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Reportaje:LA CRÓNICA

Una experiencia religiosa

Una brigada de policías urbanos patrulla cada día la ciudad montados en sus mountain bike

Salgo a patrullar con la brigada ciclista del Eixample de la Guardia Urbana. Este cronista se apresura a aclarar que no será neutral. No: reconozco que tengo un prejuicio positivo en lo que respecta a la Guardia Urbana en particular y la policía en general. Esto merece una explicación. En realidad, siempre que lo digo la gente me mira con cara rara. Resulta que viví un cuarto de siglo en Argentina, donde la policía es más peligrosa que los ladrones. Es corrupta y capaz de torturar de maneras muy imaginativas. Llegué a España hace casi veintitrés años y enseguida noté que los de aquí, aun en aquellas épocas inmediatamente posfranquistas, eran ositos de peluche comparados con los de allá. Luego, a medida que las fuerzas de seguridad se fueron renovando generacionalmente, la cosa se puso mejor y mejor, según mi humilde punto de vista. En mi modesta opinión, la policía somos todos, lo sepamos o no, nos guste o no. Con eso quiero decir que somos animales gregarios, condenados para bien y para mal a la convivencia, y la policía es un aceite que segregamos para que el mecanismo funcione. Si todos fuéramos maravillosamente respetuosos, honestos, pacíficos y solidarios, no necesitaríamos policía. ¿Cómo de civilizado es un pueblo? Para saberlo echemos un vistazo a su policía. En Argentina, corrupción y tortura son la regla. En España, la excepción. ¿Cómo es la policía en Holanda y Dinamarca? No lo sé, pero me lo imagino. Eficiente, respetuosa y apreciada por los ciudadanos a los que sirve. Claro, son países en los que todo el mundo va en bicicleta, que es otro indicador clave para medir el progreso de los pueblos.

Patrullando por la ciudad en bicicleta, que es una forma de patrullar 'light'. Los guardias vigilan 'carriles bici' y parques para que reine la armonía

Bien, salgo a patrullar con Ángel y Vicente, los agentes ciclistas del turno matutino. Otros dos agentes cubren el turno de la tarde. Unos pocos metros y empieza la función. Es rara la calle en la que no hay al menos un vehículo bloqueando el carril bici. Los agentes se apean, buscan al conductor y le solicitan que se marche. Sólo en último caso esgrimen el talonario de las multas. En las dos horas y media que patrullo con ellos, no ponen ninguna. Son más buenos que yo, que hubiera impuesto al menos un par a dos conductores respondones que, encima de obstruir el carril bici, pretendían tener razón. Ángel y Vicente demuestran santa paciencia con esos infractores que tienen más morro que espalda.

Hablando de santidad, casi tengo una revelación mística en la primera isla ajardinada del Eixample que visitamos. Mis compañeros de patrulla me explican con toda naturalidad que entre sus cometidos cotidianos figura la inspección de las áreas de juegos infantiles, para informar de su estado de conservación e higiene y sugerir mejoras a Parques y Jardines.

'¿Ves ese borde de cemento con una madera?', pregunta Ángel. 'Nosotros advertimos que formaba una arista potencialmente peligrosa para los chavales que juegan en la arena'. Los de Parques y Jardines recogieron el guante y suavizaron ese filo del mobiliario urbano clavando unos listones estratégicos. ¡Dios santo! Estoy emocionado. Estos tipos con chapa y pistola protegen a nuestros hijos como salidos del Manual del buen policía. El talante bonachón y la actitud servicial de estos guardias supera incluso las mejores expectativas de mi prejuicio positivo.

En fin, seguimos patrullando y -gracias a Dios- no pasa nada. Éste es uno de esos trabajos en los que el aburrimiento es una buena noticia. Sin novedad en el frente: chachi piruli. Nos acompaña Sergi Amposta, jefe de prensa de la Guardia Urbana. Viene en su propia mountain bike, vestido de ciclista de la cabeza a los pies. Es maestro, licenciado en Historia, Geografía y Criminología, y sargento del cuerpo. Seguro que hay policías prepotentes, groseros, abusones, embrutecidos e insensibles. Vicente, Ángel y Sergi me parecen exactamente lo contrario.

En alegre comitiva seguimos patrullando y llegamos al Escorxador, donde paramos para unas pocas preguntas periodísticas. Mientras contestan, los agentes no paran de mirar de reojo. Esa moto, que salga del parque; ese perro, que vaya atado y que su amo se prepare para ejercer de juntacacas.

Pregunta. La brigada ¿se compone de voluntarios?

Ángel. De hecho fui yo el que sugerí a los mandos la idea de crear el servicio. Lo lógico es hacerlo en pareja y me pidieron que eligiera a un compañero...

Vicente. Y me eligió a mí. Ángel y yo solemos salir a pedalear los fines de semana, cuando podemos. Yo voy cada día a trabajar en bicicleta.

Pregunta. ¿Mola ser poli en bici?

Ángel y Vicente. Sí, sí, estamos muy contentos. Aunque estamos para lo que surja, nos dedicamos con preferencia a los carriles bici, los jardines del interior de las islas y los parques públicos. Hacemos el trabajo que nos gusta.

Pregunta. ¿Os sentís bien recibidos por la ciudadanía?

Ángel y Vicente: En general, sí. Antes patrullábamos en moto; al ir en bici estamos más próximos a la gente, aunque no falta algún gracioso que dice: '¿Qué pasa, que la Guardia Urbana ya no tiene ni para gasolina?'.

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