Un año de trabajo forzado
12 meses después de su grave lesión, Benítez sigue convaleciente
Horas, horas y más horas de terapia, pesas y rehabilitación. 12 meses de abnegación en un gimnasio. Toda una mili para salvar una rodilla, la de Miguel Ángel Benítez, que quedó maltrecha hace un año en el Vicente Calderón. '¡Uff!', exclama ahora el delantero paraguayo del Espanyol, 'han sido muchas horas de trabajo y sufrimiento, pero estoy saliendo del túnel'. A Benítez siempre le ha ayudado su carácter optimista. 'Durante un año he podido disfrutar de los fines de semana con mi mujer y mis hijos', apunta para citar un aspecto positivo de su lesión.
De otro modo, difícilmente habría superado semejante diagnóstico: subluxación de rodilla que comprende la rotura del pivote central (ligamento cruzado anterior y posterior), la cápsula posterior, el complejo cápsulo-ligamentoso posterior interno (ligamento lateral interno y menisco interno) y una rotura de la base de la tibia de la pierna derecha. En resumen, y como expresó gráficamente el doctor Ramón Cugat, autor del diagnótico entonces: 'La tríada es una pulga y lo que tiene él es un elefante'. No fue una aseveración hiperbólica. Tan onerosa como un elefante está siendo la recuperación. Desde que aquel 20 de febrero de 1999 en el Calderón su compatriota Celso Ayala, entonces en el Atlético, le destrozara la rodilla, Benítez no se ha concedido tregua. 'Me he pasado de ocho a nueve horas diarias machacando en un gimnasio', apunta con gesto cansado el delantero blanquiazul. Pero, fiel a su carácter optimista, confía: 'Espero estar jugando en mayo'. Benítez y los médicos del club saben que, si todo va bien, le quedan aún unos dos meses para poder probarse de nuevo en un terreno de juego. Ha pasado la fase de recuperación más dura y ahora necesita fortalecer una pierna mimada como oro en paño durante 48 semanas.
Desde hace algo más de un mes, el delantero del Espanyol ya se entrena con sus compañeros. No está ni mucho menos al cien por cien -el médico del equipo, Salvador Oliveras, asegura que, si Benítez disputase ahora un partido, correría un serio riesgo de volverse a romper-, pero la integración con el grupo le ha servido para romper la rutina y reafirmar su confianza en la reaparición. 'En ningún momento se me ha pasado por la cabeza el no volver a jugar', asevera Benítez. No todos fueron de su opinión. Durante todos estos meses muchos llegaron a dudar de que el paraguayo volviese a jugar al fútbol. No así su club, que en un gesto destinado a reforzar su moral, incluyó su ficha a principios de temporada en la relación expedida a la federación. 'No me he sentido solo en en ningún momento', asegura Benítez. 'Para salir de esto necesitaba a alguien y he tenido el apoyo de todos: desde mi familia hasta los aficionados pasando por compañeros y gente del club'. También el de Ayala, que en los primeros meses no dejó de interesarse por su compatriota y amigo. 'Ahora hemos perdido un poco el contacto', revela Benítez, 'pero porque yo le dije que prefería no recordar constantemente aquella circunstancia. A pesar de todo, siempre será mi amigo'. No es una pose, es su forma de actuar.
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