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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

AVE y avión

Carece de sentido que el tren de alta velocidad pare en cada esquina. No es un ferrocarril de cercanías. Pero debe enlazar nodalmente con éste y otros medios y contribuir así a tejer una red de transportes que vertebre el país, lo conecte internacionalmente y permita accesos fáciles y versátiles. Por eso, a la larga, el AVE enlazará a los principales aeropuertos, incluido el barcelonés de El Prat, en el trazado que ahora mismo se está diseñando.

Así se impulsaría un desarrollo armónico del sistema aeroportuario español, con una distribución de rutas que dote a España al menos de dos grandes aeropuertos internacionales generalistas e interconectados (Madrid y Barcelona), además de los especializados en el turismo de temporada. Algo que repartiría eficientemente el tráfico aéreo exterior y evitaría la macrocefalia y el colapso de Barajas, el primer aeropuerto del país.

Frente a la anterior negativa de Fomento, su titular, Francisco Álvarez Cascos, y el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, han pactado esta semana que el AVE acceda a El Prat. Es una decisión positiva, aunque la línea que lleve al aeropuerto de Barcelona sea un ramal secundario, de frecuencia y rentabilización complejas. El pacto incumple el objetivo de 2004: el AVE no llegará al aeropuerto antes de 2005, y eso si lo paga el Gobierno catalán; si no, puede aplazarse dos o tres años más. La polémica de quién paga la obra puede perseguir réditos electoralistas, pero es inane para el ciudadano, de cuyo bolsillo sale tanto el dinero de Fomento como el de la Generalitat. Si la obra es necesaria, se entiende mal la cicatería de Fomento; si no lo es, ¿por qué se aviene a componendas?

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En el fondo palpita un grave problema, el uso partidista de los grandes planes. Todos los proyectos a realizar en Cataluña relacionados con Fomento parecen tener plomo en las alas. Un día es la integración tarifaria, a la que se adhieren todos los operadores de Barcelona menos uno, Renfe. Otro día se sabe que el aeropuerto encarga proyectos para la nueva terminal de El Prat sin informar de ello a las autoridades locales y autonómicas. El trazado del AVE ha recorrido parecidos derroteros. El estudio sometido a información pública vulneraba pactos alcanzados entre el equipo gestor del ministerio y los alcaldes afectados e incluía tramos de los que ni una sola autoridad próxima había tenido noticia.

La sociedad civil y los dirigentes económicos de la comunidad anunciaron una rebelión unánime al considerar que esas intenciones estrangulaban el crecimiento catalán, y por ende, dificultaban el del conjunto de España. El pulso se ha cobrado una víctima, el ministro de Exteriores, Josep Piqué, que, al defender el aislamiento aeroportuario barcelonés, ha arruinado en un solo día su crédito ante el empresariado, al que venía cultivando durante años.

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