Una mirada más periférica
Andalucía ha jugado un papel determinante en la actual configuración del Estado autonómico, tanto por la forma en la que accedió a un autogobierno con el máximo techo competencial, como por sus singularidades geográficas y demográficas. La configuración de Andalucía como ámbito político dotado de un fuerte autogobierno supone la necesaria ubicación de un centro de poder político a partir del cual hay que desarrollar un modelo territorial. En el patrón preexistente, las ciudades andaluzas estaban insertas en el sistema radial histórico que tenía como referencia la centralidad del poder institucional del Estado. La definición de un nuevo ámbito político y administrativo exige un equilibrio territorial.
La constitución de un centro de poder genera un sistema periférico: la virtud del buen modelo estará en una adecuada relación entre ambas partes del sistema. Hay que decir que en la actualidad la situación no es óptima. La tendencia a la concentración, probablemente favorecida por la atracción que ejerce el poder político, de organismos y centros de poder institucionales y de la sociedad civil, ha ido generando por inercia una centralización que obedece más a las pautas del viejo orden.
Estos veinte años de desarrollo autonómico han coincidido en todo el mundo con lo que se ha dado en llamar la era del cambio. Hemos asistido paralelamente a la transformación que el desarrollo de las tecnologías de la información y de la comunicación ha producido en todos los ámbitos de nuestra vida. Los nuevos modelos económicos y sociales surgidos obedecen a estructuras y modelos más abiertos, más flexibles y más descentralizados. Por lo tanto, tras esta primera fase de desarrollo autonómico, a la hora de definir lo que podríamos denominar 'propuestas de segunda generación' para la articulación de un proyecto social y económico para Andalucía, tendremos que tener en cuenta esta nueva realidad.
El sistema productivo y económico andaluz deberá ser articulado mediante una política económica regional que, entre otras cosas, favorezca la presencia de nuestras empresas en los mercados globales. Para conseguirlo, la existencia de un sistema financiero específicamente andaluz resultaría de enorme utilidad.
Esta función le corresponde a nuestro sistema de Cajas de Ahorros. La capacidad de competir de estas entidades en los actuales mercados financieros y, por lo tanto, su supervivencia como entidades específicamente andaluzas dependerá, entre otros factores, de su dimensión. Creo que podemos encontrar un amplio consenso al considerar como buena para nuestra economía la existencia de una potente entidad financiera andaluza. Pues bien, parece que la dificultad para alcanzar este objetivo de interés general se deriva básicamente de las tensiones territoriales o, lo que es lo mismo, de las disfunciones del sistema autonómico.
En dos décadas hemos progresado mucho. Para definir la Andalucía del siglo XXI deberemos avanzar hacia un proyecto integrador que permita catalizar y favorecer las potencialidades de cada territorio. Un modelo más flexible y abierto. Descentralizado y equilibrado.
Estamos ante un debate necesario que, de forma insólita, ha avivado el alcalde de Sevilla en los últimos días. La decisión de situar la capitalidad en su ciudad fue una decisión compartida y apenas discutida; se consideró el lugar natural. Como también parecía normal que el Tribunal Superior de Justicia y el Consejo Consultivo tuvieran su sede en Granada. Como sería ridículo discutir que el Mercado de Futuros del Aceite de Oliva deba estar en Jaén, etcétera. Por esas mismas razones no deberíamos discutir la capitalidad económica a Málaga. Porque la cohesión y la articulación territorial deben estar basadas en el principio de que para compartir un proyecto también hay que compartir el poder. Y personalmente creo que después de dos décadas de proyecto autonómico la construcción de la Andalucía del siglo XXI exige una mirada más periférica.
José Asenjo es diputado socialista en el Congreso por Málaga.
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