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JAQUE A LA FIESTA

La fiesta de los toros está habituada al miedo. Se alimenta de él. Sin embargo, el que ahora paraliza al mundo taurino es del todo diferente. La enfermedad de las vacas locas ha plagado de incertumbres el devenir de una fiesta secular. La posibilidad del contagio no sólo hace temer por el futuro de la cabaña de bravo sino que amenaza la liturgia de la lidia

' EN ESPAÑA SE CELEBRAN AL AÑO 17.000 FESTEJOS. NO SE PUEDEN HACER PRUEBAS A TANTOS TOROS'

El salón de actos de la plaza de Las Ventas echa humo. Las calles de Madrid viven su ya cotidiana inundación y el vapor de las gabardinas empapa el bullir de las conversaciones improvisadas. Son las siete de la tarde del viernes 26 de enero y el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, se dispone a dictar una conferencia que, bajo el título Hablemos de toros, se entretendrá en recorrer siglos de vocablos, arcanos y tradiciones labradas en el silencio de la dehesa. Hablará de tauromaquia. La charla es la segunda de un ciclo que ocupa a la afición madrileña en tiempos del ramadán taurino. Pero hoy el ambiente es especial. En el aire condensado se respira una inquietud que nada tiene que ver con el natural relajo, impostada pompa y fanfarronería de luces que de costumbre preside este tipo de reuniones para jubilados, estudiantes despistados y periodistas en periodo de meritaje. 'Esto de las vacas locas es un feo asunto', dice un espontáneo. 'Peor que feo', responde otro. Las conversaciones taurinas suelen ser así, catedralicias (sientan cátedra y, bien mirado, algo góticas sí que son).

'Miedo. Todo lo que se está haciendo, de forma tan confusa, responde a una sensación de pánico que recorre la fiesta', dice Victorino Martín hijo. El ganadero dueño de uno de los hierros más emblemáticos del campo bravo intenta dar con la acertada definición de un sentir que a fecha de hoy recorre, en grados diversos, cada uno de los estamentos de la fiesta llamada nacional. En el fondo de todo están unas siglas extrañas que anuncian, por qué no llamarlo así, el apocalipsis taurino: EEB o Encefalopatía Espongiforme Bovina. 'El asunto es mucho más grave de lo que parece a simple vista', toma el testigo el gerente de la plaza de Valdemorillo; el coso que alberga a la que pasa por ser la primera feria importante del año. Para Maximino Pérez, así se llama este joven empresario, el problema de las vacas locas afecta al nudo de la fiesta de los toros: 'Si las vacas mansas están enfermas se toman las medidas que haga falta. Cuando esté erradicada la enfermedad, la gente volverá a consumir carne. El problema con los toros es otro. Si mañana, debido a las normas de la UE, no se pueden exhibir las orejas en las plazas, en el futuro se pondrán las banderillas con velcro, luego se dejarán de matar los toros y, por último, lo que no han conseguido los ecologistas, lo logrará la enfermedad: abolir la fiesta de los toros'.

Miedo, pues. Pero no sólo miedo, sobre el pánico, confusión. El mismo día que el Defensor del Pueblo se entretenía en recordar el buen hacer de Paco Ojeda, su torero favorito, daba comienzo la feria de Ajalvir (Madrid) que termina hoy domingo. Su empresario, José Félix González, llevará los 18 astados que durante tres días han estado saliendo por chiqueros al horno crematorio. Sin análisis de ningún tipo, del tercio de muerte al horno. Con esta medida, no sólo dejará de ingresar el dinero por la venta de la carne, sino que además tendrá que poner de su bolsillo 'un total de 40.000 pesetas por día en concepto de transporte y 180.000 por la incineración'. 'Eso sí', puntualiza, 'lo hago por que la Comunidad de Madrid me ha obligado y porque confío en que luego lo recuperaré'.

¿Ha obrado correctamente este empesario? ¿Le obliga la ley a hacer lo que ha hecho? Sobre la primera pregunta, a fecha de hoy, se admiten las opiniones que aparecen más abajo. Sobre la segunda, la respuesta es no. Empezando por lo más alto, la Unión Europea, la cuestión está como sigue. La decisión de destruir los toros de lidia en vez de aprovecharlos, como antes, para consumo humano no obedece a ninguna norma comunitaria. Europa decidió en diciembre pasado prohibir que la carne procedente del bovino mayor de 30 meses que no haya superado la prueba de las vacas locas (test priónico) llegue a la cadena alimentaria. Esto quiere decir que la carne de toro se podría seguir consumiendo siempre y cuando hubiera sido sometida al examen.

