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La policía admite que la grúa municipal está al borde de la "paralización total"

Antonio Jiménez Barca

Un centenar de las 125 grúas municipales que circulan por Madrid se encontraba el pasado 4 de marzo prisionero de su propia carga: no podían salir de sus bases porque en éstas no existe sitio para dejar el coche que llevan encima, por lo que debían permanecer aparcadas hasta que el propietario de algún vehículo acudiera a retirar el suyo y dejara así hueco para otro. Esto ocurre todos los días. La situación se denunció en febrero, pero, lejos de remitir, el colapso ha aumentado desde entonces. Un escrito policial fechado el 4 de marzo advierte de que 'la saturación de las distintas bases operativas [abarrotadas de coches] está llegando a límites extremos que pueden ocasionar, en breve, la total paralización de la flota [de grúas]'.

Y esto se nota en la calle: los automovilistas, conocedores de que el servicio de la grúa está maniatado, han comenzado a aparcar mal con más asiduidad y casi con total impunidad. Por ejemplo, en la calle de Serrano, en el tramo que une la plaza de Colón con la plaza de la Independencia -con frecuencia uno de los más vigilados por la grúa y hasta hace poco limpio de vehículos mal aparcados-, había ayer más de 20 coches estacionados en el carril-bus.

De esta forma se echa por tierra la campaña municipal para hacer respetar el carril-bus, destinado al transporte público, y se desbaratan los planes del Ayuntamiento, que la pasada Navidad puso en marcha la instalación de conos con el fin, precisamente, de aislar la vía reservada a taxis y autobuses. No es lo mismo pagar una multa, que además se puede recurrir, que sufrir las consecuencias inmediatas de la grúa, que implican pagar la denuncia y rescatar el vehículo tras abonar 14.000 pesetas.

Debido a la falta de grúas operativas, prosigue el escrito firmado por el sargento Juan García Sánchez, 'resulta lógico que haya retrasos, cada vez mayores, en la prestación del servicio, e incluso que existan peticiones que no pueden ser atendidas a lo largo de un turno'.

El PSOE tilda el hecho de'desastroso', 'tragicómico' y 'propio del PP'.

El escrito remitido por la policía pasa luego a ocuparse de las emergencias a las que presta servicio la grúa: 'Lógicamente, se intentan atender siempre, y lo antes posible, las emergencias, y con posterioridad las restantes peticiones, haciéndose prevalecer aquéllas que puedan resultar más urgentes sobre las que lo sean menos. Pero inevitablemente llegará un momento en el que ni siquiera las peticiones de emergencia podrán ser enviadas, por muy urgentes que puedan llegar a resultar'.

Posteriormente, el sargento Juan García Sánchez señala que el 4 de marzo existieron 'serios problemas' para encontrar una grúa libre que pudiera desplazarse a retirar un coche que, tras sufrir un accidente, se encontraba parado en la M-30, 'en una zona en la que un vehículo accidentado suponía un grave riesgo para la circulación'.

Aparcadas en los pasillos

El sargento describe después la situación de las grúas cargadas con coches aparcadas en los pasillos de las bases. 'Se ha comprobado visualmente, por parte del que esto suscribe, que los vehículos y grúas se encuentran en doble fila y/o en pasillos [de las bases], con los consiguientes riesgos que ello puede acarrear a la seguridad'.

El 4 de marzo, las seis bases operativas de la capital (Barceló, Carmen, Colón, Imperial, Orense y Velázquez) ofrecían un aspecto cercano al colapso. Entre todas almacenaban 271 coches más de los que en teoría caben en esos depósitos.

El agente policial no se queda ahí, y traza un futuro más negro todavía: 'La situación amenaza con trasladarse al exterior de las bases'. Es decir, estos depósitos están tan llenos de vehículos que dentro de poco, si el Ayuntamiento no lo remedia, las grúas cargadas invadirán la calle. Así lo describe el sargento García Sánchez: 'Muchas grúas tienen problemas para entrar en los recintos y existe el riesgo de que queden en la vía pública, cargadas con coches, pendientes de poder pasar, y afectando al tráfico rodado o a la propia entrada al aparcamiento público'.

El concejal socialista Eugenio Morales apela a la ironía para describir esta situación: 'Es decir, las grúas, que en teoría están puestas ahí por el Ayuntamiento para que retiren los coches mal aparcados y facilitar así la circulación a los madrileños, no sólo no se dedican a eso, porque no pueden salir, sino que van a acabar formando ellas mismas un atasco en la calle e impidiendo que la circulación fluya'. Y continúa: 'es esperpéntico y triste, además de reflejar una gran incompetencia por parte de la concejal de Policía Municipal, María Tardón'.

El origen del problema hay que buscarlo en el depósito de coches municipal de Mercamadrid, donde el Ayuntamiento envía los vehículos que ha atrapado la grúa una vez han pasado una semana en las bases céntricas. Este depósito, con capacidad para 2.600 coches, se encuentra desbordado y casi al doble de su capacidad. Los coches se amontonan unos encima de otros como si, en vez de vehículos de cuatro ruedas, fueran ladrillos para hacer una obra. La concejal Tardón aseguró el pasado 20 de febrero que la situación se solucionaría 'en unos días', porque se tenía pensado vender para chatarra más de 2.000 coches almacenados en Mercamadrid. Esto no se ha hecho todavía.

El Pacto por la Movilidad, un documento presentado en mayo de 2000 por el equipo de gobierno del PP para arbitrar medidas encaminadas a mejorar la circulación, señalaba que había que 'fomentar la movilidad de las grúas como elemento disuasorio, evitando los puestos fijos, y abrir nuevas bases de depósito en la ciudad más próximas a las zonas de actuación'.

'Todo eso suena a broma, dada la actual situación', concluye el concejal Morales.

Depósito municipal de coches de Mercamadrid, abarrotado de vehículos, el pasado jueves.
Depósito municipal de coches de Mercamadrid, abarrotado de vehículos, el pasado jueves.MIGUEL GENER

Los 'gruístas', sin trabajo

En el abarrotado depósito de coches subterráneo de la plaza de Colón, cinco operarios de la grúa se encontraban ayer por la mañana charlando y fumando apoyados en un coche. A 200 metros, en la superficie, en la calle de Serrano, unos 20 coches permanecían aparcados en el carril-bus, impidiendo que el autobús circulara correctamente. Pero los operarios de la grúa no podían despejar la vía. Sus grúas, al no encontrar sitio donde dejar el coche que habían recogido, estaban aparcadas, con el vehículo encima, en los pasillos de la base. Hay veces que estos empleados esperan todo el día a que su grúa quede libre de carga; esto es, a que venga el automovilista propietario del coche a pagar la tasa y retirarlo. 'Mientras tanto, aquí estamos', comentaban ayer, aburridos de no hacer nada. A su alrededor, 24 grúas cargadas con coches. Un policía señalaba con resignación: 'A esta base pertenecen sólo 17 grúas, pero, como no caben en otros sitios, vienen aquí'. Los operarios asentían al comentario. Fumaban y esperaban.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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