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VISTO / OÍDO
Columna
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23-F

Se recuerda el 23-F; las encuestas muestran satisfacción mayoritaria por lo conseguido. No hay peligros, la democracia es firme. Creo que España sería distinta si no hubiera ocurrido, y si el aplacamiento de los sublevados, el disimulo de los grandes implicados y la trama civil y el consejo de guerra suave, con cómplice, y sentencias apocadas y prensa retraída (en este claro periódico quedaron crónicas magistrales de Martín Prieto: su último verdadero trabajo) no contribuyeron a fijar los límites de la transición, incluso con un refuerzo de la figura del Rey, cuya actitud aquella noche vino después de la cesión de los altos militares que no querían ser militarotes. Puede que la capitalización del suceso haya sido otro cambio de la historia, y la caracterización de un Rey nombrado por Franco y que había jurado los principios del Movimiento Nacional: y cumplido, durante su primer gobierno, el continuismo con Arias-Fraga-Areilza. Entre las maneras de enfocar la historia, y su filosofía, yo tengo la de que no acaba nunca, creo que nada pasa en vano, nada se desvanece, como dicen de la materia: se transforma.

El cristianismo se ha transformado en docenas de sectas, y todavía preocupan hoy los obispos que no se adhieren al pacto antiterrorista, como si dos falacias inútiles cambiasen las cosas. Cuando los rusos borraron la historia se quedó debajo; hace diez años reapareció con popes, huesos imperiales y cosas así. Algún estalinismo subyace: hay convencidos de que los actuales depredadores son aquellos que no pudo suprimir Stalin.

Hay quien cifra la transición en el momento en que el país revira hacia Felipe González, como si volviera a Pablo Iglesias y a Jean Jaurès. Pero pienso que estaba impregnado no sólo de la escuela y de los usos del franquismo y el totalitarismo aun en contra de la voluntad, sino que sin la mala salida del 23-F hubiera tenido un poco más de audacia y una idea hacia la izquierda. En el vocabulario de después apareció el 'desencanto'. Luego, el desencanto del desencanto: la evolución hacia el dinero, el racismo, la derecha clásica, los niños rojos llevados a colegios religiosos de extrema derecha. Atribuirlo todo, y a Aznar y su corte, de la que es difícil olvidar cómo mordía en la oposición, al 23-F es demasiado. Hay que pensar que la historia viene de Atapuerca.

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