En lo que va de año, las plazas de toros han visto de todo. Exceptuado, claro está, a Curro Romero y a Paco Ojeda. En Málaga, hubo corrida el mismo 1 de enero. Se hizo la prueba, dio negativo y... a la cazuela. En la localidad sevillana de Puebla del Río fue el sábado 20 de este mes cuando se hizo el paseillo y... al horno. Dos días después fue en el toledano paraje de Belvís de la Jara donde se decidió dejar a los lugareños sin estofado de rabo de toro. Más cremación.

Valdemorillo, que empieza el próximo 4 de febrero, ya ha anunciado que 'habrá test' y, poco después, el que quiera comer caliente con carne de bravo en el plato que se acerque a la feria. 'Tengo todo lo necesario. Camiones frigoríficos, veterinarios a punto y ni un solo papel de la Administración en el que diga que me abstenga de vender la carne', dice retador Maximino Pérez.

Si se tiene en cuenta la propuesta que el ocho de enero los taurinos elevaron a quien tuviera oídos y disposición de escucha (todos los ministerios y administraciones con competencias en la materia), Maximino Pérez juega a la contra. El pasado viernes, el mismo día de la conferencia en Las Ventas, una comisión donde se vieron representados los ganaderos, empresarios, matadores, veterinarios e, incluso, un sector de los aficionados, formularon ante el gabinete de crisis encabezado por el vicepresidente del Gobierno Marianno Rajoy una petición. A saber: que se incinere todo sin examen de por medio; que la Administración pague 60.000 pesetas por canal (toro o novillo); que la misma instancia corra con los gastos de la gran quema, y que el coste del tansporte hasta el horno se divida entre tres: Ministerio de Agricultura, las autonomías y el empresario .

Eduardo Martín Peñato, representante de la Asociación de Ganderías de Lidia y uno de los mayores convencidos de esta propuesta, razona de seguido: 'En España se celebran cerca de 17.000 festejos (sean toros, novillos, bous al carrer...). No hay posibilidad de hacer pruebas a tantos toros. ¿Qué veterinarios irían plaza por plaza, pueblo por pueblo...? Imposible. Sólo el 15 de agosto se llevan a cabo 2.000. ¿Hay tantos facultativos en España para tanta prueba? Por no haber, no hay ni cámaras frigoríficas para mantener tanta carne hasta que se dé con el resultado de la prueba'. Concluye, toma aire y lanza su último órdago: 'Por otro lado, la solución ha de ser global. Para evitar agravios comparativos no se puede hacer en unos sitios la prueba y en otros, la cremación'.

A la tajante solución final, no tardan en colocarse en pie de guerra los disconformes. A un lado el hecho de que a partir del próximo 1 de julio, cuando España hierve en fiestas, la UE ya no tiene previsto subvencionar al ganadero por la destrucción de la res, el empresario de Valdemorillo -calendario taurino obliga- se coloca el primero. A muy corta distancia, el ganadero Victorino Martín: 'No tiene sentido. Todos son pérdidas'. Su hijo acude en su ayuda con las cifras en la mano: 'Un test puede costar 5.000 pesetas y una canal hasta 100.000. Si somos precisos, una corrida entera puede llegar a suponer un millón de pesetas. ¿Qué sentido tiene quemar tanto dinero?'.

Victorino, el padre, es de los que acumula la sabiduria en cada arruga. Es, en definitiva, heredero directo de esos sabios iletrados que por medio de una cuidada selección y con el sentido común como única herramienta, dieron en crear siglos atrás esa especia única que es el toro de lidia. Pues bien, desde tanto epiteto, Victorino sentencia: 'Aquí hay tomate. Todo esto tiene que responder a motivaciones políticas que se me escapan. De lo contrario, no lo entiendo'. Otra vez: 'Hay tomate'. Tomate y 'mucho miedo', insiste el hijo. No hay que perder de vista que, pese a que la UE no obliga a ello, como medida profiláctica hasta la fecha, cuando se detecta un caso de vaca infectada, se sacrifica toda la explotación

Vuelta al principio, pero ¿qué tipo de tomate? Federico Moreno, veterinario de Las Ventas, ofrece una primera pista. Incinerar a tanto bravo supondría una carta en blanco a todo tipo de fraude: 'Se acabó la posibiliad de realizar análisis en caso de que haya sospecha de afeitado. En tal caso se tendría que abrir la cavidad craneal y el cerebro es material específico de riesgo. Si se considera a todo el toro MER no habría posibilidad de ningún análisis: ni de astas ni de vísceras ni de sangre ni de orina'.

