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LA OFENSIVA TERRORISTA

Un socialista solitario en Ordizia

El PSE tiene dos escaños en la localidad, pero nadie quiere acompañar a Iñaki Dubrueil por miedo al acoso de ETA

Aquella noche, Iñaki Dubrueil apenas reparó en la sopa de ajo, el buen vino o la carne exquisita. Lo que de verdad le supo a gloria al único concejal socialista de Ordizia (Guipúzcoa) fue una frase de Voltaire adaptada para la ocasión: 'No estoy en absoluto de acuerdo con lo que piensas, pero daría mi vida porque pudieras seguir diciéndolo'. Un aplauso cerrado, sincero, atronó en el restaurante Zubibi. Allí se habían reunido 39 antiguos alcaldes o concejales de Ordizia -desde nacionalistas a comunistas, pasando por socialistas y antiguos carlistas- para decirle a Iñaki que estaban con él. Que sabían lo difícil que es vivir escoltado, jugarse la vida a diario por defender sus ideas. Ayer, apenas 20 días después de aquella cena, una bomba de ETA estuvo a punto de convertir en epitafio la frase de Voltaire.

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No es fácil ser concejal socialista en Ordizia. O mejor, no es fácil ser nada que vaya en contra de las ideas de ETA y de sus cómplices. Hace falta una mezcla de valentía y locura que sólo Iñaki parecía poseer. De hecho, este profesor de 43 años, casado y padre de dos hijos, entró en política al final de la legislatura pasada. Lo hizo para sustituir al entonces único concejal socialista en Ordizia, el abogado José Manuel Ros, quien debió abandonar la política acosado por la violencia callejera.

Ya en las pasadas elecciones municipales, y con Iñaki Dubrueil de cabeza de lista, los socialistas consiguieron dos escaños. El segundo edil, Aitor Perlines, apenas aguantó unos meses. 'Dejé el cargo', admitió ayer, 'por la presión de sentirme acosado, por tener que llevar escolta; tenía miedo, no hay por qué esconderlo. Nadie nos puede pedir que seamos héroes'.

Con dolor de corazón y cierto complejo de culpa, Perlines se fue a su casa. Dejó solo a Dubrueil ante el peligro de ser concejal socialista en Ordizia, un pueblo enclavado en la comarca del Goierri, antiguo vivero de ETA. Desde que Perlines renunció a su acta de concejal, el Partido Socialista de Euskadi no ha conseguido encontrar a nadie que quiera sustituirlo. 'En Euskadi', dice Perlines todavía con el miedo en el cuerpo, 'se vive una situación totalmente anómala desde el punto de vista democrático. Dos concejales libremente elegidos por sus vecinos no pueden ocupar sus cargos porque están amenazados de muerte. Quienes no somos nacionalistas no podemos vivir ni expresarnos en libertad'.

Aitor Perlines dice que no animará a su compañero Iñaki a dejar la política -'es una decisión demasiado personal'-, pero tampoco lo animará a seguir precisamente: 'No merece la pena estar en un cargo político en estas circunstancias'.

A Iñaki sí le merecía la pena, aunque cada día de pleno tuviera que pasar bajo una pintada que jalea a ETA, pide la muerte de populares y socialistas o la liberación de los terroristas presos; aunque la Casa del Pueblo, en la calle de Altamira, tenga que permanecer cerrada a cal y canto por miedo a la violencia callejera. O aunque sepa que, en Ordizia, ETA ya ha ensayado con éxito su teoría de la muerte en gente tan dispar como Isidro Usabiaga -un empresario que pagó el impuesto revolucionario y luego fue asesinado acusado de colaborar con la Ertzaintza-, el guardia civil Antonio Mateo Melero o Dolores González Catarain, Yoyes, antigua dirigente de ETA a quien la banda no le perdonó su arrepentimiento. 'Es una locura, este pueblo es una locura', menea la cabeza Aitor Perlines.

Por eso, por demostrar que no todos los vecinos de Ordizia creen en la violencia, un grupo de 39 antiguos concejales y alcaldes se reunieron el pasado día 2 de febrero para dar aliento a Iñaki. 'Desde nuestras evidentes diferencias políticas...', se esforzaron en recalcar. A muchos de ellos no les gustan las ideas socialistas de Dubrueil, quien hace 14 años hasta simpatizó con las tesis de HB. 'Yo no lo conocía entonces, pero supongo que serían pecados de juventud', puntualiza Perlines, quitándole hierro al asunto.

Ahora, el concejal socialista pertenece a Gesto por la Paz, la coordinadora pacifista, y desde su trabajo en el centro de formación ocupacional Sartu -adonde se dirígía ayer cuando fue víctima del atentado terrorista- pone especial interés en que 'los chavales con problemas de adaptación encuentren un oficio que los satisfaga y los haga sentirse útiles', según una de sus compañeras. 'Es un tipo estupendo', añade a las puertas del centro, 'pero es absurdo hablar de eso, de si es buen o mal profesor, simpático o serio; qué más da eso ahora; ETA lo ha intentado matar y se ha llevado por delante a dos trabajadores de ahí enfrente. Eso es un horror tan grande que sepulta todo lo demás'.

Apenas unos minutos después del atentado, en la secretaría del Ayuntamiento de Ordizia -gobernado por el PNV- se recibió una llamada de un vecino que había viajado en el tren junto a Iñaki Dubrueil. Dijo que se acababa de producir una explosión tremenda. No le hizo falta ver los cuerpos ensangrentados por la metralla para saber que ETA había querido asesinar a su vecino Iñaki. 'Estos es muy pequeño', dice un vecino recostado junto a la puerta del consistorio, 'aquí ya sabemos, más o menos, detrás de quién van'. De quien piensa distinto, se ve reflejado en las pintadas o camina con un escolta al lado.

Ayer, después del atentado, mientras se recuperaba de sus heridas y consciente de que la muerte se había parado muy cerca, Iñaki Dubrueil preguntó a los médicos: '¿Cómo están los chavales que iban delante?'. Nadie le contestó que habían muerto.

El concejal del PSE Iñaki Dubrueil, en una fotografía de archivo.
El concejal del PSE Iñaki Dubrueil, en una fotografía de archivo.

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