Violeta alborota el patio de butacas
1.300 escolares bilbaínos siguen en el Arriaga una versión libre de 'La Traviata'
Muchas veces uno se encuentra en la ópera con niños emperifollados que parecen acudir a una trasnochada pasarela infantil en vez de a un espectáculo musical. Sin embargo, el Teatro Arriaga se llenó ayer de varios centenares de ellos que vestían con naturalidad y que se saltaron la rigidez que impone el género ante la condescendencia de sus profesores. Los 1.300 alumnos de colegios públicos que acudieron al coliseo participaron en el desarrollo de la obra, trastearon y, de paso, disfrutaron con Violeta, siglo y medio más joven.
Éste es el título de la versión libre y cómica de La Traviata de Giuseppe Verdi que la compañía Tacolo ofreció a unos espectadores cuyas edades oscilaban entre 10 y 12 años. Una adaptación que suaviza la carga dramática de la obra eludiendo la enfermedad y muerte de Violeta Valery, que y centra su evolución en el romance que ésta vive con Alfredo Germont. La historia, que adapta La dama de las camelias de Alejandro Dumas, la conocían relativamente bien ('Va de una chica que se llama Violeta, que se encuentra con un chico y luego pasan muchas cosas', recordaba una niña antes de entrar al Arriaga), ya que la habían 'estudiado en clase', aunque no todos sabían qué iban a encontrarse sobre el escenario.
'No sé', era la respuesta más extendida. 'Unas gordas cantando y bailando. Que no sé para qué cantan, porque no se les entiende. Son unas plastas, cantan en alemán o en francés...', peroraba un infante osado. Pero tampoco es de extrañar, ya que era la primera vez que muchos de ellos acudían a un montaje operístico.
Una vez dentro, se apagó la luz y por los gritos parecía que uno estaba en el pasaje del terro. Durante la función los cuchicheos fueron constantes y el respetable se hartó de silbar a modo de piropo cuando la soprano Ana Isabel Salomón salió a escena luciendo un generoso escote. Tampoco faltaron risas y réplicas a sus gorgojeos y agudos.
En suma, el bullicio contradijo a quienes auguraban que se dormirían y daba la razón a quien amenazaba con 'hacer pompas con los chicles' o adelantaba que no aguantaría callada porque ya descansa 'mucho por la noche'. Aunque también se aplaudió y se silbó con fervor cuando el protocolo lo exigía, y no faltaron bravos al final.
La intención del programador era iniciar a los jóvenes en un universo musical extraño, pero queda en el aire la duda de si se logró o no. Lo que más les gustó no fue el vestuario, ni la música del sexteto Lamia, ni las voces de los cantantes, ni la austera escenografía; fueron los traspiés de 'el borracho', el actor que interpretaba a un criado ebrio.
La mayoría no tiene intención de pedir a sus padres que le lleven de nuevo a la ópera, prefiere jugar con la consola de videojuegos o ver en la tele sus programas preferidos. Y al final alguno no se enteró de mucho. 'No se ha muerto la Violeta Verdi esa', comentaba una niña desilusionada por los pasillos del teatro. 'Yo no me he empapado de nada', reconocía sin pudor un compañero.
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