Martín Peñato, el portavoz de los ganaderos, reprende al veterinario: 'Eso es mala fe. ¿Cuántos expedientes sancionadores se han llevado a cabo este año sin que medie la enfermedad? Se pueden contar con los dedos de la mano'.

La comunidad científica se muestra de acuerdo en que con la sangre no hay problema. La tauromaquia es un espectáculo cruento y podrá seguir siéndolo. Pero en llegando al cerebro, la cosa cambia. Lucas Domínguez, jefe del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, analiza el caso: 'El descabello entraña más riesgo siempre que se produzca un contacto por vía parental, si alguien tiene una herida o un corte'. Andreu Palou, el vicepresidente segundo del Comité Científico de Alimentación Humana de la UE, quita un grado a la amenaza: 'El peligro es pequeño. Aún no se conoce la dosis infectiva capaz de transmitir la enfermedad, pero se supone que es alta porque debe saltar la barrera de la especie y, para que el contagio sea de animal a humano, esa dosis tendría que ser mil veces superior o más'.

Sea como fuere, y admitido con cierta reserva que por las orejas o el contacto con la sangre el riesgo es pequeño, el asunto de la puntilla queda en el aire. El año pasado en la feria de Zaragoza se lidiaron toros portugueses. La vuelta al ruedo se completó con las orejas congeladas de una res española. Si se incinera todo, ¿deberían ser las orejas de plástico? ¿tendría que usar el puntillero guantes especiales? ¿es el rabo material de riesgo? ¿cambiará la secular liturgia de la fiesta?

Todos los miedos e incertidumbres en el mundo del toro, en cualquier caso, quedarían despejados en buena parte el día, cualquier día, que la comunidad científica asegure la detección del mal de las vacas locas en los animales vivos. Algo que los expertos pronostican que podría ocurrir en el plazo de un año. Esa prueba supondría la amnistía para cientos, millones de vacas, que hoy están condenadas al crematorio si tienen la mala suerte de convivir con una enferma. Y los miedos, el pánico y las actuales incógnitas sobre la suerte de los toros de lidia se moderarían también. El eventual y temido holocausto del toro bravo desaperecería, aunque siguiera sometido a unos controles veterianarios en las plazas hasta ahora inexistentes.

Llueve en Madrid. Los aficionados escuchan en Las Ventas un panegírico sobre la fiesta. 'Un arte en sí misma', dice Múgica. Los mismos que escuchan atentos cambian el semblante y se preguntan '¿Qué será de la fieºsta con esto de los toros locos?' Pepín Jiménez, torero querido en Madrid con 20 años de alternativa a la espalda, se muestra resignado: 'La salud es lo primero'. Arrecia sobre la arena de Las Ventas. La tormenta no ha hecho más que empezar.

.El salón de actos de la plaza de Las Ventas echa humo. Las calles de Madrid viven su ya cotidiana inundación y el vapor de las gabardinas empapa el bullir de las conversaciones improvisadas. Son las siete de la tarde del viernes 26 de enero y el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, se dispone a dictar una conferencia que, bajo el título Hablemos de toros, se entretendrá en recorrer siglos de vocablos, arcanos y tradiciones labradas en el silencio de la dehesa. Hablará de tauromaquia. La charla es la segunda de un ciclo que ocupa a la afición madrileña en tiempos del ramadán taurino. Pero hoy el ambiente es especial. En el aire condensado se respira una inquietud que nada tiene que ver con el natural relajo, impostada pompa y fanfarronería de luces que de costumbre preside este tipo de reuniones para jubilados, estudiantes despistados y periodistas en periodo de meritaje. 'Esto de las vacas locas es un feo asunto', dice un espontáneo. 'Peor que feo', responde otro. Las conversaciones taurinas suelen ser así, catedralicias (sientan cátedra y, bien mirado, algo góticas sí que son).

