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Tribuna:LA POLÉMICA JORNADA ESCOLAR
Tribuna
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Semana blanca, semana negra

Estamos en las fechas en que se celebra la semana blanca escolar, producto del Convenio Laboral del sector de la enseñanza para homologar las jornadas laborales entre las distintas provincias. Dada la tensión con la que se vive cotidianamente el trabajo en la escuela -nombre genérico en el que englobo también a los Institutos de la ESO-, los profesionales de la enseñanza ansían la llegada de estas fechas, como un campesino una semana de lluvia, tras una fuerte sequía.

'¡Qué bien vivís los maestros!', es la frase preferida de ciertas personas, para señalar la situación laboral de un profesional de la enseñanza, como un privilegio. Sin embargo, las personas que viven cerca de estos profesionales no opinan lo mismo, ni las estadísticas por depresiones, ni la prensa lo corrobora. En estos últimos años venimos recibiendo noticias de los países europeos que nos muestran la falta alarmante de profesores y su sustitución por profesionales no nativos. Esta situación ha llevado a algunos de ellos a reestructurar el horario escolar reduciendo las jornadas en días y horas. Aún no es el caso de España porque nuestro mercado laboral cuenta con un importante paro, pero si en 'España siguen yendo bien las cosas', lo será pronto.

Todos sabemos que cuando un país busca trabajadores fuera de sus fronteras, lo hace para completar el abanico laboral en dos escalas: en la más baja para empleos que nadie quiere, y la más alta para especialistas de tecnología punta. Nos encontramos en el caso de los empleos degradados, a pesar de que escuchemos a nuestros políticos proclamar, con la boca llena, la importancia de la escuela como creadora y transmisora de valores individuales y sociales. Pura hipocresía. La escuela en nuestra Europa del Euro (lo reconocen quienes no tienen miedo a la verdad) es un contexto creado para aparcar niños mientras los padres trabajan. A sus profesionales no se les tiene más consideración que la que se tuvo a los lacayos y, hoy día, a los inmigrantes, sector del que se echa mano para ocupar puestos que nadie quiere.

Tal consideración se recoge en este pensamiento, que se verbaliza con frecuencia: 'trabajas menos que un maestro' . En la propagación de esta manera de pensar han participado muchos de nuestros políticos incluyendo, de modo especial, cargos de la administración de la enseñanza, que obligados -por opciones personales o deudas políticas- a trabajar de sol a sol en sus despachos consideran vagos a todos aquellos que no sufran su horario. Así que ya se habla de extender la jornada a las tardes para que 'nos jodamos todos'. Porque gozar de las tardes libres es 'pura vagancia', impropia de una sociedad productiva en la que el trabajo no tiene que ser un medio de satisfacción, goce y realización personal, sino una labor satisfecha como deuda a la sociedad, a una sociedad cuya meta no es contribuir a la felicidad de sus individuos sino al aumento incesante del Producto Nacional Bruto. España ya está 'entre los grandes', oímos decir a nuestros políticos del PP, orgullosos de ser ellos los autores de la hazaña. ¿Hay algo bueno de lo que ellos no sean los autores? Ya somos de los que contribuimos más a destruir la capa de ozono, ya tenemos vacas locas, ya comemos comida basura, ya nuestros hijos se comportan como los hijos de los americanos, ya mandamos nuestros aviones -como los grandes- a bombardear por ahí afuera...

Para ello tenemos que producir cada día más, echar mas horas de trabajo, exigir a nuestros operarios, si quieren que se les contrate, que no pongan límite en su horario; darles sueldos ridículos para obligar a trabajar al padre y a la madre; liberalizar el mercado de trabajo: que no haya seguridad en el empleo porque así rinden más, se someten más a las exigencias del mercado, a los caprichos del jefe inmediato; porque cuantos menos derechos tengan, el mercado funciona mejor, así podremos ser más competitivos. Y los niños a la escuela, que los eduquen los maestros. Si conseguimos que haya horario por la tarde, ideal. Porque ¿qué hacemos con ellos en nuestras casas? 'Ellos de vacaciones y los niños a dar por culo todo el día en la casa', escuché hace dos días a un padre. Abrumados por el trabajo, insatisfechos, incapaces de gozar con ellos, los hijos nos estorban. Es la semana negra.

Y mientras todo esto ocurre, nos quejamos de que las cosas no van bien; de que la inseguridad aumenta, de que multitud de jóvenes toman las calles los fines de semana, sin horario, sin control en las bebidas, sin importarles para nada que haya vecinos con necesidad de descansar, meándose en las aceras... Hacemos comentarios sobre la violencia en la juventud, sobre la falta de respeto a sus profesores, sobre el escaso-nulo interés por aprender que tienen..., pero somos incapaces de entender nada, mucho menos de actuar. Un número importante de padres no acude a los centros cuando se le convoca para informarles sobre sus hijos.

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Vivimos en una sociedad de niños abandonados por sus padres y no me refiero a los niños de Brasil, sino a los que tenemos dentro de nuestras casas rodeados de comodidades, satisfechos de todos sus caprichos sin necesidad de hacer nada a cambio. Miento, con la obligación de que a cambio nos dejen tranquilos. Pues no es así, el abandono se paga caro y su primera consecuencia es la violencia que genera en lo más profundo del ser. Ya lo estamos viendo, es sólo el principio. El vértigo al que nos somete perseguir el poder y la 'grandeza' de ser -léase tener más que nadie-, nos está atrapando.

Así que yo les deseo a ustedes que descansen también de su trabajo y, si no pueden hacerlo, que lo reivindiquen porque se lo merecen ustedes, y sus hijos necesitan a unos padres atentos, pacientes y descansados para crecer sanos y equilibrados. También necesitan a sus maestros para lo mismo. Nosotros, los que ponemos un gran interés en nuestro trabajo, de verdad se lo digo, estamos muy cansados y, sinceramente, nos lo merecemos.

Antonio Moreno Nofuentes es catedrático de IES en Málaga.

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