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51º FESTIVAL DE BERLÍN

Patrice Chéreau crea en 'Intimidad' cine muy hondo y refinado

Lo que representa Intimidad procede de la fusión de dos relatos de Hanif Kureichi, pero su origen literario es absorbido por la pantalla de manera absoluta y en la imagen no queda ni rastro de literatura, lo que pone a las claras la extraordinaria calidad del guión escrito por Marie-Louise Trividic y el propio Patrice Chéreau. El camino de la inteligibilidad de los sucesos representados es abierto únicamente por los comportamientos de los intérpretes que les dan cuerpo, y las palabras brotan naturalmente de esos comportamientos. El diálogo es parte, y parte sustancial, unas veces del silencio y otras del estruendo de los actos.

Comienza así. Claire, una mujer londinense de treinta y tantos años, acude como todos los miércoles de cuatro a seis de la tarde al apartamento de Jay, un hombre de edad parecida. Va, como siempre, a joder con él, nada más que a eso. Ella llega, ambos se desnudan sin decir palabra y se enlazan. Hay explicitud sin la menor gota de rebuscamiento erótico (Intimidad nada tiene que ver con El último tango en París) en estas austeras, vivísimas y admirablemente filmadas escenas iniciales de sexo, que abren paso al crecimiento dentro de Jay de un movimiento de curiosidad: quién es esta mujer. Jay sigue a Claire por las calles de Londres e inicia la apasionante aventura de indagar en su vida las razones de ese turbador e infranqueable silencio que rodea tanto a sus instantes de placer como a los de frustración. Y ahí la cámara de Chéreau emprende a su vez, perfectamente acoplada al itinerario del personaje, uno de esos viajes sin fondo al conocimiento del espíritu que son la materia del cine adulto, de toda película verdaderamente moderna.

La pelea de vivir

Es Intimidad cine que se arriesga a ir más allá de su condición de espectáculo abastecido por la noble fuente de las emociones, cine que convierte la pantalla en un territorio del conocimiento de lo que ocurre fuera de ella entre hombres y mujeres enzarzados en la pelea de vivir. En palabras aproximadas a las de un personaje clave de Intimidad, los hombres y las mujeres son contendientes, y esto es lo que representa con exactitud el filme, en un desesperado cruce de esperanzas en el que el amor, el sexo, se convierte en campo de una batalla cuerpo a cuerpo y alma a alma, zona caliente de una guerra sorda, larga, dura y probablemente irresoluble, pero en la que merece la pena combatir, quizá porque es una contienda en la que no hay vencedor.

Patrice Chéreau trae por fin a esta edición de la Berlinale una película que nos hace respirar cine puro a pleno pulmón. Es una obra construida sobre una materia narrativa muy compleja y formalizada de manera más compleja aún por la cámara de este singular hombre de teatro creador de cine altamente refinado. Su cámara se mueve en una zona de alto riesgo y está en cada movimiento suyo muy al tanto de por dónde se mueve el cine europeo más evolucionado. Y este refinamiento formal, combinado con la vigorosa sensación de verdad que transmiten, dirigidos por Chéreau, los intérpretes, redondea el círculo hasta los alrededores de la perfección.

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