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Columna
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Museo vivo

Se ha llevado algunos mordiscos, pero, en lo esencial, el plan de ordenación de los recursos naturales del parque natural de la Serra d'Irta ha salido bien parado del trámite de alegaciones recientemente concluido. Un procedimiento que conllevaba un evidente peligro, dadas las fuertes presiones que determinados sectores de la sociedad castellonense ejercieron al conocer el plan presentado a finales del pasado año por el consejero de Medio Ambiente, Fernando Modrego. Las más de 12.000 hectáreas y los 17 kilómetros de costa que comprende la Serra d'Irta, el último tramo virgen de todo el litoral valenciano, están de enhorabuena. Aunque tras el procedimiento de las alegaciones, el documento revela que se han producido algunas concesiones en las zonas de amortiguación del parque natural, y a pesar de que abre un poco la mano a la presión urbanística en áreas de protección agrícola, el plan de ordenación es, en su conjunto, positivo, y así hay que decirlo. El proyecto ha salido adelante a pesar de las fuertes presiones ejercidas por algunos próceres de la política castellonense, que promovieron y apoyaron la presentación de alegaciones con el objetivo de mejorar un plan que consideraban un 'lastre' para el turismo. En el fondo se trataba de lo de siempre, y no lo escondieron: conseguir que el documento resultara 'más favorable a los particulares, vecinos con fincas y empresas privadas', esto es, a los especuladores de toda la vida, que, al final, sólo han conseguido pegarle algún mordisco al parque natural. Sin restarle méritos al consejero de Medio Ambiente, parece que este desenlace está muy relacionado con las luchas internas que mantienen los populares: todo parece indicar que el todopoderoso Carlos Fabra ha perdido una batalla ante la dirección del partido y el Consell, que vienen a ser lo mismo. Sea como fuere, y siempre que no lleguen nuevas rebajas -el documento aún tiene que ser aprobado por el Consell- las futuras generaciones de valencianos tendrán, gracias al plan aprobado por Modrego, la oportunidad de conocer cómo fue alguna vez la costa mediterránea, arrasada en su práctica totalidad por un modelo urbanístico depredador y agresivo. La Serra d'Irta será un museo viviente.

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