Carew, el gigante y la presión
El noruego borra dos meses desastrosos con tres goles al Villarreal
John Carew, de 21 años, es un grandullón tímido y despistado que adora el fútbol, pero odia la presión que genera en los jugadores de alto nivel. A ella atribuyen quienes le conocen la sequía que ha padecido en las últimas ocho jornadas. Se quedó clavado en nueve goles -ocho de Liga y otro de Liga de Campeones- durante casi dos meses. No soportó el agobio de la prensa. Le perjudicó tanta atención. 'Lo que menos me gusta de esta profesión es la presión', declaró a este periódico el noruego por el que el Valencia pagó al Rosenborg 1.500 millones de pesetas el pasado verano. Eso y que se enfrentó de corrido a todos los grandes: Depor, Barça, Madrid y Manchester. Vivió un mes y medio paralizado. Justo hasta el domingo, cuando la defensa adelantada del Villarreal se convirtió en un bálsamo para él y su poderosa zancada. Marcó tres goles y alcanzó los 11 tantos en la Liga.
Carew genera debate desde el primer día que aterrizó en Mestalla. ¿Tras sus 195 centímetros de altura y 85 kilos de peso se esconde realmente un delantero para el Valencia? Los números le avalan; el estilo, no. Sus 11 goles ligueros superan lo que se esperaba de él, cuando llegó como una promesa que acompañaría a Diego Alonso para suplir al Piojo López.
Adquirida la titularidad indiscutible, sin embargo, se le exigió como al que más. Y su fútbol tosco y antiestético quedó al descubierto cuando llegó Aimar con el violín entre los brazos. Parecía carne de banquillo. Pero Cúper, siempre partidario de darle más confianza que a nadie a los delanteros, aguantó. También porque Cúper, desde los tiempos del Lanús, tuvo preferencia por los arietes de choque.
A Carew le está costando integrarse. Suele sentarse solo en los vuelos de la plantilla. Apenas habla español después de ocho meses en Valencia y de disponer de una profesora de castellano. Su padre fue portero de la selección de Gambia; su madre es noruega. Colecciona vídeos de sus ídolos -Pelé y Maradona- y siente predilección por el fútbol brasileño. Su otro pasión son los coches. Un día en Paterna contempló boquiabierto el Ferrari de Deschamps y rebuscó en una de sus revistas de automóviles. 'Sí, es éste', señaló con el dedo. 'Cuando gane algo con el Valencia, me compraré uno igual', musitó. Duerme unas diez horas diarias y está orgulloso de su origen africano. De ahí que profese admiración por Nelson Mandela. También por Michael Jordan y Denzel Washington.
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