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Reescribiendo nuestra historia

La transición de la dictadura a la democracia no fue, en contra de lo que constantemente se indica, modélica. Tal transición se hizo en términos muy favorables a las derechas, resultado del gran dominio que éstas tuvieron en aquel proceso, y la gran debilidad de las izquierdas, resultado de 40 años de una dictadura enormemente represiva, represión que duró hasta la muerte del dictador y que afectó primordialmente a las izquierdas.

Como consecuencia de este dominio de las derechas en la transición, ha habido un intento exitoso de reescribir la historia reciente de nuestro país. Puntos de vista que incluso falsifican el pasado aparecen con gran visibilidad en los medios de información, mientras que otros, más críticos con la interpretación convencional de nuestra historia, están marginados o gozan de mucha menor visibilidad en tales medios. Así, hemos visto recientemente que uno de los historiadores y comentaristas políticos con mayor presencia en los medios de información españoles, Javier Tusell, ha escrito un libro donde analiza las corrientes antifranquistas que lucharon por la democracia durante la dictadura sin incluir entre éstas los movimientos de izquierdas que lideraron y protagonizaron aquella lucha. Y hace sólo unas semanas el mismo autor escribía un artículo en EL PAÍS (18-11-00) en el cual describía la lucha antifranquista en su propia facultad de la Universidad Complutense cuando él era estudiante, sin citar las fuerzas de izquierda que participaron en la lucha antifranquista de tal centro, olvido que originó una merecida protesta de quienes habían tomado parte en aquella lucha por la democracia y constituían la mayoría en ella (Cartas al director, EL PAÍS, 2-12-00).

Parte de esta interpretación supone no sólo ningunear a las fuerzas que protagonizaron la resistencia democrática, sino también redefinir la naturaleza de la dictadura franquista desenfatizando su enorme carácter represivo. Así, el mismo Tusell, en una entrevista en El Siglo (20-11-00), indica que Franco fue una persona mediocre más que un dictador sangriento. En realidad, tal como ha señalado el profesor Edward Malefakis, catedrático de Historia Contemporánea de Europa en la Columbia University de Estados Unidos, la dictadura franquista fue una de las más sangrientas y brutales de Europa occidental durante el siglo XX: asesinó en tiempo de paz a más personas que la dictadura fascista italiana (en una relación de 10.000 a 1) y encarceló proporcionalmente a más personas que la dictadura nazi alemana en su periodo de paz. Estos datos, bastante ignorados y poco reconocidos en nuestro país, se conocen ampliamente fuera de España. Incluso un diario liberal británico que no destaca por sus simpatías de izquierdas, The Economist, escribía recientemente que Pinochet, uno de los dictadores más sangrientos de Latinoamérica, era un moderado en comparación con Franco, cuya dictadura fue enormemente sangrienta, con asesinatos, torturas y otros actos brutales de represión de los derechos humanos que continuaron hasta el último año de su muerte.

Es una vergüenza y una ofensa a todos los demócratas de España que, mientras que en otros países que han sufrido regímenes semejantes se ha sancionado a sus dirigentes políticos y a sus agentes represores, en España el Gobierno conservador haya condecorado a uno de los mayores torturadores de la dictadura franquista, Melitón Manzanas. Se me dirá que tal individuo fue asesinado por ETA. Pero tal argumento olvida el año en que ese asesinato se cometió, 1968, cuando todavía vivíamos bajo la dictadura. Hoy en Italia y Alemania se honra a los miembros de la resistencia antifascista y antinazi que lucharon incluso con las armas contra aquellas dictaduras. Lo mismo debiera ocurrir en España. El hecho de que ETA haya dejado de merecer tal honra se debe a que ha continuado con los asesinatos en un sistema democrático, convirtiendo su acción de válida en condenable. Uno puede -como es mi caso- estar en desacuerdo con las tácticas que ETA siguió durante la dictadura y después de ella sin con ello evaluar sus acciones bajo el mismo prisma. Hacer tal homologación es creer que la democracia y la dictadura son iguales. No lo son.

Una última observación. Si la dictadura duró tantos años en España, se debió en gran parte a la enorme represión que tuvo lugar no sólo físicamente, sino también psicológica e intelectualmente, la cual forzó al exilio o la marginación interna a miles y miles de personas demócratas. Una persona, por cierto, que desempeñó un papel clave en tal represión fue Laureano López Rodó, figura destacada del régimen franquista, que además de aprobar el infame Juzgado y Tribunal de Orden Público (bajo cuyo mandato se asesinó, torturó y encarceló a luchadores por la democracia), fue responsable de la represión intelectual, principalmente en las universidades, y de la eliminación de pensamiento crítico en éstas, datos obviados en una reciente reseña favorable sobre su figura que apareció en La Vanguardia (14-12-00) firmada por su asesor y colaborador Fabià Estapé (rector de la Universidad de Barcelona durante el franquismo), que concluye la revisión de las memorias de López Rodó señalando que, considerada en su totalidad, su aportación a España fue positiva. Es muy improbable que en Alemania o en Italia apareciera en un diario de gran tirada una reseña favorable de un personaje que hubiera desempeñado un papel tan importante en la dictadura nazi o italiana. Mientras, en Cataluña y en España, miles y miles de personas que lucharon por la democracia, tanto en la guerra civil como durante el franquismo, están hoy muriendo sin que se les hayan dado las gracias, y ello es consecuencia de una transición que se nos continúa presentando como modélica.

Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Pompeu Fabra.

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