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Reportaje:

Cabos atados

El periodista Diego Carcedo recupera la memoria del 23-F en su veinte aniversario a través de un libro con estilo 'thriller'

Miquel Alberola

Con la solvencia profesional demostrada como enviado especial de TVE en los cinco continentes, o ribeteada como corresponsal en Lisboa en los días de la Revolución de los Claveles, Diego Carcedo se ha metido en las hemerotecas y ha entrevistado a los protagonistas, testigos y familiares de la intentona militar del 23 de febrero de 1981. Su intención era aclarar los puntos más oscuros de este episodio que conmocionó a los españoles y condicionó el rumbo de la democracia. Y el resultado es el libro 23-F, Los cabos sueltos, 'una narración completa con la mayor veracidad', según su propia definición, escrita como un thriller, 'con un estilo casi de novela', con el objeto de hacerla amena y facilitar su lectura a los más jóvenes,.

Carcedo realizó ayer un anticipo de la presentación del libro en la sede de la Biblioteca Valenciana, en Valencia, 'por razones muy obvias', puesto que esta ciudad tuvo un protagonismo muy importante en el desarrollo de los hechos. Frente a otros libros publicados sobre estos hechos, el autor de Fusiles y claveles, aporta varios hechos nuevos, tanto en los preparativos como en la ejecución del golpe. Para ello, el periodista ha construido un hilo narrativo desde la gestación de un golpe en el que luego confluirían varios proyectos golpistas que se desarrollaban en paralelo, y lo ha trufado con las anécdotas más reveladoras, contextualizando los hechos.

Carcedo data el embrión del golpe en la Semana Santa de 1977, en la que tuvo lugar la legalización del Partido Comunista de España (PCE). Este acontecimiento causa una enorme irritación en la cúpula del estamento militar, cuya punta de iceberg fue la dimisión del almirante Pita da Veiga, y provoca algunos planes de movilización y contingencia para salir al paso y frenar el avance de la democracia.

En ese sentido, la principal agrupación operativa del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), al cargo del comandante José Luis Cortina, trabajó en la elaboración de una serie de respuestas militares ante la posibilidad de que el PCE ganase las elecciones o se produjese algún intento separatista, situaciones que fueron designadas como SAM (Supuestos Anticonstitucionales Máximos). A partir de aquí, la estrategia de Cortina no sería otra que hacer confluir los diversos proyectos de golpe y propiciar una SAM mediante el asalto al Congreso de los Diputados, produciendo el secuestro del poder ejecutivo y legislativo, y provocando una reacción militar que devolviera España a la situación política anterior a la democracia.

Al autor del libro no le cabe ninguna duda de que Adolfo Suárez dimitió para evitar un golpe del que la CIA tenía noticias y 'no hizo nada para que no se produjera'. Entre los factores que contribuyeron a frustrar el golpe, Carcedo destaca la actuación del Rey y la del jefe del Estado Mayor de la III Región Militar, el general Emilio Urrutia, quien era puenteado por el capitán general Jaime Milans del Bosch con su segundo, y 'se encontró con todo preparado el día 23 por la mañana'. Urrutia llamó desde Valencia a su hermano Gustavo, que era el jefe del Estado Mayor en Sevilla, alertándole de la situación y gracias a eso y a que el capitán general de Sevilla Pedro Merry Gordon 'tomó unas copas de más', Sevilla no se sumó al golpe.

Carcedo no ha encontrado ningún dato que le haga sospechar la complicidad del Rey en la operación, como insinuaron algunos de los golpistas. 'El Rey fue el primer sorprendido', asegura. 'Cuando se produjo el golpe se acababa de poner el chándal y se disponía a jugar un partido de squash en la Zarzuela con dos amigos'. En cambio, Los cabos sueltos narra algunos errores importantes que se cometieron esa noche en la Casa Real, 'no imputables al Rey pero sí a algunos de los que le rodeaban'. El periodista también despeja dudas respecto al retraso en la difusión del vídeo con el mensaje del Rey en TVE, que ha dado pie a algunas especulaciones. Cuando se recibió el vídeo, el director general del ente, Fernando Castedo, se encontraba reunido con algunos miembros del consejo de administración, que habían acudido a Prado del Rey, y uno de ellos, José María Calviño, alertó que debía ser visionado antes 'para comprobar que efectivamente el Rey estaba del lado de la democracia y no había sido obligado bajo amenaza a hacer un discurso contrario'. La propuesta de Calviño fue secundada por varios consejeros, entre ellos alguno de Alianza Popular, lo que motivó el retraso.

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Una de las conclusiones de Carcedo es que el golpe tenía 'una improvisación enorme', lo que documenta con los continuos desencuentros de sus protagonistas. 'Fue una chapuza total', sentencia.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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