'Miedo. Todo lo que se está haciendo, de forma tan confusa, responde a una sensación de pánico que recorre la fiesta', dice Victorino Martín hijo. El ganadero dueño de uno de los hierros más emblemáticos del campo bravo intenta dar con la acertada definición de un sentir que a fecha de hoy recorre, en grados diversos, cada uno de los estamentos de la fiesta llamada nacional. En el fondo de todo están unas siglas extrañas que anuncian, por qué no llamarlo así, el apocalipsis taurino: EEB o Encefalopatía Espongiforme Bovina. 'El asunto es mucho más grave de lo que parece a simple vista', toma el testigo el gerente de la plaza de Valdemorillo; el coso que alberga a la que pasa por ser la primera feria importante del año. Para Maximino Pérez, así se llama este joven empresario, el problema de las vacas locas afecta al nudo de la fiesta de los toros: 'Si las vacas mansas están enfermas se toman las medidas que haga falta. Cuando esté erradicada la enfermedad, la gente volverá a consumir carne. El problema con los toros es otro. Si mañana, debido a las normas de la UE, no se pueden exhibir las orejas en las plazas, en el futuro se pondrán las banderillas con velcro, luego se dejarán de matar los toros y, por último, lo que no han conseguido los ecologistas, lo logrará la enfermedad: abolir la fiesta de los toros'.

Miedo, pues. Pero no sólo miedo, sobre el pánico, confusión. El mismo día que el Defensor del Pueblo se entretenía en recordar el buen hacer de Paco Ojeda, su torero favorito, daba comienzo la feria de Ajalvir (Madrid) que termina hoy domingo. Su empresario, José Félix González, llevará los 18 astados que durante tres días han estado saliendo por chiqueros al horno crematorio. Sin análisis de ningún tipo, del tercio de muerte al horno. Con esta medida, no sólo dejará de ingresar el dinero por la venta de la carne, sino que además tendrá que poner de su bolsillo 'un total de 40.000 pesetas por día en concepto de transporte y 180.000 por la incineración'. 'Eso sí', puntualiza, 'lo hago por que la Comunidad de Madrid me ha obligado y porque confío en que luego lo recuperaré'.

¿Ha obrado correctamente este empesario? ¿Le obliga la ley a hacer lo que ha hecho? Sobre la primera pregunta, a fecha de hoy, se admiten las opiniones que aparecen más abajo. Sobre la segunda, la respuesta es no. Empezando por lo más alto, la Unión Europea, la cuestión está como sigue. La decisión de destruir los toros de lidia en vez de aprovecharlos, como antes, para consumo humano no obedece a ninguna norma comunitaria. Europa decidió en diciembre pasado prohibir que la carne procedente del bovino mayor de 30 meses que no haya superado la prueba de las vacas locas (test priónico) llegue a la cadena alimentaria. Esto quiere decir que la carne de toro se podría seguir consumiendo siempre y cuando hubiera sido sometida al examen.

En lo que va de año, las plazas de toros han visto de todo. Exceptuado, claro está, a Curro Romero y a Paco Ojeda. En Málaga, hubo corrida el mismo 1 de enero. Se hizo la prueba, dio negativo y... a la cazuela. En la localidad sevillana de Puebla del Río fue el sábado 20 de este mes cuando se hizo el paseillo y... al horno. Dos días después fue en el toledano paraje de Belvís de la Jara donde se decidió dejar a los lugareños sin estofado de rabo de toro. Más cremación.

Valdemorillo, que empieza el próximo 4 de febrero, ya ha anunciado que 'habrá test' y, poco después, el que quiera comer caliente con carne de bravo en el plato que se acerque a la feria. 'Tengo todo lo necesario. Camiones frigoríficos, veterinarios a punto y ni un solo papel de la Administración en el que diga que me abstenga de vender la carne', dice retador Maximino Pérez.

Si se tiene en cuenta la propuesta que el ocho de enero los taurinos elevaron a quien tuviera oídos y disposición de escucha (todos los ministerios y administraciones con competencias en la materia), Maximino Pérez juega a la contra. El pasado viernes, el mismo día de la conferencia en Las Ventas, una comisión donde se vieron representados los ganaderos, empresarios, matadores, veterinarios e, incluso, un sector de los aficionados, formularon ante el gabinete de crisis encabezado por el vicepresidente del Gobierno Marianno Rajoy una petición. A saber: que se incinere todo sin examen de por medio; que la Administración pague 60.000 pesetas por canal (toro o novillo); que la misma instancia corra con los gastos de la gran quema, y que el coste del tansporte hasta el horno se divida entre tres: Ministerio de Agricultura, las autonomías y el empresario .

