, sencillos en su intuición pero complejos en su desarrollo, para valorar opciones, y en general contingencias que permitan introducir discontinuidades en los perfiles de riesgos implícitos en cualquier estrategia de inversión o financiación.

Pues bien, la reciente eclosión de los denominados productos estructurados va precisamente en la dirección de diseñar operaciones financieras casi a medida, sobre la base de una combinación de instrumentos financieros 'primarios o subyacentes' (renta fija, renta variable, divisas, etcétera) y 'contingentes' (opciones o combinaciones de ellas), que permiten generar estructuras de rentabilidades muy diversas en función de la evolución del subyacente: por ejemplo, acotando riesgo de pérdidas al tiempo que se limita la posibilidad de ganancias; referenciando la rentabilidad a una cesta de acciones, o a la que mejor comportamiento registre de ellas; incorporando techos y/o suelos a los tipos de interés, etcétera. Esos instrumentos son especialmente atractivos en entornos como el actual, de muy reducidos tipos de interés a obtener en las inversiones sin riesgo, pero también de temor a asumir riesgos en abierto mediante inversiones directas en valores de renta variable. Ni que decir tiene que esa dosificación de los riesgos tiene un precio, bien en términos de primas explícitas a pagar o de intereses, o ganancias futuras, a que se renuncia de forma implícita, y la clave será el equilibrio entre ese precio y la apropiada redistribución de riesgos resultante en cada operación.

Por ello es de agradecer la aparición del libro de Roberto Knop, director adjunto del área de riesgos de mercado en BSCH, y profesor de la Escuela de Finanzas Aplicadas (Grupo Analistas), editora del mismo. El libro presenta una selección de los principales productos financieros de diseño, consiguiendo magníficamente el difícil equilibrio entre el rigor expositivo necesario para desarrollar los principios básicos de valoración de cada uno de ellos y la amena exposición de las ventajas e inconvenientes que presenta su uso desde la doble perspectiva de los inversores y los emisores, así como del perfil de riesgos que para ambos tipos de usuarios representa cada instrumento. Y todo ello con un lenguaje asequible y con múltiples ejemplos que facilitan su lectura y comprensión.

Ángel Berges es catedrático de Economía Financiera en la Universidad Autónoma de Madrid y socio de Analistas Financieros Internacionales.

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