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El Senado confirma a Ashcroft como fiscal general con la oposición de los demócratas

Ashcroft, oficialmente ya fiscal general, lo que conlleva en EE UU la cartera de Justicia, seguirá dando que hablar. Antes de la votación en el pleno del Senado, el veterano patricio demócrata Edward Kennedy recordó una vez más por qué él y la gran mayoría de sus correligionarios, al igual que organizaciones feministas, afroamericanas y ecologistas, se sienten amenazados por la ascensión al cargo del político de Misuri. Ashcroft, afirmó Kennedy, 'se equivoca en derechos civiles, en el derecho de la mujer a escoger (en materia de aborto) y en su oposición al control de las armas'. Kennedy señaló que, como millones de norteamericanos, no se siente tranquilizado por las afirmaciones de Ashcroft durante el duro proceso de su confirmación por el Senado.

Aunque insistió en que mantiene sus principios de oposición al derecho de aborto y la regulación de las armas de fuego en poder de los particulares, Ashcroft reiteró en las audiencias celebradas en el Senado que 'aplicará la ley tal como es'. Y precisó que defenderá el aborto, incluso frente a los grupos violentos de la derecha cristiana con los que él coincide ideológicamente. Ese es el argumento que invocaron ayer sus colegas republicanos para apoyar por unanimidad su nombramiento. 'A Ashcroft', dijo el republicano Orrin Hatch, 'se le está haciendo un proceso de intenciones, un juicio a sus convicciones personales'.

Mientras los republicanos se felicitaban porque todos los candidatos de Bush a puestos ministeriales han conseguido superar la prueba de fuego del Senado, los demócratas subrayaban que la estrechez de la aprobación de Ashcroft es un claro mensaje que Bush no debe ignorar si pretende aplicar sus llamamientos a la reconciliación nacional y el espíritu constructivo y bipartidista. Fue muy significativo que ningún senador demócrata enfrentado a la reelección en 2002 votó a favor del político de Missouri. Bush nombró a Ashcroft como pago de la deuda que contrajo con la derecha cristiana del Partido Republicano, que le apoyó durante su batalla por la Casa Blanca, perdonándole incluso sus excursiones al centrismo y la moderación. Pero para la mitad progresista del país esta designación es una provocación.

En sus dos primeras semanas en la Casa Blanca, Bush ha combinado medidas aplaudidas por los progresistas, como su proyecto de reforma de la enseñanza primaria, con otras que han despertado inquietudes, como su plan para canalizar fondos federales de asistencia social a través de iglesias, sinagogas y mezquitas. Quizá esta sea la expresión más clara de esa filosofía política que el nuevo presidente llama 'conservadurismo con compasión'.

Bush quiso ayer desactivar las críticas a la creación en la Casa Blanca de una nueva oficina especial encargada de coordinar las tareas caritativas del Gobierno con las de las organizaciones religiosas. Bush aseguró que cree en el principio de separación del Estado y las iglesias y no pretende imponer su fe a nadie. 'No imponemos ninguna religión, a todas le damos la bienvenida; no prohibimos ninguna oración, a todas le damos la bienvenida', dijo.

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