Eduardo Martín Peñato, representante de la Asociación de Ganderías de Lidia y uno de los mayores convencidos de esta propuesta, razona de seguido: 'En España se celebran cerca de 17.000 festejos (sean toros, novillos, bous al carrer...). No hay posibilidad de hacer pruebas a tantos toros. ¿Qué veterinarios irían plaza por plaza, pueblo por pueblo...? Imposible. Sólo el 15 de agosto se llevan a cabo 2.000. ¿Hay tantos facultativos en España para tanta prueba? Por no haber, no hay ni cámaras frigoríficas para mantener tanta carne hasta que se dé con el resultado de la prueba'. Concluye, toma aire y lanza su último órdago: 'Por otro lado, la solución ha de ser global. Para evitar agravios comparativos no se puede hacer en unos sitios la prueba y en otros, la cremación'.

A la tajante solución final, no tardan en colocarse en pie de guerra los disconformes. A un lado el hecho de que a partir del próximo 1 de julio, cuando España hierve en fiestas, la UE ya no tiene previsto subvencionar al ganadero por la destrucción de la res, el empresario de Valdemorillo -calendario taurino obliga- se coloca el primero. A muy corta distancia, el ganadero Victorino Martín: 'No tiene sentido. Todos son pérdidas'. Su hijo acude en su ayuda con las cifras en la mano: 'Un test puede costar 5.000 pesetas y una canal hasta 100.000. Si somos precisos, una corrida entera puede llegar a suponer un millón de pesetas. ¿Qué sentido tiene quemar tanto dinero?'.

Victorino, el padre, es de los que acumula la sabiduria en cada arruga. Es, en definitiva, heredero directo de esos sabios iletrados que por medio de una cuidada selección y con el sentido común como única herramienta, dieron en crear siglos atrás esa especia única que es el toro de lidia. Pues bien, desde tanto epiteto, Victorino sentencia: 'Aquí hay tomate. Todo esto tiene que responder a motivaciones políticas que se me escapan. De lo contrario, no lo entiendo'. Otra vez: 'Hay tomate'. Tomate y 'mucho miedo', insiste el hijo. No hay que perder de vista que, pese a que la UE no obliga a ello, como medida profiláctica hasta la fecha, cuando se detecta un caso de vaca infectada, se sacrifica toda la explotación

Vuelta al principio, pero ¿qué tipo de tomate? Federico Moreno, veterinario de Las Ventas, ofrece una primera pista. Incinerar a tanto bravo supondría una carta en blanco a todo tipo de fraude: 'Se acabó la posibiliad de realizar análisis en caso de que haya sospecha de afeitado. En tal caso se tendría que abrir la cavidad craneal y el cerebro es material específico de riesgo. Si se considera a todo el toro MER no habría posibilidad de ningún análisis: ni de astas ni de vísceras ni de sangre ni de orina'.

Martín Peñato, el portavoz de los ganaderos, reprende al veterinario: 'Eso es mala fe. ¿Cuántos expedientes sancionadores se han llevado a cabo este año sin que medie la enfermedad? Se pueden contar con los dedos de la mano'.

La comunidad científica se muestra de acuerdo en que con la sangre no hay problema. La tauromaquia es un espectáculo cruento y podrá seguir siéndolo. Pero en llegando al cerebro, la cosa cambia. Lucas Domínguez, jefe del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, analiza el caso: 'El descabello entraña más riesgo siempre que se produzca un contacto por vía parental, si alguien tiene una herida o un corte'. Andreu Palou, el vicepresidente segundo del Comité Científico de Alimentación Humana de la UE, quita un grado a la amenaza: 'El peligro es pequeño. Aún no se conoce la dosis infectiva capaz de transmitir la enfermedad, pero se supone que es alta porque debe saltar la barrera de la especie y, para que el contagio sea de animal a humano, esa dosis tendría que ser mil veces superior o más'.

Sea como fuere, y admitido con cierta reserva que por las orejas o el contacto con la sangre el riesgo es pequeño, el asunto de la puntilla queda en el aire. El año pasado en la feria de Zaragoza se lidiaron toros portugueses. La vuelta al ruedo se completó con las orejas congeladas de una res española. Si se incinera todo, ¿deberían ser las orejas de plástico? ¿tendría que usar el puntillero guantes especiales? ¿es el rabo material de riesgo? ¿cambiará la secular liturgia de la fiesta?

