Ética y estética
He leído la crítica de la exposición LA FÁBRICA, que en estos momentos presento en Barakaldo, en el edificio Ilgner-Cedemi, firmada por don José Luis Merino, a quien conozco y estimo desde hace tiempo. No es mi intención con esta carta argumentar sobre las críticas del señor Merino a la exposición; aunque no pueda compartirlas, él es muy dueño de expresarlas como crítico. Pero sí querría aclarar un error de enorme importancia y que me parece inconcebible que el señor Merino lo haga centro de su discurso.
Dice en su texto que 'lo que realmente choca y repele en esa sala es que se haya utilizado un nutrido racimo de cédulas matrimoniales de alguno de los obreros y empleados', e insiste: 'No tiene ninguna gracia. Y mucho menos tiene gracia alguna haber utilizado unos documentos que son privados para llevarlos al plano público'. Y concluye: 'Poco vale la estética si no va acompañado de la ética'. Pues bien, los documentos que se exponen no son verdaderos. El arte es representación de la realidad, no la realidad en sí misma. Ni los nombres tienen apellidos, ni las fotos corresponden a ninguna persona de la fábrica, ni los datos de los documentos son los de ninguna cédula matrimonial concreta. No son documentos privados y, por tanto, no se puede denunciar falta de ética. Son producto de una artista y son la expresión de una estética testimonial. Si no le gusta la estética ese es otro problema. Pero la ética... ¡por favor!
Lo mismo cuando dice que 'las cartillas son las que pertenecieron a obreros de esa empresa', y se pregunta: '¿No hubo dueños, ejecutivos....? ¿Se ha querido preservar su privacidad?'. En la secuencia proyectada de los libros de familia a la que hace referencia he utilizado términos genéricos y he incluido sólo nombres comunes, sin grandes apellidos, con el fin de hacer un homenaje a la clase trabajadora, inmigrantes en su mayoría, gracias a los cuales se pudo realizar el gran desarrollo de la industria vasca.
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