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Columna
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Ya estamos en elecciones aunque no estemos en elecciones. Pero la política, como el fútbol, es así, como cualquiera sabe. Las elecciones son las trufas de los políticos y, claro, los políticos están entrenados para olfatearlas aunque estén lejos, que es otra forma de estar bajo tierra. De ahí que cuando los sabuesos ladran, los administrados sepamos que tienen metido el hocico en la urna. Y, desde luego, no hace falta ser ni melómano ni gourmet para percatarse de que están ladrando, aunque vendría bien serlo, quiero decir buen paladeador, porque el caleidoscopio electoral suele elevar el absurdo ordinario al cubo.

Comencemos con el mesón Pepe. No tiene nada de extraño que al señor Trillo, con ese apellido de central nuclear, no se le atragante que reparen el Tireless amenazando con emponzoñar las aguas de la Tacita de Plata ni que el uranio que parecía empobrecido esté resultando, además de opaco, con plutonio. ¿Y qué decir de los pepitos de ternera? La cabaña se va pareciendo a un manicomio donde no podrán hacer caldo ni los lobos ni los Villalobos. A Mayor se le están atravesando como quien dice el por menor, ya que se ha metido en un dibujo la mar de estrambótico con los sin papeles: están pero, como no pueden estar, quiere que no estén y que desde donde no están pero deberían estar pidan estar aquí, extraña maniobra circular que conseguirá arruinar unas familias, arruinar unas cosechas y arruinar su propia imagen.

En La Bodeguiya cocinan precisamente una olla podrida a base de todo eso para echársela a la cara de los pepitos (con PP) grillos: vacas encefalopáticas, lobos, emigrantes, uranios -les ha cabreado mucho que Aznar tachase la protesta contra el Tireless de autobús y bocadillo, cuando era de cajón-, funcionarios,... Más partidarios de una cocina sin grasa que ayude a pedalear cuesta arriba, y no cuesta abajo, como hacen en Moncloa, pero también a pegarse sus sesiones de gimnasio sin que nadie deba indicárselo, como dice Redondo que ETA está haciendo con unos jeltzales que ya andaban, me parece, molestos con sus michelines -michelín Guevara y michelín Cuerda, según la Voz-, están elaborando, en La Bodeguiya, digo, menos un menú que un decálogo. Pero se ve que esto de la materia prima también les falla y les ha salido en Cataluña un edil partidario de la oveja negra o Ardi Beltza que, en vez de ver que en ella se podrían estar señalando futuros objetivos de ETA, prefiere hacerle el caldo gordo alabándole las cualidades organolépticas.

Más vale que nos quedan las sidrerías. En plena apertura del txotx, es natural que nuestra Gran Kupela mane como un Niágara. Para empezar, sabe que en La Bodeguiya los yogures están caducados -'Redondo tiene más caducidad que el yogur', sentenció- y anda muy molesto porque, pese a ello, los marmitones socialistas se les han metido de por medio cuando él ya había declarado que la licitación por el bufé de Ajuria Enea era cosa de dos. Pero más rabia le ha dado que Zapatero se haya salido de sus zapatos para elaborar nada menos que un decálogo usurpándole la condición de Moisés que a nadie más que a él le cuadra, con perdón. ¿Quién, si no, está llevando a los hijos de Israel hacia la Tierra Prometida? Lo malo es que su decálogo se ha reducido a un mandamiento: acabar con el PP, y eso desde una cocina muy poco imaginativa que busca afearle los garbanzos pretendidamente franquistas cuando si hay modos de Caudillo son los suyos y suyo es también ese nacionalsindicalismo oscurantista en que se apoya. Puestos a ser Moisés debería serlo de verdad y dedicar los mítines a enardecer a su parroquia pintándole cómo es la Tierra de Promisión y cómo deben hacer para llegar a ella e independizarla, aun a riesgo de descalabrarse electoralmente.

En fin, el menú no ha estado mal, pero tengan por seguro que nuestros bocudos, digo bocuses, seguirán tirando al plato, como los plomos que son, para dejarnos aún más patidifusos.

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