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VISTO / OÍDO
Columna
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Senatus Populusque Romanum

La razón se ha vuelto extravagante, de forma que pensar una solución lógica de algún problema se debe descartar. El Senado: es una cámara inútil. Los partidos proponen algunas utilidades: el arte de aprovechar los restos. No tire usted su Senado roto, que puede serle útil mañana. Se reproduce un problema viejo en Europa; De Gaulle dimitió de la presidencia de la República porque fue derrotado en un referéndum sobre la reforma del Senado.

Los lores no son lo que eran. En Estados Unidos el Senado legisla: lo que sobra es el Congreso. Aquí: nadie recuerda el nombre de un senador. Al principio de la equívoca transición había designaciones de senadores hechas por el Rey, pero entonces no se sabía quién era el Rey. Ni él mismo lo sabía: le fue haciendo la democracia, que parecía más clara. Ahora sería lógico disolver el Senado: un ahorro impresionante, útil en tiempos de inflación, y no se notaría. Hay más cosas que podrían suprimirse. El Defensor del Pueblo. No lo digo por Múgica, más emblema que trabajador, sino por el cargo. Si este régimen es del pueblo, y al poder lo elige el pueblo, ¿por qué debe haber alguien que lo defienda? ¿De quién? Sin un poder verdadero, ni capacidad para anular las leyes injustas o las situaciones incongruentes. El Defensor del Pueblo es el diputado que nos representa, y el Gobierno que deciden los tales diputados.

Proponer que se extinga el Senado nos puede convertir en extravagantes, sin entender que el extravagante es el Senado y su abundante presupuesto. Y es que está en la Constitución. Pero nada se opone a la reforma de la Constitución, excepto el Gobierno, la oposición y todos los demás. Cuando se propone y se entiende que ha envejecido, porque el mundo es muy distinto de entonces, y España mucho más, creen que es para favorecer las independencias autonómicas. Se diga lo que se diga, el Gobierno y sus legiones celestiales ven, en primer lugar, a Arzalluz. Luego, a los terroristas. En las mismas propuestas de reforma del Senado, el Gobierno y las varias derechas no se deciden a convertirlo en Cámara de las autonomías: se hablaría en todos los idiomas, y Pujol, Arzalluz, se sentarían allí: nada, nada.

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