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Reportaje:

Cien mil velas para cien mil refugiados

Los exiliados republicanos rememoran la diáspora de 1939

La misma gélida tramontana que hace 62 años cortaba la piel y secaba las lágrimas de unos 100.000 refugiados republicanos acorralados por la triple alambrada y el mar embravecido del campo de concentración de la playa de Argelès-sur-Mer (Rosellón) hacía ondear con fuerza, el pasado sábado por la noche, las banderas tricolores de la República y esparcía las estrofas de ¡Ay, Carmela! Los viejos exiliados y sus descendientes volvían a pisar con emoción la arena ingrata del primer recibimiento en suelo francés con la intención de homenajear a las víctimas de la diáspora y no olvidar el pasado.

Unos volvieron a casa y otros se integraron en un país que los acogió con miedo y desprecio, pero todos mantienen viva la llama de su lucha y guardan en la memoria un capítulo que la historia oficial ha arrinconado.

Jean Pierre López, miembro de la asociación Fils et Filles de Républicains Espagnols et Enfants de l'Exode (FFREEE), es hijo y nieto de refugiados. Su propio nombre delata lo que ha perdido: la nacionalidad española y (casi) la lengua. Pero las penurias de sus antepasados parecen grabadas a fuego en su memoria. 'Los franceses cerraron las puertas a cal y canto, y si alguien se acercaba demasiado a sus casas, les echaban los perros. Temían la avalancha y la miseria del medio millón de exiliados que cruzaban sus fronteras', explica. Él, como todos los miembros de FFREEE, que este fin de semana convocó el acto 100.000 velas para 100.000 refugiados, sabe que a los franceses no les resulta grato rememorar estas páginas oscuras de su pasado, pero advierte de que no les mueve el rencor, sino la defensa de unos ideales que no murieron con la República.

Los hijos e hijas de los antiguos combatientes sacan del armario los viejos estandartes a la primera oportunidad y se proclaman 'herederos de unos valores y de un ideal de sociedad, de una esperanza de justicia social que el liberalismo salvaje no ha conseguido todavía aniquilar'.

Un monolito con una breve inscripción es ahora el único rastro que queda del pasado en el antiguo campo de concentración. El paisaje ha cambiado. En los antiguos parajes yermos se levantan hoteles y aparcamientos. Las temibles alambradas de espino son ahora setos pulcramente recortados. Pero la noche es capaz de condensar el tiempo y devolver a los viejos refugiados a las esencias de su confinamiento: la arena, el frío, la oscuridad, el miedo. Es ése el momento más intenso y emotivo del encuentro que ha reunido a centenares de ex combatientes del ejército republicano y sus descendientes, llegados desde diversos rincones de Europa. Los congregados escucharon encendidas arengas de los que se autodenominan 'primeros luchadores antifascistas'. Durante todo el acto, los participantes mantuvieron encendidas sus linternas y depositaron decenas de velas al pie del monolito.

Guillermo Rodríguez, de 85 años, destaca entre los veteranos por su indumentaria de cuero negro y las medallas que luce en el pecho. Acabó en el campo de Saint-Cyprien después de participar en la batalla de Madrid y de retroceder hasta la frontera ante el hostigamiento de las tropas de Franco. No regresó. Vive en Toulouse desde 1944. Bromea mientras enciende un pitillo tras otro: 'Me conservo ahumado, como los salmones'. Jaume Saderra, originario de Sabadell, pasó tres años en diversos campos franceses y plasmó su experiencia en el libro Esgarrins de filferrada. Pensaba volver al cabo de ocho días, pero acabó casado con una francesa. A su lado, Fernando del Olmo es otro de los combatientes que se quedaron. Aunque no ha olvidado el trato que recibió. 'Muchos franceses creían que los rojos republicanos llevábamos rabo de demonio y violábamos monjas', explica.

Ante el menosprecio general de la época, tiene especial significado la tarea de la enfermera suiza de la Cruz Roja Elisabeth Eidenbenz, que creó en Elne una maternidad para acoger a los niños del éxodo español. Su obra ha sido divulgada recientemente gracias por los integrantes de FFREEE, muchos de los cuales deben la vida a los cuidados que recibieron en esa casa. Hasta 600 pequeños fueron acogidos en la maternidad entre 1939 y 1944.

Divulgar el pasado

La convocatoria de la asociación de descendientes de exiliados republicanos celebrada en Argelès sirvió para firmar un hermanamiento entre más de una decena de entidades dedicadas a divulgar la diáspora republicana y a hacerla más presente en la historia oficial.

Ayer por la mañana los participantes en el acto se trasladaron a Colliure, donde se celebró un coloquio en torno a la figura de Antonio Machado. Después, en comitiva, rindieron un homenaje al poeta, ante su tumba, en el cementerio de la localidad. La lápida de uno de los máximos exponentes de la generación del 98 es un centro habitual de peregrinación y recuerdo para muchos de los antiguos refugiados y exiliados de la guerra civil española. En su tumba nunca faltan flores frescas ni cartas de gratitud que se depositan en un buzón instalado junto a la tumba.

Durante todo el fin de semana han participado en los actos cerca de un millar de personas. Las fundaciones Machado de Collioure, Miguel Hernández de Alicante, Salvador Seguí de Valencia, junto con otras muchas asociaciones con nombres tan combativos como el de la Confederación Nacional de Guerrilleros Españoles, se comprometieron durante el encuentro a luchar para ganar el último combate de los republicanos, el de la memoria.

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