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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El globo Fischer

La decisión del fiscal de investigar si el ministro de Exteriores alemán e icono verde, Joschka Fischer, mintió el mes pasado ante un tribunal sobre sus relaciones con el extremismo de izquierda en los años setenta puede que sea técnicamente apropiada. Pero es imposible sustraerse a la idea de que se trata de un escándalo artificial promovido por la languideciente oposición conservadora para alejar sus propios fantasmas. El drama de los democristianos alemanes, que gobernaron 16 años antes de caer en 1998, es que ni siquiera con el globo Fischer pueden detener su caída.

La mayoría de los ciudadanos considera que las alegaciones contra Fischer por su izquierdismo juvenil no pasan de ser una frivolidad. Incluso el juez del caso Klein -un fugitivo condenado recientemente a nueve años de prisión por participar en un ataque terrorista contra ministros de la OPEP en 1975-, ante el que Fischer hizo como testigo sus afirmaciones exculpatorias, considera poco relevante la actuación fiscal. Ni siquiera los dirigentes democristianos están convencidos de que el jefe de Exteriores y mano derecha de Schröder deba dimitir.

El problema para Fischer no está en su pasado, sino en un manejo de los hechos ocasionalmente displicente, improvisado y a veces contradictorio en el proceso en que ha comparecido. Al hombre directamente encargado de representar en el exterior los intereses de Alemania -criticado ayer en su propio partido por justificar en Washington el reciente ataque aéreo contra Irak- no le beneficiaría el descubrimiento de que ha mentido bajo juramento. Tampoco a la coalición gubernamental entre verdes y socialdemócratas.

Presumiblemente, Fischer sobrevivirá a este auto con sabor inquisitorial. En cualquier caso, el pasado radical de un político muy valorado por sus conciudadanos nunca hubiera alcanzado la notoriedad actual si los democristianos no hubieran intuido un filón para intentar evadirse de la losa de Kohl y su propia falta de credibilidad. Pese a que el ex canciller ha zanjado con una elevada multa la saga de la financiación ilegal de su partido, la oposición sigue sin encontrar el pulso; en parte, porque está envuelta en otro escándalo de donaciones a su rama berlinesa. Sondeo tras sondeo, su disminuida líder, Angela Merkel, sale malparada en comparación con Schröder. A año y medio de unas elecciones generales en Alemania, la CDU está siete puntos por detrás del SPD en intención de voto. Y eso lo explica casi todo.

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