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¿Mujeres en la política o feminismo político?

La creciente presencia de las mujeres en los parlamentos y en la gestión política actual plantea nuevos interrogantes sobre los posibles cambios que puedan derivarse de ello. Hoy la gran mayoría de las organizaciones de mujeres estamos de acuerdo en reconocer que todavía la presencia de las mujeres en los órganos de decisión política es mínima (10% de media), en constatar la falta de sensibilidad y decisión del colectivo masculino por compartir la gestión política y doméstica con las mujeres, en apuntar la relación general de dominación de los hombres sobre las mujeres como una de sus principales causas explicativas y en reclamar la presencia de las mujeres en los órganos de decisión y en los puestos de responsabilidad y dirección, en función de su capacidad y opciones, sin que el sexo se convierta en un absurdo obstáculo.

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Este análisis es ya un avance importante. Indica que la necesidad e importancia de la intervención de las mujeres en el marco político no es un ya debate, sino un acuerdo. Al parecer, en este momento, el debate se sitúa en otro punto: ¿Abogamos por la presencia de mujeres en los parlamentos, sean de la ideología que sean, sólo por el hecho de que haya mujeres, o lo que queremos es que intervengan mujeres que desde el feminismo como filosofía global que es de la persona, la sociedad y la política, aporten alternativas para toda la sociedad? ¿O las dos cosas?

Desde la experiencia de una organización feminista que lleva 14 años trabajando progresivamente por la transformación de la sociedad a partir de la recuperación del poder personal que siempre se ha negado a las mujeres, primero hemos visto la necesidad de buscar y ofrecer alternativas concretas como organización social que somos. Y después hemos llegado exigir públicamente la autoridad política que nos corresponde para optar por intervenir en los órganos de decisión política no por ser mujeres biológicamente, sino por ofrecer una alternativa global a esta sociedad diseñada y mantenida a partir de una filosofía sexista, que ha tocado techo y que no ofrece alternativas de vida para la ciudadanía ni de derechas ni de izquierdas. Así lo hemos demostrado en la presentación de un programa político en las últimas elecciones europeas.

Es cierto que si las mujeres, sólo por serlo, tenemos el derecho elemental de toda persona de elegir y realizar un proyecto propio de vida a nivel personal, profesional, social, también lo tenemos para intervenir en la gestión de la sociedad en todos sus puestos. Como decía, este derecho hoy no es discutible. Pero que las mujeres por el hecho de ser ciudadanas estén en el marco político como han estado los hombres, con sus discursos, sus métodos, sus estrategias, no aportaría un cambio cualitativo. Nosotras planteamos la urgencia de que el feminismo tenga un espacio político como una alternativa global a la política actual.

Los hombres han gobernado el mundo desde distintas filosofías, unos mejor y otros peor; unos han sido conservadores de derechas y otros de izquierdas, pero siempre han gestionado la política, y siguen haciéndolo, desde una filosofía patriarcal que acepta como si fuera natural o normal la subordinación del colectivo de las mujeres al de los hombres, para sacar de ello unos beneficios reales, de tipo sexual, económico, social o de bienestar doméstico. Aprendiendo de la experiencia de las situaciones ventajosas que les ha proporcionado esta jerarquización, la practican también con los hombres por ser de otra raza, de otro pueblo, por su edad, sus condiciones económicas.

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Los valores que rigen su práctica política para organizar el reparto de los bienes y recursos, para conseguir salud, educar al pueblo, hacer las leyes, cuidar el medio ambiente, etc,no tiene futuro. El feminismo es hoy una de las filosofías alternativas que aporta una esperanza de transformación. Una filosofía y una práctica que ha ido creando un nuevo modelo de persona, integrador de la riqueza de la experiencia colectiva de las mujeres y la de los hombres y unos valores potenciadores del desarrollo personal y colectivo.

El feminismo político es una alternativa de gestión política, capaz de introducir una nueva forma de gestionar los bienes, la salud, la economía, la educación, etc., beneficiosa para el conjunto de las mujeres y los hombres y de la naturaleza, y potenciadora de una sociedad basada en criterios de justicia, libertad y solidaridad entre las personas y los pueblos. Un programa político feminista con posibilidades de realizarlo aportaría un cambio profundo en el análisis de la situación económica actual, en los objetivos a conseguir a corto y medio plazo, en los métodos, lenguajes, relaciones, en el respeto a los derechos elementales de las personas y, sobre todo, de los sectores hoy desfavorecidos.

Algunas mujeres y hombres se preguntan: '¿y por qué sólo las mujeres?'. Nosotras nos preguntamos también: ¿dónde están las organizaciones de hombres, los partidos políticos, los sindicatos, dispuestos a hacer política integrando la filosofía, los métodos, las formas de hacer política que propone el feminismo político? ¿Dónde están estas organizaciones que hayan decidido compartir la gestión política realmente, sin convertir a las mujeres en floreros embellecedores de sus partidos, en trabajadoras fieles a sus intereses, en relleno de listas, en compañeras impuestas por cuotas, en temidas competidoras?

Todavía hoy, las organizaciones feministas nos vemos obligadas a hacer política feminista, liderando nuestras propias opciones y programas políticos. Parece ser que los doscientos años de lucha organizada sólo de mujeres no le han bastado todavía a la sociedad patriarcal. Por eso, seguimos trabajando para que se vaya aproximando el momento histórico en el que las mujeres y hombres decidan compartir la responsabilidad de la vida doméstica y del trabajo político para gestionar la sociedad conjuntamente y con criterios éticos que produzcan desarrollo humano a nivel personal y colectivo.

María José Urruzola es integrante del Colectivo Feminista Lanbroa.

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