Todos los miedos e incertidumbres en el mundo del toro, en cualquier caso, quedarían despejados en buena parte el día, cualquier día, que la comunidad científica asegure la detección del mal de las vacas locas en los animales vivos. Algo que los expertos pronostican que podría ocurrir en el plazo de un año. Esa prueba supondría la amnistía para cientos, millones de vacas, que hoy están condenadas al crematorio si tienen la mala suerte de convivir con una enferma. Y los miedos, el pánico y las actuales incógnitas sobre la suerte de los toros de lidia se moderarían también. El eventual y temido holocausto del toro bravo desaperecería, aunque siguiera sometido a unos controles veterianarios en las plazas hasta ahora inexistentes.

Llueve en Madrid. Los aficionados escuchan en Las Ventas un panegírico sobre la fiesta. 'Un arte en sí misma', dice Múgica. Los mismos que escuchan atentos cambian el semblante y se preguntan '¿Qué será de la fieºsta con esto de los toros locos?' Pepín Jiménez, torero querido en Madrid con 20 años de alternativa a la espalda, se muestra resignado: 'La salud es lo primero'. Arrecia sobre la arena de Las Ventas. La tormenta no ha hecho más que empezar.

Con información de Gabriela Cañas -Bruselas- y Carmen MoránCon información de Gabriela Cañas -Bruselas- y Carmen Morán

Badiola: 'Lo importante es conservar la casta'

Inmerso en el problema de las vacas locas, a Juan José Badiola -director del laboratorio nacional de referencia para las encefalopatías espongiformes bovinas, con sede en Zaragoza- le asalta una nueva preocupación: la ganadería brava. 'Hay que estudiar de forma urgente otros planteamientos para conservar la fiesta, las castas. Ése es el problema más grave de todo esto'. Así se lo ha aconsejado a la Administración: 'Hay que actuar cuanto antes, porque esto se nos echa encima y es un caso singular en el que pueden caber medidas singulares', declaró Badiola a EL PAÍS. La feria de Valdemorillo (Madrid) comienza el día 4 de febrero y el sector taurino no sabe qué derrotero tomar: ¿se incinera o no al animal? ¿Quién lo paga? ¿Se cortan orejas? ¿Hay contagio posible con la puntilla? ¿Se podrá vender la carne? Para Badiola, ' lo verdaderamente importante es conservar la casta', tantos años mimada, de los toros bravos, que se perdería si se sacrifica toda la manada cuando se descubra un animal enfermo. Lo demás, la venta de la carne, 'no supone gran cosa, el objetivo es la lidia, no la carne. Al final puede ser más costoso el proceso que entraña la analítica que considerar todo el toro material específico de riesgo y destruirlo'. La nueva normativa, que entrará en vigor el 1 de julio, obliga al análisis de todos los animales, vayan o no destinados al consumo humano. 'Habrán de ser analizados porque los toros de lidia son mayores de dos años y medio. ¿Tendrán todos los pueblos de España capacidad para hacerlo?'. Sólo el 15 de agosto se celebran cada año alrededor de doscientos festejos en toda España. 'Yo tengo la impresión de que, al final, el resultado va a ser eliminar a todos estos animales para evitar complicaciones', añade Badiola. Como los toros no han pasado el test cuando salen a la plaza se consideran material de riesgo por completo. Pero ¿cuáles son esos riesgos, concretamente, para el personal de lidia? 'Habría posibilidad de infección si hay heridas y se entra en contacto con la masa encefálica del animal, pero, verdaderamente, estaríamos hablando de una fatalidad', dice Badiola. 'Podrían usarse guantes anticortes, porque no todos son de malla metálica. En el laboratorio usamos unos de un tejido especial, pero no sé si eso disminuiría la sensibilidad para el toreo', medita el científico. 'La oreja no es material de riesgo, ni la sangre, pero en el apuntillado, si se da al bulbo raquídeo... Yo he presenciado algunos ejemplos muy desagradables. Ahí sí hay una posibilidad de contagio, aunque sea remota'. 'En teoría', prosigue Badiola, 'un animal que sale a la plaza ha debido pasar un examen en vivo y, si tiene síntomas neuronales, el presidente no debe permitirlo'. Pero a veces lo toros se caen. ¿Cómo saber cuándo es por una razón u otra? '¿Por qué se caen? ¿Un problema de casta, de disminución de bravura, de alimentación, de ejercicio inadecuado? Se han planteado hipótesis de problemas nutritivos, parasitarios, pero no hay una respuesta. No estaría de más hacer un estudio sobre encefalopatías. Es una enfermedad bovina y convendría estudiarla en el mundo taurino'.

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