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Reportaje:

Los 'niños soldado' que asesinaron a Laurent Kabila

El miliciano que acabó con la vida del hombre fuerte de Congo sigue huido

Se les denomina los hombrecitos verdes en clara referencia al color de sus botas. Pero en Kinshasa se les conoce mejor por el mote de kadogos, los niños soldado. Acompañaron al fallecido presidente de Congo desde los primeros días de la rebelión contra Mobutu. Le protegieron. Y luego le han matado. Por desesperación, dentro de un intento de golpe de Estado desordenado y destinado a fracasar, como demuestra un documento al que Le Monde ha tenido acceso. No han recibido órdenes ni han sido guiados por ninguna potencia extranjera. Y Rachidi Kareseka, presentado como asesino por el nuevo poder, no ha sido más que una comparsa, un mero figurante. Los verdaderos asesinos andan todavía sueltos.

Los hombrecitos verdes eran apenas unos centenares en octubre de 1996, cuando la rebelión contra el mariscal Mobutu se puso en marcha desde el este del antiguo Zaire. Pero hicieron camino y se convirtieron en millares. A través de 1.500 kilómetros por un país continente marcharon como máquinas perfectamente engrasadas, dentro de sus uniformes a veces todavía grandes para su talla y con los pies desnudos calzados en sus botas militares verdes.

Eran jóvenes, muy jóvenes. Algunas veces no alcanzaban ni los diez años. Cuando entraron en Kinshasa el 17 de mayo de 1997, sin pegar un solo tiro y marchando en largas columnas, los habitantes de la capital les apodaron kadogos. No eran los artífices de la victoria de Laurent-Desiré Kabila, el mercenario rebelde que quería acabar con Mobutu y hacerse con el país. Pero los kadogos han sido desde entonces el símbolo nacional de su triunfo, el icono de su régimen.

A. L., un hombrecito verde, se convirtió en subteniente. Ahora tiene 27 años y desde el pasado 16 de enero es un hombre acosado. Ese día estaba apostado en el exterior del Palacio de Mármol, sede de la presidencia en Kinshasa, a la cabeza de otros 35 hombres de su sección. Dos conjurados se introdujeron en el interior del edificio. Otros cuatro se apostaron en la puerta de entrada a la presidencia preparados para intervenir. Todos oyeron los primeros disparos, luego sonaron otros que presagiaron malos augurios. 'Los cuatro hombres que estaban apostados en la puerta entraron en el edificio y abrieron fuego para cubrir la retirada de su compañero', explica A. L. en tono muy profesional. 'Pero Rachidi no salió. Los demás corrimos unos 300 metros, justo hasta el lugar donde habiamos dejado los coches, y huimos dispersándonos por la ciudad'. Desde entonces, los verdaderos asesinos de Kabila andan sueltos y a la fuga. Al menos tres de ellos han conseguido atravesar el río y ponerse a resguardo en Brazzaville. ¿Cuántos han sido arrestados? A. L. lo ignora, excepto en el caso de Rocky, caído a causa de una delación.

La rabia y la frustración de considerar a Kabila un traidor a su causa hicieron que planeasen el golpe. En enero de este año estaba listo para ponerlo en práctica. En tres cuartillas de colegio cuadriculadas escritas con tinta azul se recoge el plan. Ahora están en poder de Abdul, quien fuera un niño soldado y que hoy está al lado del nuevo líder del país, Joseph Kabila, hijo del fallecido presidente, dentro de los servicios de información militar en Kinshasa.

El pasado martes 16 de enero, a las 11.30 de la mañana se pusieron en marcha. Rachidi Kareseka y otro kadogo de la guardia presidencia entraron en el palacio presidencial. A. L. se apostó fuera con el resto de sus hombres. Kabila estaba en el interior de su despacho con la única compañía de su asesor económico, Emile Mota.

Entonces, el niño soldado que acompañaba a Rachidi se deslizó por la puerta trasera de la oficina presidencial e hizo una señal al presidente para que se aproximase y susurrarle un mensaje al oído. Kabila, confiado, se inclinó sobre el kadogo. Entonces cayó abatido por cuatro balas a bocajarro, una en el cuello, dos en el tórax y una cuarta en la pierna. Su enorme cuerpo se derrumbó sobre el suelo. Mota se precipitó hacia el pasillo gritando. En la confusión, el joven asesino consiguió escapar del despacho. Pero Rachidi Kareseka vio traicionada su huida al cubrir a su compañero. Una ráfaga de ametralladora alcanzó a Rachidi. Segundos después, el coronel Eddy Kapend, que se encontraba en la antesala del despacho, le rematara de un tiro. Sin embargo, el asesino del presidente sigue en libertad.

Después, todos los testimonios son contradictorios. Se habría desencadenado un tiroteo, según unos. Otros aseguran que el jefe de la guardia de Kabila y 26 de sus hombres de servicio habrían sido ejecutados en el sitio. Tan sólo hay una certeza: Eddy Kapend, fiel entre los fieles de Kabila, tomó el asunto en sus manos.

© Le Monde-EL PAÍS.

Los hijos del presidente

Los niños soldados del Este del Congo se han convertido con el paso del tiempo en los mai-mai, la palabra en suahili para designar el agua en la parte oriental de Congo. Estos defensores de la tierra ancestral se rocían con un líquido mágico que, según creen, les hace invulnerables e impenetrables ante los disparos de balas. La mezcla entre espíritismo, misticismo y racismo es la principal característica de estas milicias de autodefensa. El comandante Abdul, que declara acatar en cuerpo y alma la causa de la lucha contra los tutsis, sigue siendo miembro de la guardia presidencial en la capital del país. 'No conocíamos a nadie cuando entramos en Kinshasa. Permanecíamos todos el tiempo junto a Kabila. Él nos trataba mal, pero, a veces, venía a jugar con nosotros a las damas. No teníamos ningún salario, todo procedía de él. Éramos como vulgaress mendigos', relata el comandante Abdul. Cuando un hombre de negocios extranjero amigo del presidente le intentó poner en guardia contra estos milicianos que formaban parte de su entorno más próximo, y a los que no vaciló en calificar como 'perros locos', Laurent Desiré Kabila estalló en una sonora carcajada. 'En absoluto', explicó entonces el presidente, 'nunca osarán hacerme nada malo. Han estado conmigo desde el principio'. 'Son como mis hijos', enfatizó el fallecido presidente.

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